Proteccionismo
A España, una economía pequeña y abierta, le ha ido bien en la era de la tecnología global
En las cuevas de Puente Viesgo, donde hay pinturas rupestres con más de 41.000 años, ya había piedras que usaban para cazar y para sus pinturas que venían de Francia. En la Motilla de Daimiel, en los primeros asentamientos urbanos de los iberos de hace 2.000 años, ya había marfil africano. Por lo tanto, los primeros pobladores europeos eran inmigrantes y había comercio con África antes de que llegaran los Fenicios.
Sin embargo, Donald Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos con su “América primero”. Antes que Trump, Ronald Reagan, el gran icono liberal, puso limitaciones a los japoneses y los alemanes para exportar sus coches a EE UU. Angela Merkel lleva más de una década de Canciller con “Alemania primero”. Los independentistas defienden que “Cataluña primero”. Brexit es “Reino Unido primero”.
La izquierda española ha votado en contra del CETA y un acuerdo de comercio con Canadá, un país con salarios mayores que en España y con derechos laborales y un estado del bienestar mucho más desarrollado que el nuestro. La izquierda y los sindicatos europeos añoran volver a los años setenta, cuando el 25% de la población mundial nos quedábamos con el 75% de la renta, la mayoría de chinos e indios vivían con dos tazas de arroz al día y quemábamos petróleo como si no hubiera mañana.
Macron, la gran esperanza blanca del liberalismo y del europeísmo, acaba de nacionalizar un astillero para que no lo comprase una empresa italiana. Rajoy quiere impedir que Atlantia compre Abertis. Anteriormente el Gobierno italiano impidió que Abertis comprara Atlantia. China quiere aprovechar los errores de Trump y convertirse en el líder del libre comercio. Pero en sus planes quinquenales contempla que el 75% de la producción en sectores estratégicos sean nacionales, el Estado ya no fija los precios pero sigue teniendo una intervención intensa en la actividad económica y manipula el tipo de interés y el tipo de cambio para favorecer el crecimiento. China no entra en la en la OIT porque tienen reglas que no les interesa cumplir. En el Consenso de Washington les dijimos a los emergentes que las inversiones extranjeras eran condición necesaria para el desarrollo. Ahora que el capital lo tienen China y la India, Trump dice a las empresas donde invertir a través de Twitter. Merkel ha creado un consejo de inversiones para impedir que empresas chinas compren su tecnología. Macron quiere que ese consejo sea europeo y lo dirija un francés.
Desde Puente Viesgo el ser humano no ha parado de globalizarse e innovar tecnológicamente con todos los elementos en contra, como Ulises en la Odisea. La tecnología hoy nos permite hacer las cosas de manera diferente y los humanos estamos adaptando nuestro comportamiento y nuestras instituciones al nuevo entorno. Y como la naturaleza, la dinámica es entrópica e impredecible.
España es una economía pequeña y abierta a la que le ha ido bien en la era de la tecnología global desde los años setenta y nos interesa que el mundo llegue a Ítaca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.