El PIB de Brasil se contrae un 3,8% en 2015 y confirma la intensidad de la recesión
Se trata del peor dato del Producto Interno Bruto brasileño desde 1996
La divulgación del Producto Interno Bruto (PIB) de 2015 ha confirmado lo que los brasileños ya están sintiendo, en la práctica: los efectos de la recesión más severa del país desde los años 90. La economía de Brasil se contrajo un 3,8% con relación al año anterior, según los datos difundidos este jueves por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). El resultado es el peor de la historia de las Cuentas Nacionales del IBGE, que comenzó en 1996.
El PIB total fue de 5,9 billones de reales (1,47 billones de dólares) en 2015, mientras que el PIB per cápita fue de 28.876 reales (7.382 dólares), lo que representa una caída del 4,6% con respecto a 2014. Desde 2009, en el auge de la crisis económica mundial, el índice no registraba un resultado negativo.
Entre los sectores de la economía, tan solo la agricultura y la ganadería siguieron creciendo el año pasado, con un aumento del 1,8% en comparación con el año anterior. La industria acumuló una caída del 6,2% y los servicios, del 2,7%. La Formación Bruta de Capital Fijo, una medida utilizada para medir el capital invertido por el sector privado, registró su séptimo trimestre consecutivo de caída. Los gastos de consumo de las familias también disminuyeron, en este caso, por cuarto trimestre consecutivo.
Una señal inequívoca de que la recesión continúa este año es el desempeño de la industria, así como la caída de la inversión de las empresas. En el último trimestre de 2015 la tasa de inversión, es decir, lo que las empresas invierten en nuevos proyectos o maquinaria, cayó un 4,7% en comparación con el tercer trimestre y un 18,5% en comparación con el cuarto trimestre de 2014. Si este indicador presenta cifras más bajas, señala que las empresas no van a realizar nuevos proyectos, sino que van a concentrar sus energías en reducir los gastos para conseguir pagarlos, lo que apunta a posibles recortes de puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, la caída del consumo de las familias (del 1,3%, en comparación con el tercer trimestre, y del 6,8%, en comparación con el mismo período de 2014) revela que los brasileños están apretándose los cinturones para adaptarse a los nuevos tiempos. Si el consumidor no compra, las empresas producen menos y facturan menos. De este modo, invierten menos y despiden, lo que alimenta un nefasto círculo vicioso, que, en el Brasil de hoy, con un Gobierno débil y una crisis política sin precedentes, parece no tener fin.
Los brasileños se aprietan el cinturón
Con la recesión, la subida de los precios, el crecimiento del desempleo y el dólar rondando los cuatro reales, driblar los efectos de la crisis no es fácil. Para llegar a fin de mes, muchos brasileños han cambiado de hábitos. Quitera de Albuquerque, de 62 años, tuvo que tomar algunas decisiones. Ya no compra como antes: ha cambiado lo que realmente le gusta por lo que se puede permitir. “Cambié todas las marcas, de las judías al detergente. Compro la peor carne, miro el precio más barato”, cuenta esta dependienta de una tienda de ropa en São Paulo, que antes trabajaba en comercio ambulante.
La inflación en Brasil llegó al 10,67% el año pasado. El aumento de la tarifa de energía eléctrica hizo que Quitera tomase otra decisión radical: poner bajo llave varios electrodomésticos. “Cuando vi que la cuenta de luz se triplicaba guardé todo: ventilador, horno eléctrico, mi máquina de correr carrera y la plancha", comenta.
Algunas mujeres de clase media y media-alta recortan en belleza. Tatiana Ramos, cazatalentos de 29 años, vive en Belo Horizonte y pasó de hacerse la manicura cada semana a una vez cada 15 días. “A veces opto por solo pintarme las uñas en el salón, ya que cobran la mitad del precio. El resto lo hago yo antes, en casa. También espero más tiempo para cortarme y teñirme el pelo”, cuenta.
Tatiana también sale menos con sus amigos, e intenta ir a bares solo una vez por semana. El sector ya está sufriendo los efectos de la crisis. "Los bares y los restaurantes son los primeros en sentirlo, no solo por razones financieras, sino psicológicas. Cuando hay miedo e incertidumbre, las personas más preocupadas no quieren gastar tanto en diversión", explica el presidente de la Asociación Brasileña de Bares y Restaurantes, Perciaval Maricato. La industria del ocio sufrió una caída de facturación del 10% en 2015 respecto a 2014, según Maricato.
Nathália Machado, una abogada de 30 años, empezó 2016 cortando gastos: dejó las clases de Pilates, redujo las salidas a bares y restaurantes y decidió aplazar los planes de pasar las vacaciones con su hermana en Nueva York. Este año también pensaba dejar la casa de sus padres y alquilar un apartamento para vivir sola. El problema es que la decisión coincidió con un cambio de escenario. “Hice un plan considerando mis ingresos mensuales medios. Pero este año el valor de algunos contratos de mi empresa bajaron y los impagos aumentaron mucho, y esto afectó a mis ingresos”, cuenta Nathália, que no quiso desistir de su sueño. Para cumplirlo, tuvo que hacer ajustes. En su casa nueva, de momento, no va a contratar Internet de banda ancha, y tal vez deje el gimnasio.
Andrea Bravaresco, de 39 años, cambió el plan de televisión por cable al más básico, y recurrió a la plataforma online de películas y series Netflix. Pero la prioridad ha sido la escuela de sus hijos. Andrea no quería cambiarlos de centro, pero negoció hasta conseguir un descuento en las mensualidades. En el colegio de su hijo de 12 años pagará un 25% menos, y en el de la niña de 2 años, casi un 15%.
Adriana Canton, comerciante en Río de Janeiro, y su marido Leo, que es cocinero, creyeron por un instante que saldrían ilesos de la crisis. A fin de cuentas, atienden clientes de clase alta y media-alta, donde la recesión tarda mucho más en llegar. Pero los clientes de Leo disminuyeron y otros piden un menú más barato. En la tienda de artículos para cuartos de baño de Adriana cayeron las ventas y hubo despidos. Ahora, los viajes al extranjero no son una opción, por los precios de los billetes de avión y la devaluación del real brasileño. "Cambiamos algunas marcas de productos, el plan del teléfono móvil, y cambiamos la ducha para ahorrar agua". El cine también cambió de día. “Los miércoles es más barato”.
Con información de Carla Jiménez.
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