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El virus condena a la economía española a la recesión

El Gobierno busca armas con las que combatir el golpe de la epidemia e intenta que el mecanismo de rescate europeo y el BEI respalden la deuda

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y la vicepresidenta económica, Nadia Calviño.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y la vicepresidenta económica, Nadia Calviño.Eduardo Parra (Europa Press)
Antonio Maqueda

La caída a la que se enfrenta la economía española por la crisis del coronavirus es mucho mayor de lo esperado hace solo unas pocas semanas. Basta con hacer unos simples números para darse cuenta de lo que se avecina. Según datos de la balanza de pagos, los turistas extranjeros se gastaron el año pasado en España unos 72.000 millones de euros, y los desembolsos de españoles por viajes al exterior supusieron unos 24.000. En consecuencia, el saldo a favor de España por el sector turístico alcanzó los 46.000 millones, el 4% del PIB. Si esas entradas se pusieran a cero durante un año, la economía perdería unos cuatro puntos de PIB. Si la caída fuese del 50% durante seis meses, se esfumaría un punto de crecimiento. Y eso es únicamente con el turismo.

El gasto de los hogares españoles en restauración, ocio, eventos y otras actividades supera el 10% del PIB. Si esta partida sufriese un desplome del 50% durante tres meses, la actividad perdería otro punto de PIB. Solo con esas dos rúbricas a la baja, la economía ya estaría en recesión y pasaría de crecer el 1,6% previsto antes del virus a una caída del -0,5%. Estos son unos simples cálculos estáticos aplicados a partidas concretas. La inversión privada también padecería. Y habría que sumar la caída de fichas de dominó que desencadenaría, afectando a otros sectores. Solo el automóvil ya representa cerca del 10% del PIB y está en plena reestructuración tras dos años malos de ventas.

Ante estas cifras cabe argumentar que después podría recuperarse la demanda y experimentar el rebote en V que esgrime el Gobierno. Al ir por delante de España en la crisis, la economía china sirve de referencia: “Con el coronavirus convirtiéndose en pandemia, es simplemente imposible que China rebote rápidamente a su capacidad completa en el segundo trimestre. En otras palabras: la recuperación en V, al menos una completa, está descartada”, subraya Alicia García Herrero, del banco francés Natixis.

Es decir, será más difícil salir del bache exportando. Aunque la industria se reincorpore, la demanda global puede tardar en llegar, retrasando la recuperación.

Y en todo caso la recuperación no será igual por sectores. El turismo tardará más. En la medida en que la curva de contagio se dibuja incluso peor que la de Italia, la imagen de España como destino puede verse perjudicada más allá de lo que dure la pandemia. Como explica Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney, el turismo se verá afectado esta campaña porque los viajes se suelen planear con tiempo. Países como el Reino Unido, que lleva un mes de retraso en la epidemia, o Alemania enviarán menos turistas, en parte porque sus ciudadanos habrán podido ahorrar menos. También dependerá de que las aerolíneas puedan mantener su capacidad, concluye Vidal.

“La falta de confianza, la pérdida de empleo, la destrucción de empresas, los ajustes de las compañías y la cadena de retrasos en pagos a proveedores harán que la recuperación no sea al 100%”, sostiene el economista José Carlos Díez. Parece que la V se aleja. Siempre que la epidemia haga el pico para el verano, la agencia de calificación S&P da el año por perdido y prevé que la economía española caerá este año un 1,8%. Si el empleo se comporta igual que la actividad, implicaría la destrucción de unos 300.000 puestos de trabajo. Eso sí, S&P brinda una nota de optimismo: espera que el PIB rebote el año que viene un 3,1%.

Para que esta última previsión se cumpla es crucial que no haya más accidentes. Lo peor que podría pasar es que se repitiese una restricción del crédito y que las primas de riesgo se disparasen de nuevo, volviendo a las situaciones que se vivieron entre 2008 y 2012. ¿Cómo evitarlo? Esta vez el origen de la recesión es diferente de la de 2008. La política monetaria por sí sola no puede solventar la crisis: la banca ya tiene liquidez de sobra y los tipos están en negativo. Los impulsos fiscales al uso valen de poco mientras las familias estén confinadas. Así que la receta que siguen los Gobiernos es la de tomar medidas quirúrgicas que mantengan a flote a las empresas y protejan las rentas de los hogares. El llamado kurzarbeit funcionó para Alemania en 2008. Y ahora se está aplicando en España un esquema similar con los ERTE (Expendiente de Regulación Temporal de Empleo).

El otro frente está en el sector financiero, que llega con el capital muy justo. Por más liquidez que tenga, puede cerrar el crédito si ve que las empresas están perdiendo ingresos para no tener que incurrir en más riesgos y por tanto provisionar más. Provisionar la pérdida esperada obliga a las entidades a levantar capital para no perder solvencia, y eso se torna en una tarea imposible con su valor hundiéndose en Bolsa. Ante el temor a que esto ocurra, todos los Gobiernos han anunciado planes de avales masivos, con la intención de evitar que las entidades corten el grifo justo cuando las empresas precisan circulante para financiar el parón. Y los Estados ponen estas garantías aun a riesgo de comerse muchas pérdidas.

En estas circunstancias, las cuentas públicas se desbocarán. Las primas de riesgo ya empezaron a escalar la semana pasada. El mercado ponía en precio que las arcas públicas de los países del sur no serán capaces de soportar el esfuerzo. De ahí que el BCE saliese al paso para anunciar que respaldará la deuda de los Estados comprando 750.000 millones adicionales a los 350.000 que ya tenía previstos. En total un billón de euros, casi el PIB de España y el 10% del de la eurozona. Además, el eurobanco ha relajado temporalmente la regulación a fin de que los bancos no tengan que provisionar justo ahora y así no restrinjan la financiación.

La solidaridad europea que falta

El BCE comprará deuda a Estados y compañías, ha facilitado liquidez masiva a las entidades y ha relajado sus requisitos regulatorios. Está incluso dispuesto a comprar temporalmente más del país que lo necesite y no en función del peso de cada economía, como hacía hasta ahora. Por su parte, los Estados han puesto en marcha planes para contener los daños. Pero falta una tercera pata que cierre el círculo y asegure la respuesta a la crisis: la solidaridad europea. En una tribuna publicada en este diario, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, señalaba este sábado: “Una mayor ambición y coordinación de la respuesta a escala europea no es una opción; es una necesidad”. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha reclamado que el mecanismo de rescate europeo (MEDE) disponga de toda su potencia de fuego para ayudar a los países. Son poco más de 400.000 millones.

Esta vez además se trata de un shock sobrevenido, no de un pecado de la periferia: “No hay una parte inflada de la economía que haya que ajustar como sucedió en la anterior crisis”, alega una fuente gubernamental. Y agarrándose a eso, España busca el respaldo europeo. El Ejecutivo se ha alineado con Italia y defiende que haya una línea abierta del MEDE para todos los países, de forma que no se estigmatice a ninguno en particular. El instrumento ya existe y se puede usar de manera inmediata esgrimiendo una caída fuerte del PIB. El Gobierno también intenta que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) garantice una parte de los avales a la banca. Lo cual aseguraría que las garantías no terminen disparando aún más la deuda. Y en tanto que fueran avales no parecería un rescate. Todo para no volver a quedar a merced del pánico de los inversores en medio de una recesión.

Dos puntos menos de PIB por cada mes de confinamiento

La duración de la epidemia será decisiva a la hora de determinar los daños. Como apunta el economista del BBVA Rafael Doménech, el PIB de una semana es el 2% del de todo año. Si se esfuma al menos el 25% de la actividad, la economía perderá dos puntos de crecimiento por cada mes que pase. Y conforme más tiempo dure, más destrucción habrá de empresas. La reconstrucción del tejido productivo no puede improvisarse, y esa es otra razón que esgrimen los expertos para concluir que parece complicada la salida en V –aquella que se produce con igual intensidad que la caída–.

De ahí que los Gobiernos traten de proteger a las empresas con ayudas para evitar que echen la persiana. Sin embargo, el esfuerzo fiscal puede acabar siendo muy alto. “Mantener una economía con respiración asistida durante varios meses para que luego pueda rebotar es un esfuerzo ingente entre tantas medidas para detener al virus. Es mucho lo que hay que aguantar. Requiere músculo financiero y fiscal. Y países como España parten de una situación delicada. Pero si no se actúa, se corre el riesgo de que el daño sea permanente”, explica un alto funcionario. Para culminar esta estrategia hace falta que Europa se involucre. Y no basta simplemente con permitir que se rompan las reglas del déficit. “El MEDE o el BEI están más preocupados por mantener su triple A que por ayudar”, reprocha con la condición del anonimato.

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Sobre la firma

Antonio Maqueda
Periodista de la sección de Economía. Graduado en Periodismo en la Universidad de Navarra y máster por la Universidad de Cardiff, ha trabajado en medios como Cádiz Información, New Statesman, The Independent, elEconomista y Vozpópuli.

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