La era Obama se cierra con la creación de cerca de 12 millones de empleos
Estados Unidos generó 156.000 puestos de trabajo en 2016 y la tasa de paro quedó en el 4,7%
Los ocho años de Barack Obama al frente de Estados Unidos acaban con la creación de cerca de 12 millones puestos de trabajo y la tasa de paro en el 4,7%, en los niveles mínimos de la última década. Los 156.000 nuevos empleos del pasado diciembre, hechos públicos este viernes, elevan el balance de 2016, último ejercicio del presidente demócrata, hasta los dos nuevos millones. La recuperación del mercado laboral tras la Gran Recesión se ha labrado pese a la vulnerabilidad del crecimiento y con la precarización del mercado laboral mediante.
En su primera etapa, el Obamanomics –una expresión anglosajona para hablar de la política económica en la era Obama- se resume básicamente en el rescate de la economía. Estados Unidos salvó a los bancos en medio de una debacle financiera, precipitada por la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, que despertó los fantasmas de la Gran Depresión. También sacó del agua a la industria, con la nacionalización temporal del gigante General Motors y de Chrysler. El Congreso aprobó estímulos -entre inversiones y ayudas fiscales- de 820.000 millones de dólares, aunque no se utilizaron al completo, y la Reserva Federal puso en marcha la máquina de imprimir dinero.
Con este cóctel, en mayo de 2014, Estados Unidos había recuperado su nivel de empleo previo a la crisis. Desde febrero de 2009, primer mes completo de Obama como presidente, hasta el pasado diciembre, Estados Unidos han generado 11,6 empleos, si se añaden unos 150.000 en enero, se quedarán cerca de los 12 millones. Su antecesor, George W. Bush, que se encontró con la tormenta al final del mandato y no llegó a los dos millones. La gran expansión se produjo durante los ocho años de Bill Clinton (1993-2001), cuando se generaron más de 20 millones de empleo en una etapa de boom.
La recuperación estadounidense ha sido muy robusta en la comparación internacional, pese a lo desigual. La marcha de la primera economía del plantea genera dudas y ha dejado atrás buena parte de la clase trabajadora, cuya calidad de vida ha empeorado. La recuperación es aún pobre, ya que, al menos en las actuales circunstancias, no se espera un ritmo de crecimiento superior al 2% en los próximos años. Creció un 2,4% el año pasado, pero la Fed calcula un 1,9% para 2016 y es una gran incógnita lo que ocurra a partir de ahora bajo la Administración de Donald Trump, que ha prometido un ritmo de crucero del 4%.
El presidente electo ha presentado un programa económico basado en el impulso a las infraestructuras y los incentivos fiscales, aunque la primera potencia mundial arrastra una serie de problemas de fondo que lastran el crecimiento. El poder adquisitivo de los trabajadores lleva unas tres décadas prácticamente estancado, lo que lastra el crecimiento de una economía tan basada en el consumo, y la productividad ha dado un frenazo: creció a un ritmo promedio de tan solo medio punto anual desde hace cuatro años, cuando la media desde 1947 alcanza el 2,1%.
Que la economía avance lenta, haya temores en torno a la baja productividad, pero al mismo tiempo la tasa de paro se encuentre en un nivel tan bajo que se considera prácticamente pleno empleo es posible por el tipo de trabajo creado. Proliferan las jornadas laborales reducidas contra la voluntad del trabajador y en sectores peor pagados, como si los viejos empleos de antaño su hubieran fragmentado en otros menores.
En la recta final de Obama se ha empezado a experimentar también una recuperación de las rentas familiares. Los aumentos salariales de 2016, publicados hoy por el departamento de Empleo, alcanzaron una media del 2,9% en el conjunto del año, el mejor dato de 2009. En 2015, además, la mediana de los ingresos de las familias mejoró por primera vez desde la Gran Recesión, un 5,2%. La mediana es el valor central que se queda en una lista imaginaria de ingresos ordenados de forma creciente o decreciente. Hasta 3,5 millones de ciudadanos dejaron de formar parte de la estadística de pobres, aunque sigue habiendo 43 millones atrapados en esa situación, lo que supone el 13% de la población.
El hartazgo de la clase trabajadora por la pérdida de poder adquisitivo se ha señalado en las elecciones presidenciales como uno de los motores que ha llevado a Trump a la presidencia. El republicano ha hecho bandera de una mayor protección a la industria estadounidense, presionando a las multinacionales como Ford o General Motors para que no externalicen producción a países de mano de obra más barata, como México. Trump, en cambio, se ha mostrado contrario a la subida del salario mínimo de los trabajadores.
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