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La industria de las noches en vela

Un lucrativo sector de disruptivas empresas emergentes y aplicaciones ha surgido para combatir la privación del sueño

Miguel Ángel García Vega
Un insomnio que cuesta 680.000 millones de dólares en productividad
Un insomnio que cuesta 680.000 millones de dólares en productividad

Cuando cae la noche, el mundo se acuesta con sus problemas, su futuro y sus cuentas. Si su vida llega a los 85 años, habrá dedicado 250.000 horas, más de 10.000 días enteros, a dormir. Habrá soñado y habrá olvidado. Porque un ensayo reciente de la revista Science revela que dormimos para olvidar algunas de las cosas que aprendemos durante el día. Quizá sea una defensa biológica contra la fatiga de vivir. Sin embargo, el sueño, y su falta, también es un negocio. Por lo que se pierde y lo que se gana. Un trabajo del think tank Rand Europe ha analizado la relación entre el dios Morfeo y la economía de Japón, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Canadá.

El resultado relata que ese dormir insuficiente supone la pérdida de más de dos millones de días de trabajo al año. Un insomnio que cuesta 680.000 millones de dólares en productividad a esas cinco naciones. Solo en EE UU, la falta de sueño desbarata 1,2 millones de horas. ¿En dinero? 411.000 millones de dólares. ¿En riqueza? El 2,3% del PIB. ¿Y en Europa? Alemania y Reino Unido pierden 56.000 y 47.000 millones de euros, respectivamente, y España camina entre esos números.

En Alemania y Reino Unido se pierden más de 100.000 millones de euros por esta causa

Pero el dinero es un quebranto menor frente al verdadero: la salud. Murali Doraiswamy, profesor de Psiquiatría y Medicina del Instituto Duke de Ciencias del Cerebro, en Carolina del Norte, alerta de esa factura. “La privación del sueño conduce a menos inmunidad, peor memoria, una capacidad de concentración más reducida, aumento de los accidentes, incremento de la presión arterial y un mayor riesgo de sufrir ictus, infartos y diabetes”, enumera. Espacio franco en la duermevela de la noche para las infecciones, la irritabilidad y, en el extremo, la muerte. La ciencia explica que un ser humano puede pasar dos meses sin comer, pero solo 11 jornadas falto del sueño.

Un reto importante

Las empresas han entendido que el insomnio como mantra del éxito profesional es un falso mito. El banco de inversión Goldman ­Sachs ha prohibido a sus interinos trabajar por las noches. El reto resulta serio. Se escucha a grandes voces del milenio reivindicar el valor que tiene en la empresa y en la cuenta de resultados cuidar el sueño. ­Jeff Bezos (Amazon), Eric Schmidt (Google), Satya Nadella (Microsoft) y Mark Bertolini (Aetna) han entendido que hay que proteger ese descanso. Y su ejemplo se expande. PwC, Google, Capital One Labs, Zappos y Ben & Jerry’s ya tienen habitaciones y mobiliario especial para dormir en sus oficinas. Un cambio profundo. “Muchas compañías grandes están incorporando expertos en sueño para que expliquen a sus empleados su importancia”, comenta el doctor Neil Kline, miembro de la Asociación Americana del Sueño (ASA).

Esta economía de Morfeo tiene poderosos e inesperados efectos. Un ensayo reciente de la Universidad de California en San Diego, que cita The Washing­ton Post, sostiene que el tiempo adicional de sueño se puede convertir en cientos de euros más en las nóminas. Han calculado que un aumento de una hora en el sueño semanal incrementa los salarios en casi la mitad de lo que lo haría un año extra de educación.

No se trata —aclara el periódico— de ganar dinero por dormir. Sino de cómo la gente organiza su vida, de cuánto tiempo dispone para descansar y de qué manera afecta a su rendimiento en el trabajo y, por extensión, a sus ingresos. Una reacción en cadena que sucede entre el día y la noche. “Quienes de media duermen menos de siete horas diarias [la recomendación médica anda entre siete y nueve] tienen más propensión a faltar al trabajo o, si acuden, son menos productivos”, aclara Marco Hafner, responsable del estudio de Rand Europe. Además, la falta de sueño también estaría ligada con peores notas en el colegio. Y esto puede afectar a los ingresos de esa persona durante su vida.

Tecnología para colchones, salones para dormir o monitores de sueño ganan clientes

Esa es la imparable lógica de vivir en una sociedad cada vez más somnolienta. Hace 50 años —recuerda la Universidad de Harvard— dormíamos de media en un día laborable 8,5 horas; hoy ha caído a menos de 7. El impacto de esa divergencia lo rastrea un estudio de Jane F. Gaultney, profesora de Psicología de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. Ha investigado el sueño de 379 primeros espadas de los negocios y ha analizado cómo duermen los días laborables en comparación con los fines de semana. Descubrió que aquellos que tenían una variación mayor entre las horas que dormían las jornadas de diario frente al sábado y el domingo eran bastante peor valorados en términos de eficacia de su gestión por sus colegas y compañeros.

Mercado novedoso

Todos estos casos descubren una industria (más allá de la farmacéutica) que gana miles de millones de euros con nuestras noches en vela. Los centros del sueño (tratan desórdenes de esta conducta) están de moda en Estados Unidos. En 2010 había 2.280, según la consultora IBISWorld; estos días superan los 2.800. Dentro de tres años ya habrán construido un mercado de 10.000 millones de dólares (9.400 millones de euros). Es el inicio de un ecosistema del descanso donde conviven infinidad de start-ups que hacen negocio en esas madrugadas en las que el sueño parece una quimera. ­Eight es una de ellas. Neoyorquina, emprendedora, disruptiva, creada en 2014, su nombre remite al número de horas que se aconseja dormir: ocho. Propone sensores en los colchones que monitorizan el sueño. De ellos recibe la temperatura de la habitación, el ruido o el ritmo cardiaco, y lo transmite al smartphone. “Es una industria que nunca desaparecerá porque siempre habrá necesidad de productos relacionados con dormir”, reflexiona Alexandra Zatarain, de 27 años, cofundadora de Eight.

La tecnología del sueño es el patio de recreo de muchas start-ups que reinventan dónde, cómo y cuándo dormimos. El catálogo resulta profuso. Casper (tecnología disruptiva para colchones), YeloSpa (salones donde dormir) o Sense (monitorización del sueño) atraen la atención de los inversores. La campaña de Sense en la plataforma Kickstarter en 2014 recaudó 2,4 millones de dólares, cuando su objetivo eran solo 10.000.

A esta Arcadia emprendedora se suman infinidad de aplicaciones (Sleep Cycle, SleepBot, MotionX, Pillow, Sleep Better) que conectan duermevela y negocio. Aunque también transmiten dudas. “Los sensores de sueño están enviando información incorrecta”, apunta en The New York Times Hawley Montgomery-Downs, experta en esta disciplina y profesora asociada de Psicología en la Universidad de Virginia Occidental (Estados Unidos). “Le están contando a la gente que duermen mejor de lo que de verdad lo hacen”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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