Inteligencia desbordada por el virus
El caos en la compra de material sanitario durante la pandemia ilustra los déficits de España en el uso de sistemas que aportan más conocimiento de mercado
"La información sin innovación es solo una suma de datos”. El eslogan de ZoomInfo Technologies (no confundir con la plataforma de videoconferencias Zoom), una empresa norteamericana que ofrece soluciones de inteligencia empresarial, ha llevado a la compañía a protagonizar este 4 de junio el estreno en el Nasdaq más exitoso del año. Con el telón de fondo de una recesión formidable, ZoomInfo tenía sin embargo todos los ingredientes para seducir a los inversores. Utiliza la inteligencia artificial y el aprendizaje automático; tiene soluciones en la nube; una base de más de 200.000 clientes de pago y, sobre todo, se dedica a un área de negocio que ha sido clave para las compañías estos meses: el business intelligence, conocimiento más allá de las cifras.
“Quizá en estos momentos las compañías se sientan más vulnerables por eventos externos y se recupere este concepto”, espera Alberto de Torres, profesor de ESIC. Porque, aunque seguramente nadie calculaba en febrero el impacto del virus en la economía, los países que más intensamente utilizan sus sistemas de inteligencia, tanto públicos como privados, pueden haber ido por delante para anticipar males mayores. Alemania, por ejemplo, fue de los primeros en limitar la exportación de equipos de protección, como mascarillas, para evitar quedarse sin suministros. Sus empresas actuaron rápidamente aplicando medidas de seguridad para limitar los contagios entre las plantillas y estuvieron muy atentas a lo que hacían sus proveedores de otros países porque ya sabían que la epidemia podría ponerles contra las cuerdas.
A diferencia de en España, cita de memoria el profesor del IE Héctor Izquierdo, allí el 86% de las grandes corporaciones cuenta con un departamento de inteligencia competitiva. “En Alemania se dieron varios factores que tienen que ver con la sanidad, los recursos disponibles, y también con la anticipación. Otro ejemplo está en Israel, donde los servicios de inteligencia son muy potentes y también ha salido comparativamente bien parado [299 muertos en el país]. Si lo pensamos, Israel lleva “en estado de guerra” décadas, y en Alemania tienen un sentido corporativo muy potente. Son países que trabajan mucho la diáspora, con unas buenas estructuras y sistemas de información”, explica Izquierdo.
En el otro extremo, el escaso desarrollo de la inteligencia público-privada en España llevó, por ejemplo, al caos en la compra de material sanitario a China en el pico de la alerta sanitaria. Ni el Gobierno ni las autonomías fueron capaces de articular junto a las empresas un escudo protector entre la maraña de timadores que asaltaron el mercado por una razón muy sencilla: aquí la inteligencia económica está en pañales. La unidad del CNI que se encarga de esta tarea, el SIE, formada por economistas, analistas de inteligencia y diplomáticos, fue creada en 2014. El presidente del Club de Exportadores, Balbino Prieto, que tiene una consultora de business intelligence, explica que esa debilidad hace un gran daño. “Por ejemplo: muchas de nuestras empresas estaban a tiro de opa. En otros países, como Francia o Italia, protegen mejor sus compañías nacionales”.
Recuerda que en el exterior, las firmas españolas tienen invertido medio billón de euros, unos activos que solo se pueden gestionar “sabiendo qué va a suceder en esos países, qué va a pasar con la competencia o qué decisiones políticas les van a afectar”. Un trabajo que necesita de tiempo y recursos. La expropiación dejó a Repsol en Argentina sin el yacimiento de Vaca Muerta (aunque la compensación pudo merecer la pena). En Siria, una empresa aceitera española compró una firma local pensando que hacía un negocio formidable un mes antes de que estallara la guerra. The Economist publicó hace algún tiempo que, a raíz del tsunami japonés de 2011, un gigante de semiconductores intentó conocer los riesgos de su cadena de proveedores. La sorpresa fue que un equipo de 100 ejecutivos tardó más de un año en saber con quién estaban trabajando realmente. Como estos, hay numerosos ejemplos de cómo el conocimiento puede prevenir disgustos.
Socios desconocidos
Refinitiv (antes Thomson Reuters Financial & Risk) acaba de publicar una encuesta que pone de manifiesto lo vulnerables que son las compañías que desconocen en qué mercado se mueven. En España, por ejemplo, un 47% afirma no conocer bien a las empresas con las que trabaja. Y lo peor, el porcentaje de personas que informaría internamente en caso de descubrir algún fraude de terceros es mucho más bajo que en países comparables. María Sánchez-Marín, directora de Performance de Refinitiv, lo toma como ejemplo de que las compañías nacionales funcionan de manera reactiva. “Esa cultura de comunicación no está instalada”, dice, “el gasto en inteligencia crece solo cuando hay una investigación judicial”. Y eso se paga caro.
Si viera que un proveedor con el
que está trabajando infringe
las normas, ¿qué haría?
Informar fuera
de mi empresa
Informar
a mi empresa
16%
53%
TOTAL
China
Singapur
Hong Kong
Alemania
India
Brasil
EE UU
Australia
Arabia Saudí
Reino Unido
Francia
Países Bajos
Sudáfrica
Rusia
Canadá
España
78
72
62
56
55
55
54
53
52
49
48
48
43
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39
0
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Fuente: Refinitiv.
EL PAÍS
Si viera que un proveedor con el que
está trabajando infringe las normas,
¿qué haría?
Informar fuera
de mi empresa
Informar
a mi empresa
16%
53%
TOTAL
China
Singapur
Hong Kong
Alemania
India
Brasil
EE UU
Australia
Arabia Saudí
Reino Unido
Francia
Países Bajos
Sudáfrica
Rusia
Canadá
España
78
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Fuente: Refinitiv.
EL PAÍS
Si viera que un proveedor con el que está trabajando infringe
las normas, ¿qué haría?
Informar fuera de mi empresa
Informar a mi empresa
16%
53%
TOTAL
China
Singapur
Hong Kong
Alemania
India
Brasil
EE UU
Australia
Arabia Saudí
Reino Unido
Francia
Países Bajos
Sudáfrica
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España
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Fuente: Refinitiv.
EL PAÍS
La ventaja de la información la conoce perfectamente Alicia Verdú, responsable de la unidad de inteligencia de Eulen. “Nuestra labor no tiene nada que ver con el espionaje o con comportamientos que no son éticos”, aclara. Filtran los datos que son públicos para utilizarlos en función de los servicios que les solicitan. Desde monitorizar redes sociales, vigilancia de marca, ciberinteligencia, análisis de riesgos internacionales, asistencia de expatriados en países conflictivos o evaluación de riesgos cuando se acude a un concurso internacional. Tratan de evitar que “los árboles no te dejen ver el bosque”, como apunta Balbino Prieto: “Hay un exceso de información, que puede ser intencionada, para que la encuentres y tomes decisiones equivocadas”. Y dar pasos en falso puede costar caro en un mundo de tiburones.
Más morosidad
La covid va a dejar, además de miles de muertos en España, un reguero de dramas empresariales que van a terminar en el juzgado. La inteligencia empresarial, de nuevo, jugará a favor de quienes puedan prevenir las peores situaciones. Enrique Zarza, director de ICI Red, un fichero de morosos puesto en marcha por Informa y Everis, calcula que la actividad judicial, que normalmente está en 6,5-7 millones de procedimientos anuales, se colocará en 9,5 millones, igual que lo que sucedió tras la crisis de 2008. “La diferencia es que ahora tenemos ‘big data’ para saber cómo va la economía, dónde se da la morosidad. Ahora la información es una revolución”.
Cree que hay que poner en marcha herramientas para evitar, como pasa hoy, que 2,3 millones de deudas queden sin abonarse después de la ejecución de una sentencia. En otro registro, el de Impagados Judiciales, tienen a 4.000 abogados dados de alta para informar de los fallos contra los morosos. “Este tipo de plataformas permiten la transparencia económica y el derecho a la tutela judicial efectiva”.
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