Cambios para impulsar la economía
El pasado lunes, la selección española se despidió del Mundial de fútbol tras un buen partido que nos dejó a todos la sensación de final de etapa que nos obliga a reflexionar. Nunca antes una selección había cosechado el triunfo en dos Eurocopas y un Mundial de forma consecutiva. En Brasil nos despertamos de ese sueño. Sin embargo, ahora es tiempo para pensar en todas aquellas cosas que funcionan mal y en la búsqueda de soluciones que nos vuelvan a permitir soñar de nuevo en próximas competiciones. Es el fin de un ciclo y toca reformar.
Como en el fútbol, en la economía, a veces, hay que hacer cambios. Cada cierto tiempo, las cosas que antes parecían funcionar dejan de hacerlo. Esto nos impulsa a hacer cambios, a buscar soluciones a lo que está pasando, a reformar. En este caso, a reformar los mecanismos que regulan el funcionamiento de los distintos mercados. La economía española dejó de funcionar adecuadamente hace ya seis años. Quizá siete. Durante todos estos años, los distintos dirigentes han empleado sus esfuerzos en cambiar la dinámica de los mercados mediante distintas reformas. La pasada semana conocimos la última: la reforma fiscal. Las preguntas para los economistas son: ¿qué aporta?, ¿cuánto nos cuesta?, ¿con qué objetivo?, ¿para el ciudadano está claro?, ¿pagará menos?
Comencemos por el principio. El actual ciclo económico ha traído consigo un elevado endeudamiento, tanto en el sector privado como en el público. En el último caso ha provocado el descuadre de las cuentas con déficits que han rondado durante varios años el 10% del PIB. Esto significa que los ingresos han sido muy inferiores a los gastos cada año. Para sufragarlos hemos recurrido a mayores niveles de endeudamiento que han desequilibrado aún más la economía. A la vista de esa situación, el Gobierno tomó la decisión de elevar los impuestos en 2012. Ello se tradujo en un incremento de los ingresos tributarios en ese ejercicio del 4,2% y del 0,2% en 2013. Unos 7.000 millones de euros, en términos acumulados, que han permitido finalizar 2013 con el cumplimiento del objetivo de déficit pactado con Bruselas. Ya durante el año pasado fuimos teniendo noticias, mediante los indicadores adelantados de evolución de la economía, de un posible cambio de ciclo que, en la medida en que pasan los meses, se va confirmando y adquiriendo más fuerza.
En cuanto al IRPF, parece que el nuevo impuesto es más progresivo que el aprobado en 2011
Es en este contexto en el que hay que entender la reforma fiscal propuesta por el ministro Montoro. El inicio de la recuperación de la actividad económica es un buen momento para impulsar una rebaja de tipos impositivos que permita el aumento de la renta disponible para las familias y, con ello, un mayor crecimiento del consumo, de la demanda interna y, por ende, del empleo y de la actividad económica.
Por lo que respecta al impuesto sobre la renta de las personas físicas, como es bien sabido, éste se articula por tramos. Es decir, tenemos distintos tipos impositivos en función del nivel de renta que tengamos. Cada tramo es gravado a un tipo diferente, que es ascendente en la medida en que la renta aumenta. Esto es lo que denominamos impuestos progresivos.
En este aspecto, los cambios propuestos abarcan la disminución de todos los tipos impositivos en todos los tramos y con una reducción adicional de éstos hasta situarlos en cinco tramos. En consecuencia, el impuesto continúa siendo progresivo. Ahora bien, debemos cuestionarnos si es más o menos progresivo que lo que tenemos en 2013 y teníamos en 2011, con anterioridad a la subida de impuestos del actual Ejecutivo. En este sentido, si calculamos el tipo medio que tendrán que pagar distintos niveles de renta, obtenemos tres conclusiones importantes. Primero: todos los niveles de renta tributarán menos respeto a 2014. Segundo: en todos los casos se observa que la reducción del impuesto disminuye cuanto mayor es la renta. Tercero: en 2016, año en el cual está previsto que esté completamente en vigor la nueva reforma, las rentas superiores a 100.000 euros pagarán más que en 2011, mientras que las inferiores a dicha cantidad obtendrán un ahorro (en términos relativos) tanto mayor cuanto menor es su nivel de renta. Por tanto, parece que el impuesto es más progresivo que el de 2011.
Volviendo al inicio, la reforma fiscal propuesta tiene por objeto mejorar la renta disponible de las familias para además impulsar el consumo y, con ello, el PIB; a la vez que mejorar la competitividad de la economía española. El coste bruto total de esta reforma lo cifra el propio Gobierno en 9.000 millones de euros. A cambio, el incremento esperado de actividad en términos de PIB es de 0,55 puntos, lo cual, unido a la prevista mejora de la actividad económica, supone un coste neto para el Estado de unos 2.600 millones. Para los contribuyentes supone una mayor renta disponible y, es de esperar, una mayor creación de empleo.
Ángel Díaz Chao es profesor del Departamento de Economía Aplicada I de la Universidad Rey Juan Carlos.
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