Los huertos que acabaron con el absentismo escolar en el Bronx
Un profesor impulsa un modelo de educación y alimentación basado en el cultivo de vegetales
Hace ocho años, Stephen Ritz, un profesor de un colegio público del neoyorquino Bronx, 34 años de docencia a sus espaldas (no confiesa su edad), pidió material escolar para dar clase de ciencias. Cualquier cosa hubiera ayudado: microscopios, libros, probetas. Pero lo único que recibió fue una caja con algo que, de un primer vistazo, le parecieron cebollas, y la abandonó tras un radiador del aula. Poco después, un alumno que se estaba peleando con otro metió la mano en el escondite para coger algo que Ritz temió peligroso. Lo que sacó fue un puñado de flores. Eran narcisos, el contenido real de la caja, que habían germinado con el calor y que aplacaron el conflicto. Los alumnos se abalanzaron sobre ellas y se pasaron el día jugando.
"Fue una especie de epifanía", explica Ritz. "Entendí que las plantas tenían un poder con el que era posible hacer algo mayor". Desde ese momento, este profesor consagró su trabajo a cambiar la educación y los hábitos alimenticios de los alumnos del Bronx mediante la Green Bronx Machine, una organización sin ánimo de lucro que promueve el cultivo de vegetales dentro de las escuelas como si fuera una asignatura más y como solución para surtir el menú escolar. Al grito de No pares, sigue sigue, su arrollador engranaje verde ha inspirado a centros de todo el país en la siembra de espacios vegetales interiores. Su visión, recogida en The power of a plant, libro en el que narra la transformación de su colegio, ha recorrido el mundo y ha llegado hasta el Vaticano y la Casa Blanca, de la que se llevó a Bill Yosses, exjefe de repostería en la era Obama y adalid de la campaña Let’s Move, que ahora trabaja mano a mano con él.
15.000 semillas por Nueva York
Tras el episodio de los narcisos, Ritz y sus alumnos plantaron 15.000 semillas por toda la ciudad de Nueva York. "Hacíamos jardines ornamentales para, de alguna manera, combatir el crimen, ya que los convertíamos en lugares productivos y aspiracionales", recuerda. "Y chicos que nunca habían tenido éxito en nada, de un día para otro, estaban construyendo algo, poniendo su empeño, ensuciándose, mejorando esos espacios poco a poco".
Después acometieron su propio colegio, la Community School 55, una pequeña escuela pública en el sur del Bronx, distrito en el que un tercio de su millón y medio de habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza. Allí, en una biblioteca en desuso, hicieron crecer jardines verticales con lechugas. Y lo combinaron con un pequeño huerto interior de frutales, especias y legumbres.
"Ostentábamos una de las peores tasas de rendimiento escolar de EE UU", amplía Ritz, uno de los ponentes invitados por el foro Clinton Global Initiative, impulsado por el expresidente de Estados Unidos, durante el Día de la Tierra en 2015. "Este es el hogar de los Tigres del norte, literalmente, chicos complicados que no han gozado de oportunidades que se ven obligados a irse de su barrio natal".
Hoy, "30.000 kilos de vegetales después", como dice el profesor, han revertido algunos números clave de la comunidad. "Hemos elevado la asistencia a clase del 40% al 93% en alumnos de secundaria y, año tras año, tenemos un 100% de aprobados en los exámenes de ciencias del Estado de Nueva York", detalla. "De aquí salen ciudadanos adultos: graduados, miembros de la clase media, universitarios, profesores, chicos que tienen sus propias casas…".
Uno de ellos es Calvin Reyes, de 22 años. "Empecé en la Green Bronx Machine en 2011", dice. "Hoy estoy más sano y trabajo a tiempo completo. Y valoro mucho formar parte de algo que ha cambiado nuestra comunidad". Marilee J, estudiante de nueve años de Ritz, dice que lo que más le gusta es la ciencia y cocinar. "Aquí puedo hacer las dos cosas a la vez y lo pasamos muy bien". Como Reyes, otras 2.000 personas más han obtenido un empleo directa o indirectamente a través de la organización. La historia, inesperadamente, ha despegado del Bronx: recientemente, gigantes como CNN, Youtube y PwC han apoyado económicamente la causa.
De las patatas fritas a las mandarinas
Antes de la Green Bronx Machine, Ritz antes era conocido entre sus estudiantes como El Gran Queso. Pesaba más de 130 kilos y, según cuenta, comía las mismas chucherías de las tiendas de alimentación que sus alumnos compraban en los recreos. Sufría del corazón y tenía todas las papeletas de desarrollar diabetes.
"Perdí más de 40 kilos simplemente comiendo lo que plantaban los niños en la escuela", recuerda. "Si tú enseñas a los chavales a hacer crecer esos alimentos y les enseñas cuáles son sus características, les hablas de ellos en términos de juego, de reto; ellos tienden a comer esas cosas. Si lo cultivan, lo comen. Y eso aquí es vital porque la comunidad tiene medios y acceso limitado a comida sana, saludable y fresca".
La máquina de Ritz, en la que trabajan voluntariamente su mujer y su hija, ha cultivado y comercializado más de 25 toneladas de hortalizas desde que comenzó su actividad, reinvirtiendo los beneficios en el proyecto. Las mandarinas han sustituido a las patatas fritas. "Con alegría y sin caras de asco", dice el profesor. "Para la gente es raro ver cómo estos niños piden peras, manzanas, ensaladas. Aquí en el Bronx, sucede".
Su modelo se ha establecido en más de 5.000 aulas de colegios en otras partes de Estados Unidos como Chicago y Nueva Orleans y en Canadá, y una replica de la clase vegetal de su colegio está instalada en los Jardines Botánicos Nacionales en Washington.
En estos momentos, Ritz vuela a Dubai para visitar varios colegios. Le pedirán, como siempre, que se ponga su sombrero de queso, un complemento que se ha convertido en su seña de identidad y que calzó hasta en su visita a la Casa Blanca. Y él, mientras que alguien quiera escuchar su historia, se lo pondrá sin rechistar y dirá: “Soy un gran creyente de la educación pública y el yes we can. Si hemos logrado esto con los chicos del distrito más complicado del país, lo podemos lograr en cualquier parte”.
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