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Los recelos de Alemania y Holanda amenazan con impedir una respuesta conjunta de la UE

Los ministros de Finanzas fracasan en acordar la creación de un instrumento para compartir los costes de la pandemia y pasan la pelota a los jefes de Estado y de Gobierno

Mário Centeno, presidente del Eurogrupo, el pasado febrero.
Mário Centeno, presidente del Eurogrupo, el pasado febrero.
Lluís Pellicer

La emergencia sanitaria, económica y social del coronavirus tampoco ha logrado desdibujar la brecha entre norte y sur en Europa. La negativa de Alemania y, sobre todo, de Holanda a crear un instrumento para compartir los costes de la pandemia amenaza con hacer descarrilar la respuesta comunitaria contundente que reclaman Francia, España e Italia. Los ministros solo lograron tejer un “amplio apoyo” en torno al uso de una línea de crédito del fondo de rescate y dejaron la patata caliente a los líderes de la UE en la cumbre de este jueves.

Los ministros de la zona euro transitan por la actual crisis con el retrovisor puesto en la Gran Recesión. No solo porque ya se hable de caídas del Producto Interior Bruto (PIB) incluso superiores a las de su peor año, sino porque los titulares de Finanzas temen que la crisis actual pueda acabar mutando en una crisis financiera que golpee primero a los países más endeudados, entre ellos Italia, España o Francia. El programa de compras lanzado por el Banco Central Europeo (BCE) de momento ha frenado esa posibilidad, pero varios países quieren dejar otro cortafuegos ante las profundas consecuencias de la pandemia. “Nuestro objetivo es añadir nuevas líneas de defensa al euro, evitando que esta crisis económica se transforme en financiera”, dijo el presidente del Eurogrupo, Mário Centeno.

El Eurogrupo evidenció que los países de la moneda única están lejos de la unanimidad para lanzar una ofensiva conjunta a la crisis. Ni siquiera la hay todavía para esa primera red de seguridad a través del fondo de rescate europeo (MEDE) una plataforma idónea para ello. Con una potencia de fuego de 410.000 millones de euros, sería el arma más rápida en caso de necesitar más munición contra la crisis. Por ahora, Centeno dijo que solo hay un “amplio apoyo” para usar una línea de crédito ya existente del MEDE para combatir la pandemia, a corto plazo, y a recuperar la estabilidad financiera, a largo. Los países podrían obtener una cantidad equivalente al 2% del PIB. El otro frente que se explorará es que sea la Comisión quien emita bonos y pueda prestar asistencia financiera, como pide Holanda.

España quiere ir más allá de las medidas de estímulo estrictamente nacionales, que equivalen ahora al 2% del PIB de la zona euro. “La respuesta no puede estar circunscrita a un país o a un grupo de países, tiene que ser una respuesta conjunta de la Unión. Y para eso creemos que es necesario articular respuestas a través de las distintas instituciones y de todos los instrumentos que tenemos a nuestra disposición”, sostuvo la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, antes del Eurogrupo.

Para España, el MEDE es un mecanismo “transitorio” mientras se movilizan otros instrumentos que deberían crearse al compás del plan Marshall que propone el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En plata: un fondo de reaseguro de desempleo comunitario y unos eurobonos que permitan “poner en común los costes de la crisis”. El comisario de Economía, Paolo Gentiloni, habló de ir “paso a paso”, pero señaló que, tras la respuesta al primer golpe, el objetivo debe ser “un Plan Europeo de Reconstrucción”.

Último recurso

En cambio, Holanda ve el recurso al MEDE como una opción que todavía no debería ser activada. Su titular de Economía, Wopke Hoekstra, reiteró que solo debía recurrirse a él en última instancia. Holanda, según un funcionario del Eurogrupo, pide a la Comisión Europea que escudriñe todos los rincones del Presupuesto comunitario para movilizar hasta el último euro para atender la crisis.

La Haya considera que los países, además, aún están en condiciones de lanzar sus medidas contra la crisis, puesto que pueden financiarse en los mercados a un precio razonable. Eso puede cambiar dentro de unos meses. En ese caso, aboga por que los afectados puedan beneficiarse de una línea de crédito del MEDE, pero sujeta a condiciones para recuperar la estabilidad financiera.

Pero ni Francia, ni Italia ni España quieren que el acceso a esas líneas de crédito acarree más condiciones que las de destinarlas a hacer frente a la emergencia. La idea italiana de los coronabonos, de hecho, provenía de pedir algo completamente nuevo para no quedar estigmatizado por el hecho de recurrir a un plan del fondo de rescate. Y España recordó que “no tiene pensado activar ningún mecanismo extraordinario”.

Centeno trato de conciliar las demandas de unos con las de otros al presentar la idea que estaba concitando un mayor apoyo, pero admitió que se requería más trabajo. De todos modos, la brecha entre norte y sur se abrió de tal modo que tras la reunión no hubo ni comunicado conjunto. Y la idea de los coronabonos, que a finales de la semana pasada había parecido hallar algún tipo de colchón en el seno del Eurogrupo, quedó aparcada.

Ahí Berlín se había encargado ya de trazar sus líneas rojas. El ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, se encargó, no obstante, de devolver a los países más entusiastas con la integración financiera a la realidad. En una entrevista en Handelsblatt tildó la creación de esos bonos como un “debate fantasma” y dudó de la eficacia de un plan Marshall para Europa.

“El norte no ha notado tanto los efectos y no está por la labor de tomar medidas”, sostuvieron fuentes diplomáticas. Otro funcionario confió en que el momento llegará, o bien a causa de una prolongación de la epidemia o si Europa no halla el rebote que tanto ansía para cuando la crisis llegue. De momento, los Veintisiete tendrán que decidir si dan un paso al frente y lanzan un mensaje de unidad a ciudadanos y mercados.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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