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Algeciras: la puerta del bazar global

El puerto de Algeciras es el fiel testigo de la titánica tarea de la lucha contra la piratería

Una policía de aduanas en el puerto de Algeciras.Foto: reuters_live | Vídeo: MARCOS MORENO / QUALITY
Jesús Sérvulo González

"Todo lo que existe pasa por aquí [...] No hay producto manufacturado, tela artículo de plástico, juguete, martillo, zapato, destornillador, perno, videojuego, chaqueta, pantalón, taladro o reloj que no pase por el puerto. El puerto es una herida. Ancha. Punto obligado de paso de los interminables viajes de las mercancías. Los barcos llegan, entran en el golfo y se acercan a la dársena como cachorros a las ubres, con la diferencia de que no tienen que succionar sino, por el contrario, ser ordeñados". De esta forma Roberto Saviano describe en su afamado libro Gomorra la frenética actividad del puerto de Nápoles, uno de los más grandes de Italia. A casi 2.000 kilómetros de allí, al sur del sur de España, emerge un puerto aún más colosal, el de Algeciras.

El primer puerto español por volumen de operaciones y el cuarto de Europa, solo por detrás de Rotterdam, Hamburgo y Bremen, según datos de The World Shipping Council, está situado en un pequeño municipio gaditano. 14 kilómetros lo separan de África y unas pocas millas de Gibraltar. Es el epicentro de una de las principales rutas comerciales del mundo por donde pasan más de 28.400 buques al año. Otros muchos cargueros hacen escala para abastecerse en mitad de su ruta hacia otros destinos. Su situación geográfica, bisagra entre dos mundos, lo convierte en el principal canal de paso entre oriente y occidente. Un fenomenal escenario que permite esconder entre sus bastidores operaciones ilegales de todo tipo.

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Lisardo Capote, jefe de la unidad combinada de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria en Algeciras, es el responsable de que todas las mercancías que pasan por el puerto cumplan las reglas. Su tarea es ardua, compleja y casi inabarcable. Más de 4,5 millones de contenedores circularon el año pasado por el puerto gaditano. Es el guardián de la puerta de entrada de los productos fabricados en China en Europa, muchos de ellos falsificaciones y copias que semanas más tarde acabarán sobre las sábanas de los manteros en las Ramblas o en las estanterías de chino en algún barrio de Madrid.

Una vez a la semana fondea en el puerto un buque de la clase Triple E, la categoría más grande de mercantes del mundo, con capacidad para más de 15.000 contenedores. En unas pocas horas el equipo de Capote debe verificar el contenido de todas esas enormes cajas de hierro para evitar la entrada de productos falsificados, artículos prohibidos, droga, coches robados e incluso armas. Es una lucha desigual contra organizaciones criminales de todo el mundo.

Una cuarta parte de todas las copias

El Departamento de Capote intervino casi una cuarta parte de los 2,6 millones de productos falsificados que Aduanas aprehendió el año pasado en toda España. Los cálculos oficiales elevan a 180 millones el valor de esos productos en el mercado. La mayor parte de los incautados en Algeciras eran ropa, calzado y complementos (191.580 unidades) y equipos electrónicos y componentes (156.353 unidades). La mayor parte procede de China.

Capote, que ha escalado desde abajo, es un hombre joven pero curtido. Conoce los entresijos del puerto. Ha protagonizado las operaciones más importantes de la Agencia Tributaria contra las importaciones de mercancía ilegal. Y ha colaborado con la Guardia Civil, en las mayores operaciones contra la droga y el tráfico de tabaco en España. "Algeciras es un puerto de traslado. Es un enclave estratégicamente situado. Y en esta ruta se encuentra la entrada de muchos productos falsificados", explica este funcionario desde un pequeño despacho con restos de algunas aprehensiones de productos falsificados: camisetas de equipos de fútbol, gafas de sol, teléfonos, tabletas y toda otra parafernalia tecnológica. Sobre la mesa lucen varios cartones de tabaco de mala calidad, es la muestra de la penúltima operación, ejecutada una semana antes. Al lado una ventana desde donde se divisan decenas de grúas celestes de varias alturas para estibar los miles de contenedores apilados unos sobre otros. Desde la distancia parecen pequeñas piezas de un juego de construcción.

Varios productos falsos incautados por Vigilancia Aduanera
Varios productos falsos incautados por Vigilancia AduaneraMARCOS MORENO

El jefe de las aduanas de Algeciras explica que uno solo de estos contenedores tiene capacidad para almacenar miles de copias sin licencias. Falsificaciones dirigidas al mercado negro. "Te puedes encontrar de todo. Por ejemplo relojes. Desde Casio hasta Rolex falsos. En un contenedor de 40 pies caben hasta unas 30.000 piezas. Imagina el coste si se valoran a precio de mercado", desliza. Enumera una lista interminable de los productos pirateados que llegan a entrar: camisetas, bolsos Loui Vuitton, Chanel o Gucci, zapatos, prendas deportivas, gafas Ray-ban, Carrera... '¿Qué es lo que más entra?' De todo lo que podamos imaginar".

La estadística revela que solo se verifica un 5% de la mercancía que pasa por Algeciras. En realidad Vigilancia Aduanera, una unidad de apoyo mutuo entre Agencia Tributaria y la Guardia Civil, coteja todos los contenedores que pasan por Algeciras mediante la base de datos de la Agencia, una de las más avanzadas del mundo. "Todos están controlados", insiste Capote. Antes de que el barco zarpe del puerto de origen envía la documentación con los productos cargados en cada contenedor. Los inspectores de aduanas comprueban a través del ordenador el contenido, quién envía, dónde y a qué empresa. Cruzan estos datos y añaden una dosis de experiencia e intuición que les ayuda a trazar un perfil de riesgo de los contenedores con mercancía ilegal. "Tenemos que realizar el trabajo sin perjudicar el tráfico comercial", desliza para justificar que no llegan a todo. Cada día pasa por el puerto de Algeciras unos 7.000 contenedores. El equipo de la Agencia no es muy numeroso pero si concienzudo.

Operación "Renacer"

Carmen, nombre ficticio de una de las agentes, explica que el trabajo debe tener una parte vocacional. "Luchas contra muchos enemigos. Y es desigual", comenta esta joven de origen murciano. Ha pasado toda la mañana en uno de los almacenes donde se apilan las copias incautadas abriendo cajas para el inventario. Hay camisetas de todos los equipos de fútbol, relojes de diferentes marcas, zapatillas de deportes, zapatos, perfumes, bolsos y hasta cepillos de dientes. Y tabaco, lo que más se aprehende es tabaco.

Aduanas almacena los productos hasta que las marcas se hacen cargo. Pero las firmas cada vez ponen más problemas porque se tienen que sufragar la destrucción de las copias. Cada cierto tiempo llevan los productos que ninguna marca reclama a una tolva especial para destruirlos. Otro funcionario explica que cada contenedor que se retiene supone un lucro cesante para la naviera. "Todos nos ponen trabas", lamenta.

Capote y Carmen participaron hace un año en la mayor operación antipiratería desarrollada hasta la fecha en España. La operación Renacer, en la que se incautaron más de 300.000 artículos valorados en cerca de 18 millones de euros. La unidad de vigilancia aduanera decidió abrir 11 contenedores procedentes de Yantian (China), que tenían como destino declarado Marruecos, Senegal y España. La operación fue un éxito y permitió fijar patrones que posteriormente ayudaron en otras actuaciones.

Carmen tiene un listado de 14 contenedores que, según el sistema informático de la Agencia, tiene la categoría roja. El software clasifica los contenedores en tres colores: verde, naranja y rojo. Estos últimos son los que se revisan con detalle. Algunos de los que son asignados con naranja pasan por el moderno escáner que tiene la unidad. Con ayuda de unos operarios abren el quinto contenedor de la jornada. Procede de China y se dirige a África. Es solo uno de los motivos que les ha hecho sospechar. Abren el precinto con unas enormes tenazas. El contenedor aparece lleno "hasta la boca" de productos mecánicos y de la construcción. Los operarios extraen varias cajas para comprobar el material. Un halo de decepción se extiende por el rostro de Carmen. "En este no hay nada", dice a modo de descarte. "Normalmente cuando abres un contenedor tienes la certeza de que va a llevar algo raro", explica. "Cuando ves el producto ya sabes que es una falsificación, por el embalaje, el empaquetado o las propias prendas", dice mientras muestra el deficiente film de plástico en el que están envueltas algunas camisetas de fútbol. "Ahora que hay Eurocopa notamos que entra más ropa deportiva", añade. Los funcionarios cuentan que el tráfico de productos pirateados crece antes de las navidades y del verano.

Al grupo se suman un par de agentes de la Guardia Civil. El siguiente contenedor procede de Brasil y según los papeles va cargado de azúcar de caña. Carmen ordena desprecintarlo. Los operarios experimentados ejecutan con rapidez. Miles de sacos apilados rellenan el contenedor. Los operarios comienzan a sacarlos para buscar algo. "Hace unos años encontramos un alijo de droga en uno con características parecidas", recuerda uno de los Guardia Civiles, que ya intuye que en este caso han hecho aguas.

La doble vía por TangerMed

Carmen relata que con el crecimiento de TangerMed, el nuevo puerto del norte de Marruecos, una parte importante del tráfico de mercancías se desvía 14 kilómetros hacia el sur. "Las normas europeas son más exigentes", explica Capote. Mucha de las falsificaciones procedentes de China se filtra en el puerto vecino. Luego se distribuye la mercancía desde África en partidas más pequeñas, que entran en autobuses, furgonetas o a través de fardos que transportan los miles de personas que llegan cada día desde Ceuta o Melilla. "El entramado de las organizaciones delictivas es de ámbito internacional. No conocen fronteras. Establecen las rutas y las cambian en cuanto detectan algún obstáculo", reflexiona Capote.

Muestra de ello es el pequeño depósito que tiene la Guardia Civil junto a la terminal de viajeros, junto a cabotaje. Está repleta de tabaco, zapatos y bolsos de las marcas más exclusivas, relojes de las mejores firmas y camisetas de los grandes jugadores de la Eurocopa. Todo es falso. Unos centenares de metros al sur de la terminal está la barrera. Media docena de guardias civiles controlan el tráfico de entrada. Requisan productos que tratan de colar al por menor. Han llegado a encontrar autobuses de viajeros en los que no había ni una sola persona porque todas las plazas estaban ocupadas por cajas repletas productos copiados: vaqueros, bolsos, relojes o gafas de sol. Un agente con más experiencia reconoce que cuando paran a un joven con pocos productos estos pueden proceder al abandono. Se les abre un proceso administrativo, que no suele llegar a ningún lado, pero evitan delitos mayores.

Es mediodía. Hace calor y Carmen regresa al almacén donde le quedan varios contenedores por controlar. Tiene sueño porque está de guardia y la noche anterior le sonó la alarma porque un contenedor daba señales de alerta. Habían hallado un alijo de cocaína. Pero esa es otra historia.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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