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Columna
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“Estúpido, rígido e imperfecto”

Francia e Italia, ven sus barbas en remojo, y tenderán por tanto a aliarse con el 'gran incumplidor'

Xavier Vidal-Folch

Con suerte, igual España consigue sortear la sanción o logra que sea simbólica: ¿un euro? Quizá se beneficiará de que el horno europeo no esté para muchos más bollos.

Y es que otros vecinos, como Francia e Italia, ven sus barbas en remojo, y tenderán por tanto a aliarse con el gran incumplidor —y ex alumno privilegiado—. Tanto lo es, que ha violado sus techos (pactados, no impuestos) de déficit en cada cada uno de los cuatro ejercicios de la legislatura Rajoy.

Pero solo la probabilidad de ser multados resulta humillante. Y más aún la de convertirse en conejillo de Indias y estrenar el mecanismo de mayoría cualificada invertida del Pacto de Estabilidad (PEC) del euro: la Comisión se impone, salvo si se congrega contra ella un abrumador consenso.

Tratará esta de evitarlo, pues ya sucedió algo similar, y que tanto desprestigia, en 2003, por la conjura de Alemania, con Francia, pioneros de incumplir cuando eso me favorece y de cumplir cuando perjudica al otro.

Escandalizó a fieles y gentiles Romano Prodi, en 2002, al aseverar que el PEC —el azadón de la austeridad extrema— era un instrumento “estúpido, rígido e imperfecto”.

Alguna razón tendría esa impertinencia cuando tuvo que ser modificado en 2005. Fue por aquella perversa alianza de alemanes y franceses, y en su exclusivo, asimétrico y vergonzoso beneficio: favorecía a los mayores contribuyentes al presupuesto, como si ser grande equivaliese a ser virtuoso. Y luego en 2011, porque la Gran Recesión lo hacía extemporáneo. Y en 2013, con el Pacto Fiscal. Y en 2015, con su “relectura”, para flexibilizarlo en pro del relanzamiento.

Cuando una norma siempre se incumple y hay que reformarla tantas veces —por procíclica, discriminatoria e injusta—, y en tan poco tiempo, ¿acaso se hace más sabia? ¿O habría que desahuciarla?

Y ahora surge el gran Rubicón. Un régimen sancionador así es bueno si no se aplica, si triunfa disuadiendo, como la bomba atómica. Pero si se llega a ejecutar, en su triunfo yacerá su fracaso: desencadenará desafecciones hasta entre los más adictos. Mal negocio.

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