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¿Qué planificación del ahorro se adapta mejor a tus necesidades?

El principio del año es un momento propicio para organizar las finanzas personales y dar rentabilidad a lo que se logre economizar

Tras las fiestas navideñas llegan los propósitos para el año nuevo: apuntarse al gimnasio, hacer ese viaje soñado, y ahorrar, entre otros. Enero es un buen momento para realizar la planificación financiera del conjunto del año, ya que podemos hacer una previsión de nuestros ingresos y de lo que ahorraremos, y decidir en qué productos invertiremos este ahorro.

Antes de todo, habrá que estudiar cómo se puede ahorrar en el día a día, y las facturas que se acumulan a lo largo del mes —agua, luz, gas o internet— son clave en este sentido. “Al ser servicios recurrentes, conseguir mejores tarifas nos permitirá realizar ahorros importantes”, destaca Antonio Gallardo, experto financiero del comparador bancario iAhorro.com. “Un par de meses antes de sus vencimientos, también es bueno que comparemos los precios de nuestros seguros”, añade.

Como si de un un gasto más se tratara, es importante establecer un presupuesto del ahorro. “Destinarle un 10% o 15% de los ingresos nos permitirá cumplir objetivos futuros y nos ayudará en el caso de tener que hacer frente a desembolsos imprevistos”, explica Gallardo. Para ello, este experto financiero subraya que “lo más efectivo es separar los gastos en distintas categorías: los indispensables, los accesorios y, por último, los que son un capricho. A partir de allí, buscaremos el equilibrio de nuestras finanzas”.

Desde lo más clásico…

Pero si nuestro objetivo no es solo ahorrar sino también darle rentabilidad a lo que hemos logrado economizar, tendremos que analizar cuidadosamente nuestro perfil de riesgo y la fase del ciclo en el que nos encontremos o, lo que es lo mismo, cuál es el horizonte temporal de nuestra inversión. El nivel de riesgo, la rentabilidad, los plazos, la fiscalidad y el grado de liquidez de los diferentes productos financieros son elementos fundamentales a considerar para elegir el que más nos beneficie.

Teniendo en cuenta el nivel de riesgo, las cuentas corrientes, las libretas de ahorro y los depósitos a largo plazo son los productos más seguros, ya que el Fondo de Garantía de Depósitos garantiza hasta 100.000 euros por cada titular y por cada entidad. “El lado menos positivo es la rentabilidad prácticamente nula que generan”, señala Mamen Aranda, profesora de Finanzas de la Universidad de Navarra. “Hay que desconfiar de los productos y las entidades que ofrezcan una gran rentabilidad sin asumir riesgos: no existen los chollos. Si existieran, todos los compraríamos y su precio subiría”, insiste la catedrática.

… a lo más osado

Quienes se atrevan con niveles mayores de riesgo podrían dejarse tentar por las criptomonedas. “El valor del bitcoin pasó de los 850 euros que tenía a principios de 2016 a los 16.000 euros de enero de 2017, generando una rentabilidad del 1.500%”, apunta Aranda. “Desde entonces su cotización ha caído y ahora vale 3.443 euros, por lo que un inversor que hubiese comprado bitcoins a finales de 2017 y los vendiese ahora, perdería el 78%”, concluye.

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Entre las criptomonedas y las cuentas corrientes podemos encontrar un punto medio de riesgo en los títulos de renta fija pública y privada, como bonos y acciones. En este caso, en palabras de Aranda, es muy importante construir una cartera diversificada. Es decir, combinar activos de distintos tipos y con oscilaciones en los precios que no estén perfectamente sincronizadas, para que la pérdida del valor de unos se compense con la revalorización de otros.

Ojo con la gestión

La gestión de este tipo de inversiones se puede efectuar por internet directamente por parte del cliente, pero, si no se tiene el tiempo o los conocimientos necesarios, la profesora recomienda que la composición de la cartera y su revisión periódica sea llevada a cabo por un profesional.

“Aunque rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, existen numerosas empresas o portales online que permiten comparar distintos fondos en términos de riesgo, rentabilidad histórica, costes para el cliente y liquidez”, apunta Aranda. “Algunas también asesoran y sirven de canal para invertir en los fondos”, matiza.

Comprar una vivienda

Y si todos estos productos no ejercieran un atractivo suficiente, siempre queda la posibilidad de invertir en el ladrillo. Una opción que, tras el principio de recuperación que está viviendo el mercado inmobiliario, ha ido sumando cada vez más adeptos, y consiste en comprar una vivienda para alquilarla posteriormente.

“Quizá el ladrillo no ha tenido una buena fama en los últimos años, pero las nuevas tecnologías han venido en ayuda de quienes quieran lanzarse en este mundo”, afirma Aranda. “Cada día surgen empresas online que ofrecen a particulares la posibilidad de invertir en activos mobiliarios a través de internet y desde cuantías pequeñas”.

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