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Vacas que dan leche a la carta

Con la secuenciación del genoma de la raza Holstein, Zoetis abre el espacio a rebaños más rentables y productos más dirigidos

Miguel Ángel García Vega

El hombre ha mirado a las estrellas y al interior de sí mismo. En ambos lugares ha buscado respuestas. También ha observado su entorno donde desde hace miles de años los animales le dan compañía y sustento. Pero todo: los astros, la biología y las especies están ligadas por esa seda a la vez frágil y resistente que es la existencia y la economía. Ya sea cuando nos deslumbran las galaxias o nos asombra lo microscópico.

La secuenciación del genoma de la vaca frisona abre a los ganaderos nuevas posibilidades comerciales.
La secuenciación del genoma de la vaca frisona abre a los ganaderos nuevas posibilidades comerciales. Getty Images

La primera secuenciación del genoma humano, que decodificó los 3.000 millones de pares de bases que contiene el ADN, consumió 13 años y costó 2.500 millones de euros. “Hoy tarda menos de un día, cuesta 800 euros y genera un archivo de datos de solo 200 gigabytes”, recuerdan los analistas del banco de inversión Julius Baer. La genómica (ese saber que estudia la función y la estructura del genoma) ha entrado en nuestras vidas y en los hospitales. Resulta fácil reconocerla en el tratamiento del cáncer o en las afecciones autoinmunes, pero también halló su espacio en los establos y las granjas; ha viajado por otras geografías.

Kalamazoo es una ciudad orillada en el Estado de Michigan que apenas suena en la memoria. Algo más de 80.000 habitantes y el recuerdo de haber sido la cuna (antes de trasladarse a Nashville, Tennessee) en 1902 de las míticas guitarras eléctricas Gibson. Hoy esos acordes están en bancarrota. Sin embargo, en febrero de este año se escuchaba otra música: el suave traqueteo de pipetas, matraces y placas de Petri en el laboratorio que Zoetis (una empresa estadounidense dedicada a la salud animal) tiene en esa geografía. Después de varios años de trabajo secuenció por primera vez el genoma completo de una vaca lechera. En concreto, la raza Holstein, que es el equivalente a la frisona española. Hasta ese momento, la industria láctea usaba como referencia para el ganado vacuno el genoma de una vaca de carne (L1 Dominette 01449) del tipo Hereford nacido en Montana, que fue secuenciado en 2009. Sin embargo era mezclar, salvando las especies, churras y merinas. “Antes de nuestro descubrimiento, cuando un ganadero productor de leche quería analizar la genética de la vaca tenía que utilizar un animal de carne y extrapolar los resultados. Pero son razas diferentes”, reflexiona Félix Hernáez, director general de Zoetis España y vicepresidente senior de Europa del Sur. El avance no hace rehenes. Para entenderlo en la compañía proponen un símil: “Es como pasar de una televisión analógica a otra de alta resolución”. La brillante imagen de un mundo nuevo en lo científico y lo económico.

El ganadero, a través de un estudio genético, sabrá si una de sus vacas tiene más posibilidades de padecer mastitis, neumonía o, por ejemplo, cojera, que es una de las enfermedades genéticas más habituales y que suele acabar en el sacrificio del animal. Porque esta cartografía en forma de doble hélice del ADN sale del laboratorio y toca tierra en la cuenta de resultados. “El coste de una novilla desde su nacimiento hasta que empieza a producir es de unos 1.800 euros. Si puedes seleccionar el animal y saber cuál va a dar más leche, cuál será más resistente a las enfermedades o cuál tiene las mejores condiciones para ser cruzado y mejorar la raza se podrá aumentar la productividad de la explotación y el rendimiento económico”, relata Félix Hernáez. “Además, el uso de técnicas de genotipado podría aportar un beneficio [el cálculo es una extrapolación para España del índice Mérito Neto, que mide las ganancias potenciales que genera un animal en una granja] de 22 millones de euros solo en un año a los ganaderos. Por si fuera poco, también pueden modificarse las cualidades organolépticas de la leche para que contenga, por ejemplo, más Omega 3 o menos”.

De momento, la compañía, confirma una fuente del sector, está promocionando el producto sobre todo entre los criadores de Castilla y León y Galicia. El formato es una serie de test a través de la sangre o el tejido del animal y su precio variará según la complejidad del mapa genético que contrate el ganadero. Aunque por ahora la empresa no aporta ninguna cifra. “Todavía está sin definir”, matiza Hernáez. Pero tampoco será el jardín del Edén. “Comparado con las vacunas o los medicamentos, esto no lo hacemos como fuente de ingresos. Resulta irrisorio. No llegará ni al 0,5% de la facturación a nivel mundial. El beneficio es imagen, prestigio y que el ganadero sienta a la empresa como un compañero”.

Parte de Pfizer

Porque Zoetis ha viajado, como la mujer con alcuza del poema de Dámaso Alonso, a lo largo de muchas estaciones. Portando su peso y librándose del él. Hasta 2012 formó parte de la multinacional farmacéutica Pfizer. Ese año inicia un proceso de spin-off de su división de salud animal para convertirse en una firma independiente y durante 2013 comienza a cotizar en la Bolsa de Nueva York. En su accionariado, según Reuters, se sienta el banco de inversión Morgan Stanley y también Black Rock, la mayor gestora de fondos del mundo. Todos han contribuido a que la compañía facture el año pasado en ese universo de vacunas, antibióticos y productos farmacéuticos para animales un total de 5.307 millones de dólares. El retrato económico de la mayor empresa del planeta de su especialidad.

Sin embargo, alcanzar esos números exige, a veces, apearse en estaciones poco iluminadas. Una es el abuso de los antibióticos en la ganadería española. En ocasiones una leyenda negra, en ocasiones historia. “No se puede decir que el sector haya utilizado indiscriminadamente los antibióticos. Algunas explotaciones sí es posible que lo pudieran hacer, pero resulta injusto juzgar a toda una industria por casos aislados”, defiende Félix Hernáez. Una argumentación similar le sirve para mirar a los ojos a otro rincón sucio: el maltrato animal. “El nivel de las granjas ha subido muchísimo y el sector está absolutamente regulado”, sostiene. Pero todavía hay espacios ajenos a la luz. La castración física, por ejemplo, de los cerdos recién nacidos se continúa haciendo sin sedación. “Es algo con lo que nosotros estamos muy sensibilizados. Hay alternativas pensando en su bienestar como la castración con anestesia o el uso de vacunas para evitar esos procedimientos”, defiende el director general de Zoetis. Fármacos imprescindibles si queremos tratar a los animales con la dignidad que les debemos.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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