El campo entra en tiempo de descuento

El ganadero Pedro Matarranz, dedicado a la a cría del cochinillo en el pueblo segoviano de Cantimpalos (1.325 habitantes), se encuentra en el tiempo de descuento para hallar una solución y dar viabilidad a su negocio antes de que la covid-19 le arrastre a la ruina. “¿Qué hacemos cerca de 150 ganaderos con una producción de 20.000 cochinillos al mes y sin ninguna salida al consumo?”, se pregunta. “Estamos congelando. Pero cuando el lechón pasa de 21 días, requiere otro tipo de instalaciones que muchas granjas no tenemos”, contesta.

A una situación similar se enfrentan pequeños productores, microempresas familiares y muchos de los más de 110.600 autónomos rurales de la España vaciada, según datos de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA). Todos ellos tratan estos días de encontrar alternativas o reclamar ayudas para sobrevivir a lo que definen como una de las mayores catástrofes económicas para los pueblos pequeños.

Para empezar, agricultores, ganaderos, pastores y floristas de los municipios rurales estudian qué hacer con sus producciones, esas que no han podido comercializar durante los dos últimos meses por la clausura del canal Horeca (hoteles, restaurantes, cafeterías) y la imposibilidad de su distribución en mercadillos de localidades colindantes. Esto es lo que está ocurriendo en pueblos como el de Valdelacalzada, en Badajoz, con 2.700 habitantes. Desde allí, el secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), Lorenzo Ramos, apunta que “han de tomarse importantes decisiones en varios frentes para dar esquinazo al coronavirus. Sin ayudas, la quiebra es inevitable”.

Lo mismo ocurre en el sector de la flor cortada, del que viven miles de profesionales en el ámbito rural. “Ante la cancelación de bodas, bautizos, comuniones y la venta en mercadillos, nos enfrentamos a unas pérdidas millonarias y a la ruina de familias enteras”, asegura el secretario general de la organización agraria.

Idéntica suerte les espera a las producciones agrícolas de temporada. “El aclareo de la fruta de hueso como nectarinas, ciruelas y melocotones en esta zona se ha solucionado por la incorporación de parados como jornaleros, unos 1.500, muchos sin ninguna experiencia, procedentes de la construcción o la restauración”, explica José Aurelio García, gerente de la Cooperativa Explum, que reúne la producción de 60 pequeños agricultores en Valdelacalzada.

Se queja, sin embargo, de que la crisis sanitaria se ceba ahora en el transporte: “En las exportaciones a Europa su precio se ha incrementado en un 25%, ya que el mercado está parado”. Con la recolección a la vuelta de la esquina, que se cumplan los plazos de transporte en la exportación de la fruta de hueso, que es un producto perecedero, es aún más acuciante porque su tiempo de maduración es mucho más corto. “Exportamos el 70% del producto y el 35% viaja a ultramar. Necesitamos ya vía libre a 1,5 millones de contenedores refrigerados”, apunta el gerente de la cooperativa. Y aunque se va restableciendo la normalidad en China, “nos da miedo que las navieras no lleguen a tiempo porque los contenedores siguen paralizados en sus puertos”.

Hay otro temor y es que “los productos frescos españoles sean rechazados” fuera de nuestras fronteras porque España está siendo muy azotada por el virus. La misma preocupación por la distribución es compartida por José Manuel Cebollada, presidente de Asaja Teruel, región que produce el 5% del cereal a nivel nacional y que logró ingresos de 80 millones de euros en 2019. “No sabemos qué va a pasar con las exportaciones e importaciones del cereal vía marítima al estar el mundo entero paralizado”. Se lamenta además del desplome de los precios en la ganadería ovina y en el vacuno de la región. “La crisis del coronavirus ha traído una guerra de precios porque si el del cordero estaba fijado en 75 euros, ahora se niegan a pagar más de 50 euros y amenazan con no quererlo”, comenta Cebollada.

Poco queso en Zamora

En la provincia de Zamora, el pastor Santiago León, también mayoral del Concejo de la Mesta, es propietario de un rebaño de 800 cabras en la sierra de la Culebra y reconoce que su labor continúa a pesar de la pandemia. “Tengo que sacar todos los días a las cabras”. Sin embargo, reconoce que la venta de los quesos artesanos ha caído en picado. “Aunque sigo con la producción, me han cancelado los pedidos en las tiendas del casco histórico y tampoco vendo online en las páginas gourmet”.

Además del producto agrícola, floral, artesanal y ganadero, muchos de los 8.100 municipios de la España rural han encontrado en el turismo una importante fuente de ingresos que ahora hace aguas. Juan Pedro Ortega, alcalde de Ucero, un pueblo de 70 habitantes de la provincia de Soria, ve, sin embargo, una oportunidad en medio del caos económico. “De momento no hay trabajo, pero volverá. Se avecinan cambios y tenemos que sacar conclusiones de esta situación. Si se repitiera, hay que aprender a hacer las cosas para evitar que se pare un país”.

Algo en lo que coincide el catedrático de Organización de Empresa de la Universidad de Salamanca Jesús Galende, que se muestra esperanzado con el futuro del campo. “Todos los sectores se van a ver afectados en el corto plazo, pero al partir de negocios saneados, su recuperación en el medio y largo plazo es mayor e incluso podrán salir reforzados porque siempre se aprende algo de las crisis”. Y añade: “El coronavirus nos dice que el actual modelo económico se ha agotado. El Estado debe trabajar en una regulación más justa y aplicar mayores controles a los productos de fuera. Por su parte, los consumidores nacionales tienen que empezar a apreciar y valorar más lo nuestro”.

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