El Bundesbank suaviza su rechazo a actuar contra el riesgo de deflación
Jens Weidmann no descarta que el BCE compre activos públicos o privados
Jens Weidmann, el joven y enérgico presidente del Bundesbank, el halcón que defiende a ultranza la ortodoxia de la política monetaria en el seno del Banco Central Europeo (BCE), graduó este martes su mensaje de rechazo a la más radical de las medidas extraordinarias, la compra de bonos gubernamentales o de títulos privados, que maneja el supervisor del euro ante el riesgo de deflación. El tiempo dirá —el Consejo de Gobierno del BCE en abril, la próxima semana, dará la primera pista—, si las palabras de Weidmann anticipan un histórico cambio de posición, o se limitan a un debate teórico.
Por lo pronto, el mercado tomó nota: tras la difusión de la entrevista que Weidmann concedió a la agencia Market News, y alguna intervención más en favor de nuevos estímulos, como la del gobernador del banco central eslovaco, Jozef Makuch, el euro se desinfló, hasta los 1,375 dólares, aunque al cierre de las Bolsas europeas (en positivo) había recuperado los 1,38 dólares.
“Las medidas no convencionales bajo consideración suponen en gran medida un terreno inexplorado y esto hace necesaria una discusión sobre su efectividad, así como sobre sus costes y efectos secundarios”, reiteró Weidmann en la entrevista. Pero, a continuación, incorporó un matiz nada habitual en los discursos de los gestores del banco central alemán. “Esto no implica que un programa de relajación cuantitativa [en inglés, quantitative easing] esté fuera de discusión…pero tenemos que asegurarnos de que se respeta la prohibición de financiación monetaria a los Estados”.
El programa de relajación cuantitativa, aplicado por la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Japón, es un mecanismo que permitiría al BCE comprar títulos públicos o privados, lo que rebajaría los costes de financiación y aseguraría la colocación de emisiones de deuda. A cambio de la medida, que persigue reactivar el crédito, la demanda y, en última instancia, los precios, el supervisor del euro ampliaría de forma notable su balance —en otras palabras, inyectaría más dinero—, y también, sus riesgos. “Desde luego, los activos públicos o privados que pudiésemos comprar, deberían cumplir ciertos requisitos de calidad”, añadió Weidmann, entrando a discutir una hipótesis que hace apenas un par de meses rechazaba de plano.
El presidente del Bundesbank también consideró que la mejor manera de contrarrestar la fortaleza del euro sería aplicar una tasa negativa a los depósitos que los bancos prefieren atesorar en la caja fuerte del BCE, una opción mucho menos radical que el quantitative easing. "Se trata de escenarios hipotéticos y no de decisiones inminentes", añadió. Otras alternativas que se discuten sería condicionar inyecciones de liquidez a la banca a que garanticen determinados niveles de préstamo a familias y empresas. O, incluso, que las pymes titulicen deuda para ser vendida al BCE.
La tradicional oposición del Bundesbank a medidas extraordinarias ha ido más allá de las palabras. El predecesor de Weidmann, Axel Weber dimitió tras la primera compra, muy limitada, del BCE de bonos de países periféricos, en 2011. Y el propio Weidmann fue el único gobernador que votó en contra del programa lanzado en 2012 (y nunca puesto en práctica) para comprar bonos, a menor plazo, de países que pidan la ayuda de la UE.
La diferencia con otras etapas de la crisis es que lo que está en cuestión es la estabilidad de precios, el mandato esencial del BCE. Sus previsiones anticipan que la inflación enlazará cuatro años (de 2013 a 2016) por debajo del 2%, el objetivo del banco central. Y, también, un riego “limitado” de deflación.
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