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“La multa habría generado humillación y un sentimiento antieuropeo en España”

Moscovici recibe a EL PAÍS y la SER, poco después de dar a conocer que no habrá sanciones

Claudi Pérez
El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici.
El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici.EFE

España ha recibido en Bruselas —o en Berlín, nunca se sabe— una tarjeta del tipo “queda libre de la cárcel”. La Comisión Europea canceló el pasado miércoles, en el tiempo de descuento, una multa por el incumplimiento de las reglas fiscales que podía haber supuesto un buen mordisco económico (hasta 2.200 millones). Y que, sobre todo, equivalía a una feroz dentellada política, un estigma de primera magnitud en uno de los países europeos más golpeados por la crisis, sin Gobierno desde hace meses y con una fea cicatriz en forma de 20% de paro

Elegir es desechar: dejar de lado. En una Bruselas que tiende a aferrarse a oscuras normas y procedimientos y a un lenguaje retorcido y abstruso para explicar el más mínimo movimiento, el comisario europeo Pierre Moscovici (París, 1957) elige la vía directa, política, para exponer el porqué de esa cancelación: “Imponer multas habría generado un sentimiento antieuropeo y una percepción de humillación en un país como España, que ha hecho enormes sacrificios en los últimos tiempos”. “El enfoque correctivo no es el más adecuado ahora que vemos cómo los ciudadanos dudan de la UE”.

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Moscovici recibe a EL PAÍS y la SER en una sala cercana a la zona de prensa de la Comisión, poco después de dar a conocer que no habrá sanciones. Está visiblemente satisfecho: acaba de ganarle la mano al ala más dura del Ejecutivo comunitario, a los halcones que se decantaban por una multa mínima, pero no nula, para España y Portugal. “Los españoles han hecho esfuerzos considerables, han sufrido una crisis terrible, con un índice de paro que aún ronda el 20% y un desempleo juvenil del 50%”. “Los Gobiernos de España y Portugal, además, han contraído con nosotros verdaderos compromisos”, remacha.

En español se contraen deudas, enfermedades, matrimonios y responsabilidades: Moscovici ha sido el principal abogado defensor de la multa cero, pero inmediatamente después de explicar las razones de la cancelación se aferra a los compromisos adquiridos. No hay comidas gratis: Bruselas quiere una dosis adicional de recortes. Madrid deberá rebajar el déficit del 4,6% al 3,1% del PIB en 2017 con un presupuesto duro; con una nueva ronda de austeridad. La Comisión asume que no habrá ajustes este año por las dificultades políticas, pero exige 10.000 millones de tijeretazo estructural (sin la ayuda del crecimiento): 5.000 en 2017 y otros 5.000 millones en 2018. De lo contrario, reaparecerá con la guadaña: si España incumple de nuevo sus metas, “puede ver congelados los fondos estructurales” por importe de más de 1.000 millones, apunta Moscovici, y, lo que es peor, se expondría a una sanción automática de 5.000 millones.

Ese 3,1% de déficit público en 2017 es una especie de Himalaya: una vez más, Bruselas elige un objetivo difícil de cumplir cuando la recaudación de alguno de los grandes impuestos está en caída libre. Moscovici, en fin, no cree que eso sea demasiado pedir: “España tiene dos años para cumplir con el déficit del 3% del PIB. Nos decantamos por dos años viendo las cifras que facilitan las propias instituciones españolas, y después de una reunión con el ministro Luis de Guindos en China. Pasar de un déficit del 4,6% del PIB en 2016 a menos del 3% en un solo año era un esfuerzo económico tan grande que el impacto económico podía haber sido muy negativo”. ¿Y no es excesivo ese salto del 4,6% al 3,1%, que suponen 15.000 millones aunque el PIB avance a una velocidad de crucero notable? “Bajar por debajo del 3% sí hubiera supuesto romper la recuperación. Romper la economía española. Y La Comisión no está aquí para eso: hemos elegido dos años para compatibilizar los ajustes presupuestarios con el crecimiento”, reitera.

Más recortes

¿A qué se comprometió Guindos en China para eludir la sanción? Ese es el quid de la cuestión. El Gobierno presentó en sus alegaciones contra la multa un endurecimiento del impuesto de Sociedades por importe de 6.000 millones. Pero la sospecha es que tiene que haber algo más: la propia Comisión, junto a la senda fiscal, ha emplazado a España esta semana a subir el IVA y establecer controles más estrictos sobre las autonomías y los contratos públicos. Moscovici no revela el contenido de la conversación con Guindos, pero los españoles deberían prepararse para un presupuesto casi franciscano en 2017. “Guindos hizo promesas concretas y esas promesas deberán respetarse”, dice el comisario con sequedad.

“La cancelación de la multa evita un sentimiento de humillación que sería muy negativo, pero a la vez la decisión es creíble porque España asume compromisos. Los presupuestos tienen que ser verosímiles: deben incluir medidas fiscales estructurales que aporten 5.000 millones. Tenemos una cita en octubre: España tiene que ser muy seria con sus cuentas si no quiere que los fondos queden suspendidos”. Y si quiere impedir que el procedimiento de infracción pase a mayores.

Socialista, reformista y francés

Caludi Pérez, Bruselas

Decir que un político europeo tiene un pasado trotskista es casi un pleonasmo: como decir cine americano. Socialdemócrata, reformador y discípulo del caído Dominique Strauss-Kahn, Moscovici llegó a Bruselas con una de las carteras más influyentes (Asuntos Económicos, algo así como zar de las reglas fiscales), aunque tiene por encima al vicepresidente Valdis Dombrovskis, defensor de las multas, al que ha derrotado en esa batalla.

Moscovici es un producto genuinamente europeo: nacido en 1957 (año del Tratado de Roma), es hijo de una psicoanalista de origen polaco y de un sociólogo rumano, ambos judíos. Tras graduarse en la ENA, cursó estudios de filosofía y economía —más pleonasmos— y se convirtió al socialismo en 1984. Trabajó en el gabinete de Lionel Jospin antes de ser eurodiputado. Fue ministro en varias ocasiones. Y hace 25 años, por cierto, coescribió un libro con un tal François Hollande en el que criticaba las reformas liberales del Gobierno socialista de entonces. Él mismo defiende ahora tanto ese tipo de medidas como presume de su filiación socialdemócrata. La excepción francesa del Partido Socialista solía ser menos sumisa al liberalismo que el resto de la izquierda europea; tal vez eran otros tiempos.

“Gobierno cuanto antes”

Nada de eso será fácil sin Gobierno: es evidente. “Bruselas quiere que haya un Gobierno lo antes posible en España”, dispara el comisario. “Lo primero para poner en orden las cuentas públicas es que haya un Gobierno. No solo un Gobierno en funciones: un Gobierno con una mayoría capaz de tomar decisiones, de cumplir los compromisos. Es lo que esperamos y lo que España necesita. Por eso hemos tratado de ser cuidadosos con los dos año extra: con un Gobierno propiamente dicho habría bastado un año”.

Bruselas es consciente de que se la juega con España y Portugal, básicamente por las críticas en los países acreedores, que acusan al Ejecutivo europeo de haber herido de muerte el Pacto de Estabilidad. El jefe del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, ha subrayado que la cancelación de la sanción es “decepcionante”. El ministro alemán Wolfgang Schäuble se enfrenta a un alud de críticas por parte de los liberales y de la extrema derecha, e incluso dentro de su propio partido, por haber presionado para evitar la multa. Moscovici se escuda en que discutió la decisión “con la mayoría de los ministros del euro”, y no encontró apetito por la multa.

¿Nunca habrá sanciones? Sabedor de que los siguientes en la lista eran intocables —Francia e Italia—, Moscovici esboza media sonrisa y se aventura a responder con más y más preguntas en esta fase de la crisis plagada de aventuras y desventuras para la eurozona: “¿Qué es lo más eficaz? ¿El castigo que desmoraliza, que lleva a detestar a Europa y que en la práctica tampoco es disuasivo porque en todo caso hubiéramos impuesto sanciones mínimas? ¿O la amenaza de sanciones fuertes y de objetivos fiscales que conduzca a modificar conductas y a obtener auténticos resultados?”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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