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Viejos vicios económicos para un nuevo Gobierno

A pesar del auge de las exportaciones y la internacionalización empresarial, el modelo necesita más innovación y menos precariedad laboral para alcanzar una mayor productividad

María Fernández

"Algo se mueve en España que la deja parada”. Diez años de depresión económica y post-crisis han dejado heridas que hacen que el chiste tenga bastante de cierto. Ahora que la inestabilidad política sacude el país, con un nuevo presidente y un Gobierno frágil, los análisis más optimistas invocan la buena salud de la actividad productiva, la misma que se sigue nutriendo del sector servicios y de una construcción que revive de entre los muertos.

Luis Tinoco

“Presentan una moción de censura cuando las cosas van bien”, decía el jueves el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Horas después su liderazgo agonizaba. Su legado se mide en puntos de PIB: desde finales de 2013, dos años después de llegar al poder, la economía creció un 13% (acumulado). Se necesitaron diez años para que, a mediados de 2017, la actividad recuperase los niveles anteriores a la crisis. La desigualdad ha crecido, la I+D ha caído y la industria, con excepciones, no ha conseguido ocupar un espacio mayor durante este tiempo pese a las apelaciones al “cambio de modelo productivo”. Todos los políticos han hablado de él. Incluso el nuevo presidente, Pedro Sánchez, invocó este viernes la necesidad de revertir el patrón económico para reducir la precariedad y depender menos de los motores tradicionales.

Pero nunca se ha dado tal cambio. El tamaño de las empresas sigue siendo prácticamente el mismo (un 55% no tiene asalariados frente al 51% de 2008, la inmensa mayoría son micropymes); la tasa de pobreza ha crecido en tres puntos y el paro se ha reducido, pero mantiene un enorme diferencial con el de economías avanzadas de Europa. No hay consenso sobre cómo fortalecer el sistema educativo y los vientos de cola se agotan: sube el petróleo y se terminan los estímulos monetarios.

La evolución del sector de la construcción y la fortaleza del turismo recuerdan al día de la marmota, algo que en parte admiten la docena de expertos consultados. “Los fundamentales, desde el punto de vista del modelo productivo, no se han modificado”, resume Jorge Fabra desde Economistas frente a la Crisis. Excepto por una cosa: de un déficit exterior que estuvo cerca del 10% del PIB en los peores momentos se ha pasado a conseguir seis superávit consecutivos gracias al tirón de las exportaciones. “La buena noticia es que la composición del PIB sí ha cambiado, las exportaciones han ocupado el lugar que dejó la construcción”, analiza desde AFI Diana Posada. “No es exacto que no se haya aprendido nada, tenemos una expansión significativa y prolongada, seguimos con unas cuentas exteriores equilibradas”, explica el también economista César Molinas.

El saldo exterior obedece, según el Banco de España, a que el país ha ganado competitividad. Pero, como resume Albert Recio, del departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, el problema “sigue estando en el mix productivo”. Un viejo conocido que ningún gobierno ha conseguido modificar hacia áreas de más valor añadido.

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¿Lo conseguirá el próximo Ejecutivo? Por ahora, ironizan algunos, se mantiene el binomio camarero-albañil. El Observatorio Industrial de la Construcción constata que, por primera vez en 12 años, el valor añadido bruto del sector en el PIB avanzó en 2017 hasta el 5,2% tras 11 trimestres consecutivos creciendo. En el primer trimestre del 2018 el ladrillo creció un 6% interanual, algo que no se veía desde 2001. Ahora representa el 10,6% del PIB, lejos del 21,1% de 2007.

El turismo, por su parte, aportó 172.900 millones de euros a la economía española en 2017 —incluidos efectos directos, indirectos e inducidos—, un 5,7% más que en 2016, lo que supone un peso del 14,9% del Producto Interior Bruto (PIB), según el informe anual del Consejo Mundial de Viajes y Turismo.

De esos polvos, algunos lodos. El INE acaba de publicar la encuesta de estructura salarial del 2016, donde los ingresos medios anuales por trabajador en España se situaron en 23.156 euros, solo un 0,2% más que el año anterior (con una economía que crecía al 3,3%). El salario más frecuente, calcula UGT (descontadas cotizaciones sociales e IRPF) es de solo 993 euros mensuales en el caso de un trabajador sin hijos con contrato indefinido. La remuneración en construcción se sitúa por debajo de la media (poco más de 22.000 euros) y en último lugar de la tabla está la hostelería, ese admirado sector en el que cada trabajador percibe un salario medio bruto de 14.125 euros al año. Como el dinosaurio del cuento, las debilidades siguen ahí.

1. Empleo

La reducción del desempleo es una de las victorias recientes de la economía, aunque el precio que se ha pagado es muy alto. “Tras la devaluación, entre 2008 y 2013, se perdieron casi diez puntos de poder de compra. Y ahora la reactivación no se traslada a las nóminas por la reforma laboral de 2012 que rompió la correa de transmisión para que eso fuera posible al desequilibrar la negociación colectiva y dar un poder desmesurado a las empresas para modificar las condiciones”, dicen en UGT. Con 3,8 millones de personas buscando un trabajo, la tasa de paro ha caído en diez puntos en el último lustro hasta el todavía abultado 16,7%. El paro juvenil entre los menores de 25 alcanza el 36,8%, y existe una brecha salarial cada vez más grande entre inmigrantes y nacionales (más amplia que la que hay entre hombres y mujeres).

Sobre el mercado de trabajo, Raymond Torres, director de coyuntura y análisis internacional de Funcas, señala un aspecto que se comenta poco, “y es que aquí el empleo es procíclico, cuando en casi todos los países es anticíclico. Es decir, cuando hay recesión las empresas de otros lugares retienen trabajo, hay menos EREs. Y en España ocurre al contrario, despide en épocas de crisis y en expansión crece mucho el empleo. Es como si el empleo se tirase por el precipicio cuando hay recesión, lo que lleva a que la situación sea peor que si la economía realizase ajustes más suaves. Además, el paro estructural no se ha corregido”. El director de Funcas advierte de la alta temporalidad, que roza el 27% y que coloca al país como el peor de la UE. “Tenemos que mejorar la eficiencia y equidad en el mercado de trabajo porque hay margen para ello”.

En la parte más positiva, Rafael Domeneq, del BBVA Research, califica de “inédita” la evolución de los costes laborales: “Por primera vez se crea empleo con una situación de superávit en la balanza por cuenta corriente y mientras se reduce nuestro endeudamiento con el resto del mundo”. Las empresas ya no tiran de endeudamiento para crecer, sino que financian su inversión con el ahorro. “Eso hace que el crecimiento sea más sostenible. Los costes laborales unitarios están más contenidos porque ha aumentado la productividad, hemos corregido una brecha que teníamos con otros países”.

2. Construcción y turismo

¿De qué sirve un futuro ideal construido en terreno ilegal?, decía una canción de Fangoria. El ladrillo sigue siendo el gran fantasma de la economía. Según el Banco de España, la inversión en construcción lleva cuatro años creciendo por encima del PIB (excepto en 2016, que creció por debajo). “Otra vez, el ladrillo avanza rápidamente”, señalan varios expertos. Como define Albert Recio, los políticos han estado echando gasolina al fuego todo este tiempo. “En vez de apoyar políticas industriales en España, las únicas que se han practicado han sido para relanzar el inmobiliario… desde las Socimis a dar la nacionalidad a extranjeros que invirtiesen en inmuebles [por compras superiores a los 500.000 euros]”.

Óscar Carpintero, de la Universidad de Valladolid, introduce una variable ambiental en el análisis. Cuando pinchó la burbuja en España se consumían 22 toneladas per capita de energía y materiales para producir bienes y servicios. “La mitad eran productos de cantera para alimentar el boom inmobiliario”. Aunque esa cifra ha caído, todavía es muy alta y se sitúa entre “12 y 13 toneladas per capita”. Aunque los precios de los alquileres en las grandes ciudades y la costa estén disparándose, la buena noticia es que no hemos entrado en otra burbuja inmobiliaria por una razón, que apunta Torres: “En 2007 se seguía construyendo en un contexto de sobreoferta en la creencia equivocada de que los precios seguirían subiendo. Eso no se está produciendo porque la normativa es un poco más estricta, pero hay que prevenir. Todavía hay stock de vivienda sin vender y la VPO se ha parado, algo que habría que vigilar”.

En cuanto al turismo, sigue siendo un pilar importante aunque se empiece a percibir un agotamiento del modelo tradicional. Con 82 millones de visitantes, el sector aportó a la balanza de pagos un saldo positivo de más de 40.000 millones el año pasado, un 8% por encima del de 2016. ¿Hasta el infinito y más allá? “Podemos construir más hoteles, invadir más playas y quizá ganar 10 millones más de visitantes o mantener la restricciones de utilización de espacios y encarecer el precio mientras distribuimos mejor los viajeros a lo largo del año y potenciamos el turismo interior”, reflexiona Torres. La ventaja, para Francisco González, de Deusto, es que el sector puede renovarse desde dentro innovando, utilizando nuevas herramientas digitales.

3. Innovación

La fundación I+E y Deusto Business School, en un documento titulado Ideas, describen la hoja de ruta que el país debería seguir para construir una economía basada en la innovación y el empleo de calidad. El análisis es como el mapa del metro en una ciudad, con cuatro líneas llamadas “industria, innovación, empleo y educación”. Todas ellas son estaciones descuidadas en un país cuyo gasto en I+D (2016) es tan sólo del 1,19% del PIB (13.300 millones), frente al 2,03% del resto de Europa. Un informe de EAE publicado este jueves desliza que la inversión pública en España “no ha servido de dinamizador de la innovación” y la privada lejos de crecer, ha caído un 5% entre 2010-2016.

“Otros países han sabido cambiar su modelo”, enfatiza Francisco González, profesor de Deusto Business School. “Corea del Sur o Singapur han sabido cambiar, y es sorprendente que lo hayan hecho en pocos años”. Según la OCDE, el peso industrial en los países más competitivos del mundo, los que más invierten en innovación, supera el 20% y aquí representa el 16% (el 13% en manufacturas). González lamenta que, por ejemplo, España tenga unas infraestructuras estupendas que no se aprovechan debido a disfunciones y solapamientos. Pone como ejemplo al País Vasco, un polo de desarrollo gracias a que hay muy buena conexión entre el sector público, el privado y el educativo. “Podíamos ser líderes en creatividad. La automatización va a llegar a muchas áreas, pero la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional, las habilidades sociales… van a seguir siendo valores e igual somos un país donde otros podrían venir a inspirarse dentro de unos años”, dice.

4. Corrupción

Se siente pero no siempre se ve. La corrupción, que acaba de barrer a Mariano Rajoy, es uno de los elementos más dañinos para la economía. “Si es sistémica, o entras en ella o no haces negocio. Lo que nos llevó a la gran crisis fue ese tipo de cosas, no podemos caer en esos errores”, dispara el profesor de Deusto. “Con ella se pierde mucho dinero, impacta en las personas, es muy desmotivador”. Para Moisés Martín, de Red2red consultores, “estamos igual que estábamos [hace diez años]. La ley de unidad de mercado no ha establecido un marco claro. Hay un mercado muy oligopolizado, y reductos pequeños muy protegidos”. Para superar estas barreras se necesitan instituciones fuertes que garanticen la libre competencia. “Está claro que la CNMC no está funcionando”. En los últimos cuatro años, casi la mitad de las sentencias dictadas por la Audiencia Nacional tumbaron sanciones impuestas por el organismo contra prácticas monopolísticas y cárteles. Como también formula Domeneq, “el crecimiento podría ser mucho mayor si el grado de competencia aumentase”.

5. Tamaño de empresas

Una pyme alemana es, comparativamente, más capaz de exportar o invertir que una española. La clave está en su tamaño medio. Pero en España hoy hay más autónomos y microempresas que hace diez años y en cambio las firmas de mayor dimensión (de más de 20 trabajadores) han pasado de representar el 2,7% a caer al 1,9%, según la síntesis estadística del INE. “En el período 2008-2013 desaparecieron unas 280.000 empresas. Las de tamaño pequeño fueron las más afectadas. Ahora, con el tejido más o menos recompuesto, estamos a nivel precrisis”, describe desde Cepyme Carlos Ruiz, director de Economía. “El hándicap que se asocia al tamaño de la empresa, más que vincularlo como causa directa de una menor competitividad lo veo como una consecuencia de las condiciones de mercado. Si las empresas no crecen es porque en el entorno donde operan hay obstáculos regulatorios o porque la demanda que tienen que satisfacer no genera una dotación de capital grande”.

6. Industria

Bajo el elocuente título de Salvad la industria española, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco, Roberto Velasco, realizó hace algunos años una profunda reflexión sobre lo urgente que es el cambio del modelo productivo. Sus conclusiones siguen estando perfectamente vigentes. “La industria es fundamental por su capacidad de tracción. Está demostrado que un euro de valor añadido en la industria genera 1,6 euros en otros sectores”. Sin industria no hay país, piensa, pero lamenta que no se vaya a alcanzar el objetivo europeo de que represente el 20% del PIB en 2020. “La industria española tiene muchos problemas que se resumen en uno: baja productividad”. Minifundismo empresarial, escasa investigación, deficiente formación de mano de obra, elevados costes de la energía... la pescadilla se muerde la cola. “Tenemos multinacionales de bolsillo”, cree Velasco, que apela a la formación dual y a la formación de los propios empresarios. “No se hace de la noche a la mañana ni por decreto. El cambio se produce gracias a millones de decisiones y desde el Gobierno se puede favorecer marcando objetivos”.

7. Hogares y consumo

¿Están los hogares mejor preparados ahora para afrontar un nuevo periodo de inestabilidad? “Sus ratios de deuda han mejorado”, señala Diana Posada, pasando de cerca del 90% del PIB al actual 67%. Pero han surgido otros puntos débiles, porque durante la expansión las familias están consumiendo por encima de sus posibilidades, hasta alcanzar un mínimo histórico de ahorro del 5,7% de su renta bruta disponible. “Están manteniendo un ritmo de consumo muy elevado, eso las hace vulnerables si hay un nuevo shock”.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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