“En el futuro el ‘data’ será la moneda”
Medina trabajó durante 32 años en la CIA, donde lideró los Servicios de Inteligencia
Carmen Medina (Caguas, Puerto Rico, 1954) trabajó 32 años en la CIA, donde llegó a liderar los servicios del Centro de Inteligencia, y actualmente forma parte del Centro de Innovación de la consultora Deloitte. Su principal cliente es el Gobierno de Estados Unidos y desde el GovLab investiga cómo afectará la tecnología y qué nuevas costumbres debe tener en cuenta la Administración. Le apasiona la tecnología y bromea recordando que empezó su carrera ante una máquina de escribir y ha terminado tuiteando y experimentando con las Google Glass.
Pregunta. Usted trabaja en el Centro de Innovación de Deloitte. ¿Qué es la innovación?
Respuesta. Para mí la definición de innovación es sencilla: es lo contrario de la costumbre. Las personas, las organizaciones, los Gobiernos... tienen costumbres y cuando las cambian, están innovando. En el Centro de Innovación federal, Deloitte ha dedicado una planta de las oficinas en Virginia a investigar y chequear ideas nuevas que creemos que afectarán al Gobierno en un horizonte de tres o cinco años. Cuestiones como qué impacto o afectación pueden suponer por ejemplo las Google Glass, que creemos que pueden ser de gran utilidad para la policía; o qué supondrá la irrupción de las impresoras en tres dimensiones que hacen objetos.
P. ¿Qué les dice a los líderes cuando les asesora?
R. No forma parte exactamente de mi trabajo, pero creo que los líderes tienen que ser menos líderes y más facilitadores. El mundo está más conectado y si uno tiene una organización que está cerrada y no tiene conexiones con lo que pasa, tendrá un déficit de información. No se puede ser competitivo si se sabe menos que el mundo que hay alrededor.
“Los líderes tienen que ser menos líderes y más facilitadores”
P. ¿La vida conectada supone mayor responsabilidad?
R. Sí, porque el líder tiene que velar por la salud de la red de la compañía, para que sea más fuerte. Cuando uno vive en una red, no la controla: participa, y esa misma filosofía es la que debería aplicarse en las empresas. Si la gente se limita a cumplir órdenes, no tendrá agilidad ni sentido de responsabilidad para hacer algo importante y adaptarse cuando pasen cosas.
P. La tecnología tiene una gran presencia en nuestras vidas. Pero ¿cómo gestionar la paradoja entre el atropello que provoca el alud de inputs; y la concentración y tener claros los objetivos que requiere la innovación?
R. Ahora hay un gran debate sobre si Internet nos está haciendo más inteligentes o más estúpidos, porque la inmediatez nos impide concentrarnos. Creo que el pensamiento del futuro será diferente, nos hará hacer las cosas diferentes, lo que no sé y creo que nadie sabe, es cuál es la mejor condición para la humanidad. Tener muchos intereses y hacer muchas cosas es diferente, pero me tienen que convencer de que es peor. En Grecia, a Sócrates no le gustaba el lenguaje escrito, decía que al escribir se perdería la memoria y serían menos inteligentes. Pero no podía imaginar lo que la escritura permitiría como herramienta.
P. ¿Herramientas como el big data?
R. Eso es. El big data, hacer analíticas, justo empezamos a investigar qué permite hacer. Y estamos encontrando aplicaciones en la medicina, en cómo se organiza la sociedad, cómo ayudar a los mayores, a los pobres, que permiten claramente mejoras en la vida de la gente. El Internet de las cosas, con sensores, no tiene por qué controlar, pero puede monitorizar la vida de las personas mayores y tener un uso preventivo.
P. ¿Cómo ha cambiado la tecnología la gestión de la inteligencia empresarial?
R. Los empresarios hemos tenido la cultura de lo individual: cada uno es inteligente y sabe qué tiene que hacer. Pero en el futuro la inteligencia va a tener que ser mucho más diversificada. Hasta ahora los humanos la hemos usado para hacer trabajo rutinario, para leer datos; pero no es lo que tiene más valor. Lo más valioso será disponer de ese tiempo para interpretar relaciones y adivinar nuevas preguntas para planteárselas al data. Hay tanta información, que podemos concentrar la energía de los humanos en ponerla en valor y dejar a las máquinas para lo que hacen mejor: el trabajo rutinario.
P. El dinero que puede llegar a mover el manejo de datos es incalculable...
“Las empresas no comparten información, al revés que los ‘hackers”
R. Hablan, y lo comparto, de que en el futuro el data será la moneda...
P. Ha trabajado 32 años en la CIA con la seguridad nacional. Allí había muchas reglas ¿Cómo ha cambiado su día a día?
R. Las reglas todavía me marcan. Pero ahora estoy en las redes sociales, puedo participar tranquilamente, disfruto utilizando la tecnología sin límite. En la agencia no puedes ni utilizar tu smartphone, lo tienes que dejar en la entrada; ahora es parte de mi vida e importante porque para entender el mundo y cómo se está configurando creo que tienes que participar. Ha sido una liberación.
P. ¿Qué papel juegan las redes sociales en la economía?
R. Cuando miro atrás, pienso que el sistema no se diseñó para un mundo con tanto volumen de información y velocidad. Todos estamos en la conversación: ciudadanos, Gobiernos y empresarios, están acostumbrándose al nuevo mundo. Antes las firmas emitían información positiva sobre sus productos, ahora la red me ofrece otras visiones y puedo decidir. La Administración y las empresas se están acostumbrando a un mundo donde hay mucha más transparencia. El Gobierno de Estados Unidos tiene una estrategia firme de apertura de datos públicos, es positivo.
P. ¿Cómo pueden ayudar las tecnologías a detectar el fraude empresarial?
R. Los dispositivos móviles son parte de una estrategia de datos para las compañías, que pueden recabar datos sobre el trabajador: dónde ha ido, cuántas horas ha trabajado... Y el big data puede detectar fraude: por ejemplo, si hay fraude entre fábricas de una empresa, o cuando una compañía engaña al Estado y no paga impuestos. No sé si es cierto, pero en Estados Unidos oímos que en Grecia durante la crisis había más propietarios de Porsche Cayenne que gente que ganaba más de 50.000 euros anuales. Se puede usar el big data para combatir el fraude. El Gobierno puede ver si la actividad social de un ciudadano contradice lo declarado.
P. ¿Cree que invierten suficientemente las empresas en la seguridad de la información?
R. Mi opinión es que todavía no están invirtiendo suficiente, hay varios casos de robo masivo de datos, por ejemplo de tarjetas de crédito. Y mientras los hackers son una comunidad informal que comparte la información, las empresas por razones de competencia no colaboran, trabajan aisladas y es una desventaja.
P. ¿Y los ciudadanos somos conscientes de las consecuencias del uso de la red?
R. No, y los jóvenes se dan cuenta ahora del daño que puede causar lo que han hecho hace una década. Ahora hay empresas que borran los datos de la vida social de las personas, pero yo soy optimista, creo que esta generación ha cometido muchos errores de los que todos vamos a aprender.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.