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López de Letona, ministro tecnócrata de Franco que llegó a gobernador

Ocupó durante cinco años la cartera de Industria en el Gobierno de los ‘Lópeces’

Miguel Ángel Noceda
José María López de Letona, en una imagen de 1987.
José María López de Letona, en una imagen de 1987.A. GARCÍA FRANCÉS

La muerte de José María López de Letona y Núñez del Pino lleva a rememorar aquel Gobierno de los Lópeces que Franco formó en 1969, después del escándalo Matesa. Junto a Letona, que pasó a ocupar la cartera de Industria, estaban Gregorio López Bravo, como titular de Exteriores, y Laureano López Rodó, ministro del Plan de Desarrollo. Los tres tuvieron mucho peso en aquel Ejecutivo de tecnócratas del tardofranquismo en el que el dictador también colocó al almirante Luis Carrero Blanco como vicepresidente.

López de Letona, burgalés nacido en 1922, hijo de militar, se hizo ingeniero de caminos en 1949 y comenzó a trabaja en la empresa Vías y Construcciones con su primo Rafael del Pino, que luego constituiría Ferrovial, a cuya creación colaboró junto a otros personajes como Leopoldo Calvo Sotelo y Claudio Boada, con los que siempre estaría muy vinculado y con los que, ya en democracia, formaría la renombrada beautiful people. En Vías y Construcciones estuvo toda la década y llegó a director general, primero, y miembro del consejo de administración, después.

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En aquellos cincuenta la autarquía de los primeros años franquistas bostezaba para dar paso al Plan de Estabilización y los planes de Desarrollo, momento en que, paralelamente, irrumpieron los tecnócratas del Opus Dei y empezaron a tomar el poder. Uno de ellos era López Rodó, que fue quien llevó a Letona a su departamento en 1965 como subcomisario y le confió la programación industrial.

Eso significó la entrada de este hombre en política y, quizá por su buena relación con el otro López, se le vinculó al Opus. Un peaje del que Letona siempre se quejó: “Mi situación me permitía abrir un paréntesis en mi actividad empresarial y la posibilidad de conocer a fondo la situación económica del país desde la Comisaría del Plan, que parecía ser un centro neurálgico del poder que me resultaba atractiva. Lo que no sabía es que mi entrada en la vida política por la puerta del Plan de Desarrollo me iba a marcar durante mucho tiempo como hombre de Laureano y, en consecuencia, supuestamente vinculado al Opus, como se decía de todos los que trabajábamos en el Plan de Desarrollo”.

Tampoco le hizo mucha gracia lo de los Lópeces, que a su juicio nunca tuvo el menor fundamento. La realidad es que hasta el momento de entrar en la Comisaría del Plan, había permanecido completamente ajeno al devenir político. “He sido siempre un hombre muy independiente, interesado por la cosa pública, pero sin pertenecer a ningún grupo político, económico o confesional”, manifestó en una ocasión al respecto.

Puertas giratorias

Los tecnócratas reforzaron su posición en 1969 con la salida del Gobierno de los azules. Era el triunfo de los Lópeces, por poco que le gustara a Letona, que alcanzó la titularidad del Ministerio de Industria, en el que estuvo hasta 1974. López de Letona decía que el objetivo no podía ser otro que la expansión, y que la política industrial iba unida a la política económica general. Bajo esa premisa, impulsó la reorganización del Instituto Nacional de Industria (INI), al frente del cual colocó a su amigo Claudio Boada. Dentro del INI estaba entonces el sector energético y en la recién nacida Empresa Nacional del Gas (Enagas) se situó su primo Rafael del Pino. Como gran logro de su mandato, se apunta que trajo la Ford a Almusafes (Valencia) y, este no tan sonado, de instalar un nuevo astillero en Cádiz, que pocos años después se vería muy afectado por la reconversión.

Al mes de salir del Gobierno, en 1974, y sin que nadie hablara entonces de las puertas giratorias, asumió la presidencia de Enpetrol (uno de los embriones de la actual Repsol), que compatibilizó además con la fundación del grupo privado Interholding. Una aventura en la que también repetían Calvo Sotelo y Del Pino y en la que Mariano Rubio, con cuya prima (María Teresa Olarra Jiménez) estaba casado, llegó a desempeñar la dirección general.

Muerto Franco, Letona figuró entre los nombres con posibilidades de sustituir en la presidencia del Gobierno a Carlos Arias Navarro. Fue elegido Adolfo Suárez, que le nombró gobernador del Banco de España. Siguieron los compadreos. López de Letona nombró a Mariano Rubio subgobernador, puesto en el que permaneció hasta que fue nombrado gobernador en sustitución de José Ramón Álvarez Rendueles. Su marcha del banco central coincidió con el estallido de la primera gran crisis bancaria, que se llevó por delante más de un centenar de bancos y en la que el banco emisor se vio superado. En 1981 pasó al frente del Banco de Madrid, filial de Banesto, cargo que compartió con la presidencia de la patronal de las grandes constructoras Seopan.

‘Beautiful people’

Por aquellos años de la Transición, el activo López de Letona participó en la fundación de la Asociación para el Estudio y Acción Empresarial, que daría lugar al Círculo de Empresarios, junto con su primo Del Pino y un buen número de empresarios de la época. Presidió la institución entre 1977 y 1982 y luego pasó a ocupar una vicepresidencia hasta 1990.

Para entonces, al igual que sus compañeros de la beautiful people, había aceptado la democracia. Eso no impidió que en 1981 este hombre, que había sido procurador en las dos últimas legislaturas franquistas, reconociera que “Franco fue una personalidad excepcional, con el carisma del vencedor, una gran autoridad y un peculiar sentido político, y todo ello erosionado por los condicionantes de la edad que fue la causa principal de los errores cometidos en los últimos años, en que muy posiblemente hubiese debido retirarse como De Gaulle...”. “Franco era un anciano afable del que emanaba una gran autoridad”, remataba.

Pero ya había dejado la política y se centraba en la empresa y, específicamente, en la banca y en Banesto, donde aterrizó en 1996 empujado desde el Banco de España y el Ministerio de Economía del Gobierno socialista, que dirigía Carlos Solchaga. Entró para ocupar la plaza dejada por otro de los lópeces, López Bravo, muerto en el accidente aéreo del Monte Oiz (Vizcaya). Eran tiempos de cambios imparables y, con España ya integrada en la Comunidad Europea, el sector bancario se precipitaba a integraciones. La entonces primera entidad financiera no se encontraba precisamente preparada para afrontar los embates y se le empezaron a romper las costuras. Por eso, la autoridad le encomendó arreglar el entuerto como consejero delegado bajo la presidencia de Pablo Garnica, con el que nunca se entendió. Fue entonces cuando se produjo la opa del Banco de Bilbao sobre Banesto, que provocó una fuerte división entre las familias del banco. En medio del enfrentamiento, apareció la pareja Conde-Abelló, lo que obligó a dimitir a Letona, muy a pesar también del Gobierno socialista.

Conde tomó el poder y lo de después es otra historia muy larga. Letona siguió vinculado al Círculo, donde es dirigente su hijo José María, y fue consejero de varias empresas, entre ellas el Banco de Alcalá. Recibió, entre otras condecoraciones, la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la de Isabel la Católica, la Orden al Mérito Civil de la República Francesa y la Orden de Mayo de la República Argentina.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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