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Las elecciones condicionan el futuro indio

La economía podría superar al Reino Unido, pero el próximo Gobierno deberá erradicar males como que el 66% de la mano de obra esté limitada por la desnutrición

Un hombre junto a la sede del Banco de la Reserva de India.
Un hombre junto a la sede del Banco de la Reserva de India.Francis Mascarenhas (Reuters)

La economía india cerró 2018 creciendo a un ritmo más rápido que ningún otro país (en torno al 7,5%) y afronta el presente curso con la expectativa de superar por tamaño a la economía de Reino Unido si se cumplen las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Mientras el crecimiento global se desacelera, India mantiene un fuerte ritmo expansivo, aunque tiene que sobreponerse al lastre que supuso la fuerte depreciación de su moneda el pasado año y que culminó con el cambio en la dirección de su banco central. El país celebrará elecciones generales el próximo mes de mayo y el nuevo Gobierno que salga de las urnas tendrá la prioridad de generar empleo en una sociedad dividida por la desigualdad; mal endémico de una nación superpoblada.

En la última década, la integración de India en la economía global fue seguida de un desarrollo sin parangón gracias a la revolución agrícola que transformó un vasto subcontinente con dependencia importadora crónica en una potencia exportadora de alimentos. El país de 1.250 millones de habitantes no solo se convirtió en la sexta economía del mundo en 2017, con un PIB de 2,2 billones de euros según el Banco Mundial. Esta bonanza ha permitido combatir la pobreza extrema, reduciéndola del 46% de la población al 13,4%. “India debería volver a un crecimiento saludable del 7,6% en 2019 y 2020, si no hay vientos adversos como el aumento de la tensión comercial o alteraciones bruscas en el suministro de crudo”, explican los expertos de PwC en un reciente informe.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, primera y segunda economías del planeta, ha afectado negativamente a India, que ha elevado las tarifas a productos estadounidenses en represalia por la imposición aduanera de Washington. Indirectamente, Delhi se beneficia del conflicto entre las mayores economías, ya que Pekín ha encontrado en su vecino del sur un aliado comercial, importando desde el mercado indio ante el proteccionismo americano. Pese a la coalición coyuntural de los colosos asiáticos, India reclama que China suavice sus barreras comerciales al arroz, la carne y los productos farmacéuticos e informáticos para reducir un déficit comercial que se ha duplicado en la última década, alcanzando los 45.000 millones de euros.

El fortalecimiento del dólar y el ascenso continuado del precio del crudo en la primera parte de 2018 hundieron a la rupia india. La divisa del tercer mayor consumidor de petróleo del mundo —dos tercios procedentes de importaciones— fue la de peor evolución de toda Asia el pasado año, depreciándose un 10% frente al dólar. Para compensar la debilidad de su divisa, el Banco de la Reserva de India elevó las tasas de interés dos veces para controlar la inflación, que ha permanecido estable desde entonces. En un nuevo contexto económico, marcado por una demanda interna más moderada y una corrección del precio del petróleo, el recién elegido gobernador del organismo monetario indio, Shaktikanta Das, tiene las manos libres para deshacer el camino y bajar los tipos de interés en el primer trimestre o a mitad del año, según los analistas.

El nuevo gobernador del banco central tiene ahora más margen para bajar los tipos de interés

“El déficit fiscal [de India] sigue siendo alto como en los últimos cinco años. Necesitamos arreglar este desfase”, explicó la nueva economista jefe del FMI, Gita Gopinath, tras su intervención en Davos. La mención de la experta indio-americana subraya la insuficiente recaudación de los nuevos impuestos sobre el valor añadido. Esta advertencia, sin embargo, no ha calado en el ánimo del primer ministro, Narendra Modi, que planea modificar su régimen de subsidios a campesinos. Estaría considerando, según fuentes gubernamentales, llevar a cabo una política económica más expansiva, gracias a un préstamo del banco central, iniciativa que alejaría la promesa de situar el déficit fiscal en el 3,3 % del PIB.

La medida busca contener la sangría de votantes rurales que apoyaron a la oposición en los comicios regionales de diciembre, cuando el partido gobernante perdió tres Estados claves. El sector agrícola y los jóvenes determinarán los resultados de las generales de mayo, como ocurrió en 2014. Entonces triunfaron las promesas de empleo de Modi. Un discurso insuficiente hoy para los 100 millones de nuevos votantes frustrados ante la incapacidad del Ejecutivo de crear los 10 millones de puestos de trabajo anuales prometidos

Con el Gobierno ya superando sus metas de déficit en octubre, toda medida adicional debería equilibrarse con las posibles reducciones en el gasto para cumplir con la sacrosanta meta fiscal. Los analistas esperan pocos avances en esta materia hasta conocer los resultados de las elecciones. Entonces, la nueva Administración tendrá que mejorar los sistemas de salud, educación y rentas si quiere llegar al crecimiento del 8% y doblar su economía para 2022 como anticipó el actual Gobierno.

Este año, India dejó de ser el país con más habitantes que viven en la extrema pobreza, pero está en el puesto 130º (de 189) del índice de desarrollo humano, por detrás de Sri Lanka y China. Según un informe del Banco Mundial del año pasado, un 66% de su mano de obra está limitada como producto de la malnutrición en la infancia, lo que supone una pérdida del 13% de sus ingresos per capita. Comparado con otras economías emergentes, los empleados indios apenas trabajan 6,5 años en plenitud de productividad debido a la falta de políticas sociales y de salud, mientras que China o Brasil duplican esa cifra.

Otro obstáculo es la escasa incorporación de la mujer al mercado laboral. Apenas el 27% de ellas trabajan fuera de casa; el índice más bajo de las naciones emergentes y de los países del G 20, solo por encima de Arabia Saudí. Fomentar la igualdad, acabar con el feticidio femenino (abortos selectivos de niñas), además de mejorar la educación de las menores y su acceso al trabajo, debería ser una prioridad del próximo Gobierno de India, y no solo por motivos obvios de justicia social, sino también porque corregir esta situación le permitiría a aumentar su PIB en 667.000 millones de euros —­un 18% más— en la próxima década, según el McKinsey Global Institute.

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