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OPINIÓN
Columna
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El último logro de Draghi

El principal logro del último paquete de estímulos ha sido situar en el foco de la política económica el desafío de no dejar sola a la política monetaria

Xavier Vidal-Folch
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, asiste a una ceremonia donde se le concedió el premio honoris causa por la Universidad Católica de Milán.
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, asiste a una ceremonia donde se le concedió el premio honoris causa por la Universidad Católica de Milán.Matteo Bazzi (AP)

Un mes después de las últimas medidas de estímulo del Banco Central Europeo (BCE), sus resultados inmediatos siguen discutiéndose como desiguales. Pronto veremos las cifras y conclusiones del consejo de gobierno, en la despedida de Mario Draghi, la semana próxima.

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Algunos siguen opinando que el paquete se quedó cortó contra la desaceleración global, aunque su patrocinador recordó que los tipos de interés “pueden bajar más si es necesario”. Para otros, entre ellos la banca, es excesivo, pues estrecha los márgenes de su negocio. Pero los tipos de interés bajos traen causa de “factores más profundos”, nos recuerda el antecesor de Draghi, el mucho más convencional Jean-Claude Trichet (FT del lunes), que sale en su defensa. Y ataca al memorándum ultra firmado por los ex-economistas jefe del BCE alemanes, Otmar Issing y Jürgen Stark.

En realidad, los tipos son estructuralmente bajos (en bastantes regiones) pues muchos operadores buscan colocar ahorros sin riesgo y pocos quieren invertir en activos productivos reales. Es un problema de cultura económica y de transición del modelo actual hacia no se sabe aún donde. También evoluciona el modelo de la banca, que tiene recorrido para mejorar su eficiencia en gastos e ingresos, considera la AEB, la patronal del sector, sin confiar en un alza de los tipos que se otea lejana.

El Fiscal Monitor del FMI publicado ayer da también un espaldarazo a “la política monetaria acomodaticia” (expansiva) porque “está apoyando la economía a corto plazo”, aunque sugiere peligros a más largo término. De igual modo compensatorio, ve bien que los bajos tipos reduzcan “los costes del servicio de la deuda”, pero cree que si se eternizan generarán efectos colaterales negativos.

Conviene quizá apelar a una reducción al absurdo. Frente a los malos augurios que algunos intuyen en la expansión monetaria, “podría más fácilmente argumentarse que tipos altos en un entorno de inflación alta, así como un entorno deflacionario a largo plazo, erosionan más la eficiencia económica” y “el crecimiento” (Occasional paper series número 161, BCE, 2015).

Mientras sigue el debate técnico, se asienta una constatación indiscutida: el principal logro del último paquete de estímulos ha sido situar en el foco de la política económica el desafío de no dejar sola a la política monetaria. Y pues, de acompañarla de política fiscal (presupuestaria). Puesto que si aquella se expone mucho, es porque esta renquea.

“No debemos sobrecargar la política monetaria”, concedió Angela Merkel. “La política monetaria no puede conseguirlo sola e invitamos a los países que disponen de espacio fiscal a estimular”, asintió el rigorista vicepresidente económico de la Comisión, Valdis Dombrovskis. “Puede obligar a los Estados europeos a tomarse más en serio la expansión fiscal”, coinciden muchos fondos inversores.

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