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Doce tratados que han servido de poco

A pesar de que México es el segundo país con más pactos de libre comercio, su impacto en la diversificación de los intercambios es escasa

Ignacio Fariza
Imagen del puerto comercial de Veracruz (México), el pasado 3 de julio.
Imagen del puerto comercial de Veracruz (México), el pasado 3 de julio.Félix Márquez

Cantidad no siempre se traduce en efectividad. Con 12 tratados de libre comercio, México es el segundo país del mundo que más ha apostado en las tres últimas décadas por la diversificación de su matriz exportadora. Al menos sobre el papel. Solo una economía tan abierta y pequeña como la de Singapur está por delante en ese rubro. Sin embargo, los resultados no han acompañado a este envite en favor del comercio internacional. Más bien al contrario, dejan mucho que desear: pese al entramado de pactos, que incluye a 46 países de todo el globo —entre ellos algunos de los más avanzados—, ocho de cada 10 dólares que el país recibe cada año por exportaciones siguen dependiendo hoy de un solo socio: EEUU. Y el 90% de solo siete naciones, todas ellas norteamericanas y europeas.

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Tras la elección de Donald Trump y a medida que la diversificación comercial se convertía en un recurso habitual a la hora de proponer soluciones, esta pléyade de acuerdos comerciales ha pasado a primera línea de interés informativo. ¿Han servido realmente para algo? ¿Se podrían haber exprimido más en favor de México? ¿Qué ha fallado? “México no ha utilizado los tratados comerciales firmados tanto como podría, sin duda podría haberles sacado más partido”, reflexiona Ignacio Bartesaghi, director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica de Uruguay. Aunque ve la relación comercial entre México y EEUU “irrompible”, Bartesaghi subraya la “necesidad” de revertir la elevada dependencia actual. “Para lograrlo, dos países son vitales: Brasil y Argentina. México tiene un grado de complementariedad muy alto con ambos y la potencialidad de la relación es altísima”, apunta. “Es el país de Latinoamérica con mayor tejido industrial, y lo tiene todo para liderar la región en ese ámbito en las próximas décadas”.

Los tratados comerciales no estorban, pero su incidencia real suele distar mucho de las cifras y palabras grandilocuentes que las autoridades emplean en las ceremonias de firma. “En el caso de México, salvo en el caso del TLC, su impacto ha sido marginal”, apunta Horacio Sobarzo, de El Colegio de México. El motivo: los costes de transporte o la complementariedad entre economías, en la práctica, mucho más que la ausencia de aranceles. “Enviar un producto mexicano a Europa o Asia es muy caro y los puertos y las aduanas no están preparadas”, subraya el investigador.

Pero si algo lastra las exportaciones mexicanas hacia mercados distintos de EEUU y Canadá es un intangible: los estándares y la normativa comercial. La producción de bienes en el país está tan enfocada a los requerimientos de Washington y, en menor medida, a los de Ottawa, que es incompatible con mercados como el europeo. Y los costes de cambio son elevados. Ignacio Martínez, coordinador del ‎Laboratorio de Análisis en Comercio Exterior de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo ejemplifica con el caso de las mermeladas de mango. “Solo cambiar la etiqueta supone un coste de siete dólares por tarro para el mercado europeo. Y eso, sin ni tener en cuenta el transporte”, relata. “Además, las empresas mexicanas exportadoras son pocas: apenas 37.000 de cinco millones”, añade.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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