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Cómo cuidar de tu tarjeta de crédito para evitar que te timen

Robo, extravío, sustracción por Internet... si tu dinero de plástico corre peligro debes saber reaccionar

Una microcámara adherida al cajero automático graba la imagen de la tarjeta que el cliente tiene en su mano. Entidad bancaria, número de tarjeta, fecha de caducidad y número personal (o PIN, por sus siglas en inglés). Todo queda filmado y en poder de unos ladrones que, posteriormente, clonarán el plástico y lo utilizarán para sacar dinero de forma fraudulenta. Pese a sus características, propias más bien de un guion cinematográfico, este embrollo se utilizó de verdad, según cuenta José María López Jiménez, especialista en regulación financiera.

Pese a que algunas veces se dan robos muy sofisticados, es cierto que los fraudes relacionados con las tarjetas de pago en cajeros automáticos son algo bastante residual: en 2015 representó apenas un 4% de todos los fraudes que se produjeron, según la última memoria anual sobre la vigilancia de sistemas de pago del Banco de España.

Pero fraude sobre el dinero de plástico, sin embargo, está lejos de haberse extinguido. “Los ladrones han dejado paso a los ciberdelincuentes”, explican desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). “La mayor parte de los 687.000 robos con tarjetas registrados en 2015, por un importe total de 52 millones de euros, se produjeron en compras a distancia”, añaden. “El reforzamiento de las medidas de seguridad de los cajeros automáticos y de las propias tarjetas, como la implantación del chip electrónico, unido al aumento de los pagos con tarjeta a través de internet, ha provocado que los riesgos surjan ahora en la red”, confirma López.

Entonces, ¿cómo actúan los ladrones y cómo se pueden evitar los fraudes?

No facilites los datos de la tarjeta

El 55% de las operaciones fraudulentas con las tarjetas de pago se realizan en operaciones a distancia, según el Banco de España. Los mismos datos de la tarjeta que los ladrones antaño intentaban obtener a través de la observación directa del soporte físico, ahora los obtienen a través de Internet. Esto ocurre sobre todo “cuando los pagos se realizan por parte de los usuarios en entornos no seguros”, según López.

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¿Quién no ha recibido nunca en su correo electrónico una supuesta petición del banco o de alguna Administración para que proporcione los datos de su tarjeta y de su PIN? Ante este tipo de correspondencia –a veces fácilmente detectable, por estar plagada de errores ortográficos– “debemos ser cautos, porque ni nuestro banco ni ninguna institución nos van a solicitar esta información de esta forma”, aclara el también experto en uso ilícito de las tarjetas. Lamentablemente, “son muchos los usuarios que pican y facilitan el acceso directo a su tarjeta y a las transacciones que se puedan hacer con ella”.

En respuesta a este problema, sin embargo, se está difundiendo cada vez más el llamado comercio electrónico seguro, una práctica por la que los establecimientos que operan a través de internet y admiten pagos con tarjeta, antes de autorizar la operación, envían una clave al móvil del titular. La única manera para completar el pago será facilitar la clave. Esta medida “frustra una buena parte de las operaciones iniciadas por los delincuentes”, asegura López.

Comunica rápidamente el robo a tu banco

Cuando el propietario de una tarjeta la pierde o alguien se la roba, el mayor riesgo será su utilización por parte de otra persona en comercios online. Por ello, subraya López, “es fundamental que el titular, además de ser diligente en la custodia del instrumento y del PIN, comunique rápidamente a su entidad bancaria la pérdida o sustracción de la tarjeta, para que sea anulada”. Menos probable es que la tarjeta perdida o robada sea utilizada en cajeros o para pagar presencialmente en comercios físicos (los fraudes cometidos con tarjetas en TPV físicos fueron el 41% del total en 2015), ya que para ello sería necesario conocer el PIN.

“Sobre todo los clientes de edad avanzada anotan el PIN en el propio plástico o en un papel que llevan junto a la tarjeta”, destaca el experto. “En estos casos, quien la encuentra o la sustrae, puede vaciar la cuenta o el crédito de la tarjeta con suma facilidad”.

¿Quién asume la pérdida?

El problema, en el caso de un uso indebido de la tarjeta, es fijar el nivel de responsabilidad de su titular. La Ley de Servicios de pago establece que el propietario del plástico debe tomar todas las medidas razonables con el objetivo de no revelar los elementos de seguridad del que sea provisto, sobre todo el PIN.

Según esta norma, el titular es responsable por el uso fraudulento de su tarjeta solo por una cuantía máxima de 150 euros “salvo que la operación de pago no autorizada fuera fruto de su acción fraudulenta o del incumplimiento deliberado o por negligencia grave de sus obligaciones”. En este caso, asegura López, deberá soportar todas las pérdidas derivadas. En efecto, añade, “no parece muy diligente, en general, anotar el PIN en la misma tarjeta”.

A partir de la transposición de la directiva europea sobre servicios de pago, que deberá hacerse a más tardar en enero del próximo año, este límite se reducirá a 50 euros. “Esperamos que esta vez el Gobierno no incumpla los plazos, perjudicando a los consumidores, como ha ocurrido con la Directiva sobre crédito hipotecario”, piden desde la OCU.

En el caso de robo, extravío o utilización no autorizada de la tarjeta, el deber de su propietario será “notificarlo sin demoras a la entidad”, señala López. Tras esta notificación, el cliente ya no será responsable de cualquier consecuencia económica por el uso fraudulento de su plástico. La clave, entonces, es saber qué ocurre con los fraudes cometidos antes de la notificación a la entidad. “Si el cliente ha sido diligente en la custodia de la tarjeta no debe temer, en principio, consecuencias económicas adversas”, asevera el experto.

Si te la roban, denuncia

“Extremar la diligencia en su custodia”. Es este el principal consejo de López para los titulares de tarjetas de pagos, aunque el experto admite que las precauciones pueden ser especialmente complicadas de adoptar “en época de vacaciones o de salida del domicilio habitual”. Se trata de ver la tarjeta no como “un simple trozo de plástico, sino como la llave a nuestro dinero”.

Muy útil se revela también, en sus palabras, la revisión frecuente de los extractos bancarios para identificar con rapidez cualquier operación irregular. “Ante la menor duda”, sugiere, “lo mejor es contactar con nuestra entidad y, por precaución, ordenar la anulación de la tarjeta”.

Si, pese a todas las medidas que hayamos adoptado, se ha cometido un fraude con nuestra tarjeta, lo primero que se debe hacer es contactar con la entidad emisora, “de inmediato”. En el caso del robo, el experto aconseja también poner una denuncia, para aportarla posteriormente a la entidad bancaria.

Salvo si el contrato de emisión de la tarjeta dispone algo distinto, el cliente deberá acudir a su sucursal para que esta le restituya las cantidades robadas. Si no se le atiende favorablemente, el usuario deberá dirigirse al servicio de atención al cliente. “En último término, quedará el recurso a la autoridad judicial”, señala López.

Robos con ‘contactless’ y TPV: ¿bulo o realidad?

Quizá haya escuchado esta historia. Un usuario de una tarjeta contactless –es suficiente con acercarla a un TPV para que se realice un pago automático de una cantidad inferior a 20 euros– está en el metro o en el autobús, o haciendo cola en el supermercado. Una charla con un amigo o la lectura del móvil le distraen. Entonces, se le acerca un ladrón armado de TPV que, de manera muy discreta, acerca el aparato adonde supone que está guardada la tarjeta y, como por arte de magia, roba una pequeña cantidad de la cuenta de la víctima. Eventualmente, repite la operación tantas veces cuantas se lo permita la situación en la que actúa. ¿Es un bulo o puede ocurrir?

Esta historia, en la boca de muchos, hace referencia a unos posibles fallos en la seguridad de los plásticos de última generación, pero tiene poco que ver con la realidad y se podría calificar más bien de bulo. Esto, por lo menos, es lo que afirma José María López Jiménez, especialista en regulación financiera y seguridad de las tarjetas de pago. “El riesgo, en efecto, existe, pero es muy limitado hasta el momento y, en la práctica, casi nulo”, dice.

El dispositivo tendría que estar a menos de 10 centímetros de la tarjeta, algo que supondría que el ladrón permanezca durante unos segundos excesivamente cerca de la víctima. Además, un número excesivo de operaciones con el mismo plástico en poco tiempo genera alertas a las entidades bancarias que han facilitado el TPV, lo que les permitiría actuar con celeridad frente a un fraude de este tipo.

"Hay modos delictivos mucho más lucrativos para los delincuentes, desde la sombra, sin jugársela en un cuerpo a cuerpo", concluye López. Para mayor tranquilidad del usuario, sin embargo, incluso estas situaciones se pueden prevenir al desconectar la tarjeta contactless de forma temporal.

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