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Los vuelos ‘low cost’ se abren paso en Argentina

El desembarco de Norwegian rompe un mercado cerrado que impedía los billetes baratos

Carlos E. Cué
La aeronave de Norwegian ayer en el aeropuerto de Ezeiza, antes de su vuelo inaugural.
La aeronave de Norwegian ayer en el aeropuerto de Ezeiza, antes de su vuelo inaugural.AFP
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Cuando los responsables de Norwegian empezaron a analizar los datos potenciales de Argentina, la conclusión fue muy clara: es imposible que salga mal. Un negocio seguro. Un país enorme, con 5.000 kilómetros de norte a sur, con 40 millones de habitantes y una clase media-alta con capacidad económica y pasión por viajar, con enorme atractivo turístico entre Buenos Aires, una de las ciudades más bellas de América, y los 33 parques nacionales que jalonan el país con maravillas únicas como el glaciar Perito Moreno. Así que la compañía noruega que está arrasando en Europa con sus vuelos low cost y supone una amenaza seria para Ryanair decidió apostar por Argentina. La llegada el jueves de su primer vuelo, el Londres-Buenos Aires, que se vende por unos 800 dólares, marca la apertura definitiva de las low cost en Argentina, después de que la filial de Iberia Level empezara a ofrecer vuelos a Barcelona también por poco más de 800 dólares. En los vuelos internos las cosas van más lentas, pero también están arrancando y Norwegian será la gran protagonista.

En el sector, sin embargo, se toman con mucha cautela el optimismo generalizado que ha desatado este vuelo inaugural y que se vivió en la embajada británica en Buenos Aires, donde se celebró la llegada del primer avión rojo (el color de la bandera noruega). Las cosas en Argentina no son fáciles y el aeronáutico es uno de los sectores más cerrados del país, lo que ha provocado que para muchos argentinos sea más barato viajar fuera que dentro de su nación, donde Aerolíneas Argentinas tenía hasta ahora prácticamente un monopolio. Todo el que puede se va a Uruguay, Chile, Brasil, EEUU o incluso Europa y sostiene que sus vacaciones le salieron más baratas que en la costa argentina.

Los datos son elocuentes. En 2017 salieron 4,5 millones de argentinos residentes a visitar otros países y entraron 2,6 millones de no residentes a hacer turismo. Esto es, salieron el doble de los que entraron, algo difícil de explicar en un país con una enorme potencialidad turística. Los altos precios de Argentina, derivados de la inflación más alta de América después de Venezuela, y los vuelos caros –viajar a un destino en la Patagonia puede costar más de 400 dólares por persona en los aeropuertos a los que solo vuela Aerolíneas Argentinas, que son la mayoría- explican este fracaso de los argentinos para atraer turistas. Mark Kent, embajador del Reino Unido, explicó que cada año viajan 150.000 argentinos a su país frente a los 100.000 británicos que visitan la tierra de Borges.

La llegada de Norwegian, una aventura que empezó por el entusiasmo de un argentino afincado en Noruega, Ricardo Clarke, que convenció a todas las partes implicadas, ha desatado sin embargo un enorme entusiasmo. La compañía noruega asegura que si todo va bien puede llegar a invertir 4.300 millones de dólares para convertirse en la gran protagonista de los cielos argentinos. Ha solicitado y recibido autorización para 152 rutas, aunque habrá que ver cuáles se concretan. “En los próximos años Norwegian empleará entre 3.000 y 4.000 argentinos. Y contribuiremos a la creación de entre 50.000 y 55.000 empleos indirectos”, dice Ole Christian Melhus, CEO de la compañía en Argentina, entre el aplauso de los ministros de Transporte, Guillermo Dietrich, y Turismo, Gustavo Santos, entusiasmados con la llegada de la compañía noruega. A finales de año, según Melhus, ya habrá entre 6 y 10 aviones de Norwegian viajando por toda Argentina.

La clave estará en ese mercado interno. En Argentina el avión es tan caro que la gente se acostumbró a viajar en autobús. Los desplazamientos en este medio triplican los que se hacen en avión. Pero los autobuses también han ido subiendo sus precios hasta hacerlos casi equiparables al avión. Precisamente por eso ahora es un sector en crisis y el Gobierno de Mauricio Macri espera duplicar el tráfico aéreo en 2019.

El margen para crecer es enorme. Argentina es la tercera economía latinoamericana pero está en el quinto lugar de Sudamérica en cantidad de viajeros aéreos per cápita, por detrás de Chile, Brasil, Colombia y Perú. Pero aún quedan muchas resistencias. De hecho, Argentina ha hecho algo único: promueve las low cost, pero mantiene un precio mínimo para los vuelos, algo impensable en el mundo de Norwegian y Ryanair, donde abundan las ofertas de billetes por 20 dólares. Poco a poco ese mínimo va quedando desactualizado con la inflación y la devaluación del peso, pero sigue ahí y el Gobierno no se atreve a eliminarlo por miedo a los sindicatos.

Los gremios aeronáuticos argentinos están en guerra contra las low cost, que tienen una política laboral y salarial mucho más dura, a la que ellos se oponen radicalmente. Los expertos noruegos siguen convencidos de que nada puede salir mal, pero los argentinos ya les han explicado que en el país austral no existen los negocios seguros porque todo es imprevisible. La batalla sindical promete ser muy dura, pero el Gobierno de Macri parece decidido a abrir los cielos argentinos, aunque sea muy poco a poco, como suelen pasar las cosas en el país austral.

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