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Columna
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La salud moral del capitalismo español

España es el país europeo con más cárteles y donde hay mayores diferencias salariales

Antón Costas

¿Qué influencia ha tenido la ética de los negocios en la mayor intensidad de la crisis en España y en el intenso deterioro de las condiciones de vida y la pérdida de oportunidades? Y, mirando al futuro, ¿la salida a la crisis y la deseada mejora del modelo de crecimiento español quedarán afectadas por la calidad de la salud moral del capitalismo patrio?

Puede parecer extraño plantear este tipo de cuestiones. De hecho, en los dos pactos de investidura entre PSOE, Ciudadanos y entre éstos y el PP no se hace referencia alguna a esta cuestión. Y tampoco se menciona en la mayoría de los análisis sobre las reformas económicas a llevar a cabo. Sin embargo, los organizadores del seminario El pulso de España, celebrado esta semana en Santander, parecen pensar diferente. Junto a temas como la reforma de la Constitución, la ruptura del bipartidismo, la desigualdad y la pobreza, la crisis económica y la transformación empresarial, incluyeron la ética de los negocios y de las empresas.

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¿Cómo está la salud moral del capitalismo español? Carecemos de indicadores directos para medirla. Pero podemos evaluarla de forma indirecta. Observemos la imagen social del empresario desde la crisis financiera de 2008. Se ha deteriorado. Y hay que reconocer que con motivos. Bastaría recordar que el anterior presidente de la mayor patronal española ha estado en la cárcel y fue condenado por problemas de ética empresarial. Pero el peor ejemplo de degradación moral empresarial posiblemente ha sido el de los financieros que distribuyeron productos contaminados, cobraron sueldos inmerecidos y se otorgaron pensiones y compensaciones que ofenden el sentido moral menos exigente.

Otra vía es observar la evolución de las condiciones de vida y de la igualdad de oportunidades. Los defensores del libre mercado no deben olvidar que lo que legitima al capitalismo es su capacidad para ofrecer expectativas a todos, especialmente a aquellos que más las necesitan. Desde esta perspectiva, el desempleo, la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades no habla bien de la salud moral del capitalismo español.

España es hoy una sociedad donde una parte de las élites de los negocios adula la riqueza y busca privilegios y recompensas inmerecidas, a la vez que olvida, cuando no desprecia, la pobreza y la falta de oportunidades. De ahí que se pueda hablar, remedando a Adam Smith, de corrupción de los sentimientos morales. Es un país sin contrato social. Buscando llevar el agua a su molino, las fuerzas políticas, especialmente las surgidas de ese malestar social, se han hecho eco y se han beneficiado de esta situación. Es significativa la aparición en Cataluña de la coordinadora de movimientos anticapitalistas (CUP), que ha logrado 10 diputados en el Parlamento local.

En el mundo intelectual también han aparecido voces críticas. Como en el ámbito internacional, esas voces vienen especialmente de la filosofía política y moral y de la sociología. Pero también de los economistas. Expresiones como capitalismo "extractivo" o "de amiguetes" son frecuentes entre los economistas españoles. Y con razón, porque ha habido una deriva hacia la cartelización y la monopolización, con la consiguiente aplicación de precios de monopolio que extraen renta de los consumidores, especialmente de los más débiles.

La acusación más frecuente se centra en el papel de los mercados. Son vistos como un campo libre de cualquier tipo de virtud ética, que corrompe los fundamentos morales de una sociedad buena. Sin embargo, hay una larga tradición en economía, que comienza con Adam Smith, en defensa del papel del mercado como un mecanismo de progreso social. El fundamento de esta idea es que el mercado debe producir beneficios para todas las partes que participan en él. Estos beneficios recíprocos no surgen, sin embargo, de la mano invisible del mercado, sino del respeto de una serie de virtudes éticas que tienen que ver con el comportamiento moral de los actores. Entre ellas, la justa retribución de todos los actores (trabajadores, directivos y propietarios del capital) y el respeto de las reglas de la competencia, que hace que los precios sean favorables para los consumidores.

Pero el capitalismo español tampoco sale bien parado cuando se le toma el pulso a los mercados. España es el país europeo donde existen más cárteles y actividades en régimen de monopolio. Y donde hay mayores diferencias salariales entre altos directivos y trabajadores. Pero sería injusto abrir una causa general. Con el capitalismo español sucede lo mismo que con el colesterol: lo hay del bueno y del malo. El bueno es el que se relaciona con las empresas y negocios que se mueven en mercados competitivos y abiertos. De esas hay muchas, como muestran la buena evolución de las exportaciones de bienes y servicios no turísticos. Pero hace falta una dieta para hacer perder peso al capitalismo extractivo, que vive de los privilegios y las comisiones.

Hay, por tanto, trabajo para los partidarios del libre mercado. Sin la mejora de la salud moral del capitalismo será difícil encontrar la salida justa a la crisis y un modelo de crecimiento dinámico e inclusivo.

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