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Los repartidores de Glovo, ante su regularización: “Antes realquilaba la cuenta, ahora no sé cómo será eso”

Los sindicatos desconfían del alcance del anuncio y recuerdan que la precariedad lleva a muchos a preferir el modelo de falsos autónomos

Ángel Jiménez, repartidor de Glovo, en el centro de Madrid este lunes.
Ángel Jiménez, repartidor de Glovo, en el centro de Madrid este lunes.Álvaro García

A finales de 2018, cuando empezaba el pulso entre el modelo laboral de Glovo y los juzgados, el consejero delegado y cofundador de la compañía, Òscar Pierre, admitió que “sería una faena” si les obligaban a contratar a todos sus repartidores. Seis años después —y tras decenas de sentencias, el pronunciamiento del Tribunal Supremo y la aprobación de la ley Rider, que Glovo ha estado tres años esquivando— la compañía ha anunciado este lunes finalmente, un día antes de que Pierre declare como investigado en un juicio penal, que abandona su modelo, basado en los falsos autónomos, y que contratará a su personal. Ahora, además de la faena que pueda tener la compañía para regularizar a sus trabajadores, son los propios repartidores los que lo ven de verdad como una faena.

Lo que debería ser una buena noticia —la regularización implica seguridad en el empleo, mejora en la cotización y mejoras en la prevención de riesgos, entre otras cosas— es recibida por muchos con gran escepticismo, cuando no directamente con rechazo. “Está muy mal porque si ya la mayoría somos autónomos debería seguir así: estábamos acostumbrados a trabajar así”, reclama Javier Rojas, un venezolano que reparte con la mochila amarilla por Madrid. Pero Rojas, como muchos otros, no es realmente autónomo y no trabaja en Glovo con su nombre: realquila la cuenta de un tercero, al que le paga un 25% de lo que factura. “Ahora no sé cómo será eso”, admite.

Trabajadores y sindicatos dudan del alcance real de la promesa de Glovo: en la calle hay nervios porque no está claro a cuánta gente se contratará, de los 15.000 repartidores que Glovo dice tener en activo en España. Tampoco se sabe cuál será el salario en el nuevo modelo laboral: “Si contratan, será un sueldo mínimo, y nosotros podemos hacer más de un sueldo mínimo”, afirma Ronald Roa, también de Venezuela. Por último, a todos les parece claro que en el nuevo modelo no podrán tener la flexibilidad que han tenido hasta ahora, ni llevar a cabo las prácticas que —sin estar reguladas— les permiten ingresar más dinero y trabajar aunque no tengan papeles.

Ronald Roa, repartidor de Glovo en el centro de Madrid, este lunes.
Ronald Roa, repartidor de Glovo en el centro de Madrid, este lunes.Álvaro García

“Esta es la realidad de cualquier trabajo informal: lo que da un modelo como este es la posibilidad de sobrevivir, especialmente para las personas migrantes que el Estado no considera legales porque no tienen papeles. Es comprensible que pese a que sea a través de la explotación, quieran un modelo que les permite sobrevivir”, dice Núria Soto, portavoz del sindicato Riders x Derechos, la plataforma que inició la lucha por la regularización de los repartidores hace ocho años, cuando Glovo empezaba a andar junto con otras aplicaciones de reparto. “Pero, ¿qué tenemos que hacer, mantener una empresa que explota a la gente para que no se mueran de hambre? No, lo que hay que hacer es pensar en soluciones para estas personas, que además han generado beneficios para la empresa”, apunta.

La de realquilar una cuenta, o pasarse la cuenta entre varios trabajadores para poder hacer más horas de las inicialmente permitidas, es una práctica muy extendida entre los repartidores de Glovo. Por eso la cifra de repartidores que da la empresa puede ser mucho mayor, ya que no hay manera de controlar cuántas personas trabajan con una misma cuenta.

Ángel Jiménez, recién llegado de Venezuela, lleva un mes y medio pagando un 30% de sus ingresos al autónomo que le arrienda la cuenta. “Me dijeron que así se gana más”, explica. Teme que la regularización pueda hacer peligrar el trabajo que le ha costado tanto encontrar. Lo mismo le pasa al colombiano Carlos Luque, que encontró al dueño de la cuenta gracias al boca a oreja “Un conocido me habló de esta oportunidad”, relata. “Es difícil para el que no está acostumbrado a andar todo el día en bicicleta, pero no encontré trabajo en nada más”, lamenta. En las pocas semanas que lleva en la capital intentó trabajar en pastelerías, panaderías y como contratista. “Uno no puede elegir, es lo que toca”.

La incertidumbre por los ingresos tampoco es menor. Lo que gana un repartidor ahora depende de las horas que le eche, de los pedidos que sea capaz de entregar en este tiempo y de la disponibilidad que muestre, algo que premia el algoritmo para tener acceso a más pedidos. “Conozco gente que gana hasta 1.600 euros al mes; nosotros sacamos entre 1.100 y 1.200″, detalla Jesús Zambrano, otro rider de Madrid, que además ha estado lidiando con el arreglo de su patinete, por el que debe pagar alrededor de 500 euros. “Si ponen esto nuevo se me descuadran los gastos”, lamenta. También le preocupa que a partir de ahora no puedan tener unas pagas extra, llamadas “retos” en Glovo, que reciben según su rendimiento. “Estimulan al trabajador, según los pedidos entregados: por 12 en tres horas puedes llevarte 15 euros”, añade Zambrano.

Desconfianza

Sobre la flexibilidad, Roa teme que como contratado no puedan rechazar pedidos o coger un día libre. “Contratado, tienes sí o sí que hacer los pedidos. Lloviendo, por ejemplo, hay algunos a los que no les gusta o que no pueden trabajar. Aquí todos trabajamos así, porque hay más demanda y más ganancia, pero ya es decisión propia. Contratado no puedes rechazar”, dice. “O te van a lanzar un pedido de casi cinco kilómetros y tienes que hacerlo sí o sí”, agrega Zambrano, que, sin embargo, reconoce que “las vacaciones pagadas pueden ser una ventaja” de ser asalariado. “Yo tengo un primo que estuvo en Just Eat en verano, trabajó bien y le dieron vacaciones”, recuerda. Just Eat, en cambio, sí cumple la ley al contratar a sus repartidores y ha demandado a Glovo por competencia desleal.

Victor Rojas, repartidor de Glovo, en el centro de Madrid este lunes.
Victor Rojas, repartidor de Glovo, en el centro de Madrid este lunes.Álvaro García

Lo que para unos es una vía de supervivencia, para otros es la trampa de la precariedad. “Prefiero que me contraten, porque esto es estar esclavizado y enganchado al móvil para que vayan entrando pedidos”, explica en Barcelona otro repartidor, que prefiere no dar su nombre.

Con todo, los sindicatos desconfían de la promesa de la empresa. “No queremos celebrar nada hasta que contraten al último repartidor y hasta que reconozcan todos los años de laboralidad”, dice Soto. “Nos preocupa la cantidad de trabajadores sin papeles que hay y cuántos se van a quedar sin trabajo”, añade Franz Morales, de CC OO, que pide “cautela” ante la regularización. Ambos expresan, además, sus dudas ante el hecho de que Glovo haya anunciado esta promesa un día antes de la declaración de Pierre en el juzgado: “Es una medida para protegerse”, cierra Morales.

La promesa ha cogido por sorpresa hasta a las asociaciones de repartidores que defienden el modelo de autónomos, y que siempre se han situado en la órbita de la compañía. “Más que con la empresa, estamos molestos con el contexto, los sindicatos y el Gobierno. Me parece surrealista que Pierre tenga que declarar por lo penal, que se tenga que llegar hasta aquí para que el Gobierno imponga su ley”, dice Gustavo Gaviria, portavoz de Repartidores Unidos, que afirma que no conocía el anuncio de la regularización: “Claramente no se adapta a la gran mayoría de los intereses de los repartidores. Y, por otro lado, tenemos el precedente que dejaron Deliveroo, Stuart, Gorillas... que es que este sector es inviable con asalariados”. Esta cuestión, la de cómo Glovo, una empresa en pérdidas que pertenece al gigante alemán Delivery Hero, podrá ser viable en el nuevo modelo, es también otra faena.

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