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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La gran batalla del euro

Qué va antes en el plan Draghi ¿la ortodoxia y las reformas o la demanda y la inversión pública?

Xavier Vidal-Folch

Por sus resultados los conoceréis. Las medidas del Banco Central Europeo (BCE) del día 4 de septiembre y de su anterior consejo —la reducción casi a cero del tipo de interés y el anuncio de inundación de liquidez por la vía de compra de deuda privada—-han tenido efectos tangibles, todos buenos. Se redujo el tipo de cambio, abaratando el euro (del entorno de 1,40 dólares al del 1,30), lo que facilita las exportaciones y, pues, la recuperación. Se ha derrumbado el tipo de interés de la deuda periférica, situándose los bonos a diez años en torno al 2% (estuvieron al 7,6%), y también la prima de riesgo. Ha bajado el euríbor, suavizando el coste de hipotecas y otras deudas. Y la Bolsa se anima, aunque con vaivenes.

El sindicato de críticos, incrédulos, descontentos, pesimistas y catastrofistas alega que la reacción del BCE es tardía (tiene razón) y que pagaremos por este retraso (veremos: quizá nunca es tarde si la dicha es buena). Puntualiza (con tino) que el principal mercado de la deuda privada (los Asset backed securities, ABS) es demasiado estrecho en Europa. Critica el paquete por insuficiente (ya se comprobará, el despliegue necesitará meses), reclamando que el BCE compre también, directamente, bonos públicos (lo que prohíbe el Tratado, al menos sin condiciones, y es la línea roja de Berlín). Y se interroga sobre si la nueva gran inyección de dinero público no albergará acaso nuevas desigualdades en su distribución, lo que tiene sentido para extremar una vigilancia que lo evite.

Como se ve, unos recelos son más fundados; otros, menos. Lo que es poco discutible es la realidad. Y esta contabiliza ya un múltiple impacto inicial positivo. La hondura de las nuevas medidas del BCE viene subrayada porque se acompaña de una nueva doctrina, la formulada por su presidente, Mario Draghi, en la reunión de banqueros centrales de Jackson Hole, el 22 de agosto. Les exhorto a su lectura detenida, porque es la nueva tabla de la ley del giro de la política económica europea de síntesis que probablemente se producirá muy pronto (Unemployment in the euro area, www. ecb). De un new deal, un nuevo enfoque; de una nueva policy mix o combinación de políticas. Draghi centró su discurso en el empleo, ese objetivo sólo secundario en los Estatutos del BCE. Improvisó unas nuevas palabras mágicas prometiendo más madera (“usaremos todos los instrumentos disponibles necesarios” para atajar la inflación/deflación). Y propugnó una combinación de liberalismo ortodoxo y keynesianismo suave: “un policy mix que combine medidas monetarias, fiscales y estructurales al nivel de la Unión y nacional”. O sea, mayor expansionismo monetario; una relajación de la ortodoxia fiscal o austeridad excesiva, mediante suavización de la presión fiscal y “un amplio programa de inversión pública” (los 300.000 millones prometidos por Jean-Claude Juncker), aunque dentro del Pacto de Estabilidad; y reformas liberalizadoras nacionales.

El programa de Draghi seguramente será el final del recorrido. Antes asistiremos, este trimestre, a una nueva batalla trepidante entre restrictivos y expansionistas, proalemanes o italianizantes: ¿qué viene antes, las reformas o la inversión; la oferta o la demanda; la ortodoxia o la flexibilización? La velocidad y la victoria en la primera etapa también contarán. A no ser que surja un amplio acuerdo para cumplir todos los deberes simultáneamente. Ojalá.

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