¿Quieres invertir sin tener que mover un dedo? Quizá te interese la gestión pasiva
Si temes que invertir tu dinero en títulos acarrearía demasiado estrés, tal vez esta sea la estrategia para ti
¿Hay alguna manera de invertir dinero sin agobiarse por tener que estar constantemente pendientes de las cotizaciones de los títulos que se han adquirido? ¿Es posible despreocuparse de la inversión en el corto plazo y, mientras, disfrutar de la vida? Una respuesta positiva a estas preguntas podría estar en la construcción de una cartera de valores que replique el comportamiento de un determinado índice de referencia, independientemente de las condiciones de mercado y sin la pretensión de superarlo en ningún momento.
Es lo que se llama gestión pasiva, una estrategia de inversión que ya ha evolucionado hacia una especie de versión 2.0, pero que tiene todavía un amplio potencial en España, aseguran los expertos consultados. Hay quien aboga por este tipo de gestión y la aconseja encarecidamente, aunque en el lado opuesto se hallan los que privilegian la filosofía vinculada a la llamada gestión activa. Entonces, ¿cuáles son las ventajas y las desventajas de la gestión pasiva?
¿Nadie puede hacer mejor que los índices?
El fundamento de la gestión pasiva radica en la convicción de que la gestión activa –es decir, una selección específica de valores que intentan batir los índices– “no es capaz de obtener una rentabilidad superior a la de su índice de referencia”, explica Pablo Martínez Bernal, responsable de relación con inversores de Amiral Gestion. Por el contrario, “los gestores activos piensan que sí es posible hacerlo mejor que los mercados mediante una adecuada asignación a valores con buenas expectativas de rendimiento”, dice Sergio Miguez, director de relaciones institucionales para España de la asociación europea de asesores financieros independientes EFPA.
En otros términos, la gestión pasiva parte de la asunción teórica que los mercados son eficientes y no es posible rebasarlos de forma consistente. Así, si invertimos en un fondo de gestión pasiva del Ibex-35 (de referencia para la Bolsa española), obtendremos la misma rentabilidad que este índice (a la que, no obstante, habrá que restar las comisiones de gestión y depósito del fondo), pero nos habremos ahorrado la búsqueda, el análisis y el seguimiento de aquellos valores que se supone puedan tener rendimientos mayores, y los costes que conllevan. La construcción de la cartera habrá sido estática: viene ya determinada por el mismo índice y no evoluciona con el tiempo.
Una estrategia más barata
En este elemento estriba la que tal vez sea la mayor ventaja de la gestión pasiva. “Al no necesitar de gestores y analistas que seleccionan cuidadosamente los valores a elegir, resulta más barata que la activa”, subraya Bernal. Este experto señala que, si las comisiones de gestión de los fondos de gestión activa en renta variable suelen oscilar entre el 1,5% y el 2%, existen productos de gestión pasiva en los que esta prima ronda apenas el 0,20%.
A esta característica, el responsable de distribución pasiva de Deutsche Asset Management, César Muro, añade la diversificación, ya que esta estrategia permite el acceso a todos los componentes del índice con una sola orden y cubre varias clases de activos como renta variable, bonos, y materias primas, entre otros. Liquidez, transparencia, flexibilidad y eficiencia completan la lista de las ventajas de la gestión pasiva, en palabras de este experto.
Sin complicaciones, para quien no conoce el mercado
Las herramientas más utilizadas para implementar la gestión pasiva son los fondos cotizados (o ETF, Exchange Traded Funds, en inglés), productos que no están exentos de cierta elaboración. “Para poder replicarlo, la cartera de un ETF tiene que ser cada día idéntica a la del índice y periódicamente es necesario ajustar los pesos, incorporar las compañías que entran en él o sacar las que salen”, destaca Bernal. Existen también fondos índices y futuros sobre índices.
Preguntado por las desventajas de esta estrategia de inversión, Muro concede: “Me cuesta encontrar alguna”. Para Bernal la principal reside en su misma naturaleza y es que nunca seremos capaces de obtener más rentabilidad que el índice. “Los gestores activos de éxito siempre lograrán mejores rentabilidades que nosotros, aunque según diversos estudios menos del 15% de los gestores activos logra batir a sus índices de referencia a largo plazo”, argumenta este experto.
De esta forma, Bernal aconsejaría la gestión pasiva a un inversor que no quiera complicaciones o que desconoce por completo los mercados financieros y no desee pagar a un asesor para que le ayude a encontrar buenos gestores activos. En la misma línea, Muro sugiere que esta estrategia puede ser una opción adecuada para la parte principal de la cartera. “Ayuda a ser más eficiente en costes, obtener la rentabilidad que ofrece el mercado y minimizar la volatilidad de la cartera gracias a la diversificación”, afirma.
¿Y a quién se desaconseja esta estrategia? “A todo aquel inversor que tenga la convicción de que puede encontrar una gestión activa de calidad, ya que obtener entre el 2% y el 6% de rentabilidad en renta variable menos cada año marca la diferencia en períodos muy largos”, opina Bernal.
¿Un debate falaz?
La contraposición entre uno y otro bando es, al fin y al cabo, una cuestión de fe. “Un riguroso proceso de análisis nos conduce a una correcta selección y asignación de activos que con la supervisión profesional de unos buenos gestores nos permite con una alta probabilidad superar la rentabilidad de los índices de referencia en el largo plazo”, defiende el director general de Ibercaja gestión, Valero Penón. “Prácticamente todos nuestros fondos aplican la gestión activa”, admite.
Poner frente a frente los dos tipos de inversión “es un debate falaz”, zanja sin embargo Miguez, para quien el asesor debe buscar siempre la solución que mejor se adapta a cada cliente. A la hora de decantarse por una de las dos, sería oportuno, en su opinión, fijarse en algo más que los costes. “Los objetivos de inversión, la fiscalidad de los productos, o el grado de eficiencia del mercado concreto en el que se invierte, son otros tantos factores importantes a tener en cuenta”, redunda. “Está claro que batir la bolsa de Estados Unidos es mucho más difícil que la de un país emergente, por ejemplo”.
El recorrido que le queda en España es largo
La principal novedad surgida recién en la gestión pasiva es el denominado smart beta o factor investing, que consiste en apostar por elementos que históricamente han demostrado su capacidad para captar buenas rentabilidades. “En vez de seleccionar una cartera por las capitalizaciones bursátiles, como hacen los fondos cotizados, un fondo smart beta selecciona de forma automática una cartera en función de criterios como sus valoraciones, su baja volatilidad, u otro”, explica Bernal. “Es el elemento más de moda ahora”, asegura.
Desde el punto de vista del inversor, se nota un mayor interés por utilizar los ETF en las bancas privadas dedicadas a los grandes patrimonios, mientras que antes eran utilizados sobre todo por inversores profesionales, en opinión de Muro. También están apareciendo nuevos jugadores en la escena de la inversión, como los robo advisors, destaca este experto. Estas herramientas llegan al cliente a través de medios digitales y ofrecen soluciones de inversión y ahorro mediante carteras que incluyen vehículos de gestión pasiva.
Nacida en Estados Unidos en los años setenta del siglo pasado, la gestión pasiva ocupa en España un lugar en el mercado mucho más reducido que la media de países como Italia, Alemania, Francia o Reino Unido. “No hay muchas estadísticas al respecto”, admite Pablo Martínez, responsable de relación con inversores de Amiral Gestion, “pero la cuota de gestión pasiva en España es un 1%, frente a más del 30% en Estados Unidos”. El recorrido que le queda a este tipo de inversión en España es todavía largo, mientras los indicadores internacionales muestran su auge: 2016 fue el primer año en el que la gestión pasiva globalmente tuvo flujos superiores que la activa.
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