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Alquimistas de la malta

La cerveza artesana crece con fuerza en los mayores mercados de América Latina

Gama de la cervecera argentina Antares.
Gama de la cervecera argentina Antares.

Son pequeños alquimistas. Juegan con el aire, el agua, la tierra y el fuego, crean piezas únicas de oro líquido. Los hay por todo el mundo. En la última década se han expandido por los principales mercados de Latinoamérica. Han aprendido la vieja usanza de la fermentación casera y se han enfrentado a las grandes compañías multinacionales. Se les conoce como cerveceros artesanos y se calcula que hay más de 1.500 desde Tijuana (México), hasta la Patagonia, en el último rincón del nuevo mundo, según el Grupo Cervezas de América. Desde hace 17 años, Leonardo Ferrari forma parte de este selecto clan. En 1998 fundó, en Mar del Plata (Argentina), la cervecera Antares. Desde entonces ha conquistado a los amantes de la malta con bebidas rubias, tostadas y algunas afrutadas.

Todo inició como un juego. Ferrari (1969) buscaba deleitar el paladar, vehemente de la cerveza, con nuevos aromas. Después de años de pruebas y errores y con un sequito familiar, apasionado de los brebajes alcohólicos y espumosos preparados en casa, este marplatense, su esposa y un amigo decidieron etiquetar, dar nombre y comenzar a distribuir la cerveza entre los negocios de la zona. El esfuerzo fue nulo. “Los bares de Mar del Plata no podían vender otra cosa que no fuera Quilmes (la cerveza industrial líder en la región)”, explica. Así que decidieron abrir un bar para comercializar su producto. Invirtieron 100.000 dólares y el éxito fue un fenómeno.

Antares (nombre que hace referencia a la estrella más brillante de la constelación de Escorpión) fue pionero en Argentina de lo que hoy se denomina como cerveza artesana. Actualmente, la firma tiene 25 locales, distribuidos por todo el país sudamericano, una fábrica en la que produce más de 150.000 litros de cerveza al mes, y su facturación anual asciende a los cinco millones de dólares, aproximadamente unos 4,5 millones de euros.

“La cerveza artesana está pegando fuerte”, asegura Daniel Trivelli, presidente del Grupo Cervezas de América, organización chilena que realiza un certamen anual en el que reúne a las mejores etiquetas de Latinoamérica. En países como México, Brasil, Chile y Colombia este nicho de mercado crece como la espuma. “El negocio en la región mantiene repuntes anuales a tasas de dos dígitos”, afirma David Mackinson, analista de la consultora Euromonitor.

Una clase media con ganas de probar cosas diferentes impulsa el negocio

Los artesanos latinoamericanos han mostrado su poderío en los últimos cinco años, afirma Ivan Rioja-Scott, editor de la revista Industria Alimenticia. El crecimiento de una clase media con ganas de probar cosas diferentes ha impulsado este nicho, comenta. Según cifras de Euromonitor, este segmento acapara ya el 1% del mercado cervecero en la región. Este mínimo mordisco a la tarta ha valido para que los gigantes del sector encarrilen sus estrategias en comprar o cerrar alianzas de distribución con los pequeños productores. AB InBev y Heineken, a través de sus filiales regionales, han invertido en este nicho, en los últimos cinco años, sumas millonarias.

Jesús Briseño, fundador de la cervecera mexicana Minerva, no se dejó embriagar por el canto de las sirenas. Este año, InBev, a través de su filial Grupo Modelo (fabricante de la cerveza Coronita o Corona), le puso sobre la mesa 16 millones de dólares por el negocio. “La oferta estaba sobrevalorada. Están comprando por estrategia no por el valor financiero de una empresa”, arguye. “No voy a dejar la cervecería después de 10 años de picar piedra y crear una plataforma que va desde la producción, distribución y venta final… Lo mejor está por venir”, espeta.

América Latina es un mercado propicio para el crecimiento de la cerveza. El consumo de esta bebida ha crecido en las principales economías de la región en los últimos años, pero aún es bajo respecto a otras partes del mundo, de acuerdo con los especialistas. Según las cifras de Euromonitor, mientras que en países de Europa se consumen, en promedio, más de 100 litros per capital anualmente, en Latinoamérica la media es menor a 60 litros. En España la cifra roza los 80.

En esta zona, las cervezas artesanas tendrán que abrirse un espacio mayor entre las grandes compañías, indica Hugo Patiño, profesor del Siebel Institute of Technology, una de las escuelas estadounidenses más antiguas del mundo cervecero. Uno de estos gigantes el belga AB InBev, que tras cerrar el acuerdo, el pasado noviembre, para adquirir a la corporación británica SABMiller, contrala casi el 60% del mercado latinoamericano. El otro titán es Heineken que tiene una cuota del 14% en la zona, de acuerdo con Euromonitor.

En este sentido, un aspecto relevante para el crecimiento de este sector, dice Trivelli, es la existencia de organismos antimonopolios, que actúen como garantes para que no se produzcan practicas abusivas en el mercado. “En Chile, Argentina, Brasil y México estas autoridades ya han fallado, en los últimos años, en favor de los pequeños productores, lo que ha acelerado el desarrollo de la industria”, añade.

“Nuestro negocio se basa en ofrecer sabores distintos y en ser independientes”, comenta Ferrari, de Antares. Trivelli, por su parte, avizora que mientras existan personas que demanden experiencias distintas al beber una cerveza, las artesanas seguirán repuntando. “Espacio hay para todos. Unos apuestan a las grandes inversiones, otros enriquecemos el paladar”.

Definiciones hay muchas, pero todas coinciden en que una cerveza es artesana cuando su producción es limitada. En algunos países, el tope está en no superar los seis millones de barriles al año o que una empresa no controle más del 1% del mercado. Para su elaboración se utiliza agua, malta, lúpulo y levadura. Está es la base, después se abre un abanico de sabores. Las artesanas no deben de tener conservantes o productos artificiales. “Todo es natural”, explica Diego Castro, fundador de la asociación civil argentina Somos Cerveceros. “No están pasteurizadas”, añade. La graduación alcohólica es superior a las industriales y puede llegar hasta un 20%. Existen aquellas que superan el 40%. En general, son 100% malta.

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