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El Gobierno de México propone no subir los impuestos en tres años

Los empresarios pretenden corregir algunos aspectos de la reforma hacendaria pero el Ejecutivo descarta tocar la ley

Bernardo Marín

México no se plantea subir la presión impositiva en tres años. “De lo que se trata es de darle a las familias mexicanas, a los trabajadores y, por supuesto, a las empresas de todos los tamaños, la certidumbre de que los impuestos no cambiarán”, dijo hace unos días el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, al precisar el contenido de los Acuerdos de Estabilidad Tributaria, que el Gobierno pretende convenir este mes con la iniciativa privada. La medida está dirigida a quienes más han disgustado los recientes cambios fiscales, los empresarios. Pero estos no parecen conformarse con ese guiño. Y piden corregir algunos aspectos de la reforma hacendaria que entró en vigor el primero de enero: precisamente aquello que el Ejecutivo de Peña Nieto no está dispuesto a ofrecer.

La ley ya aprobada es así una de las líneas rojas del Gobierno. Y la mayoría de los analistas dudan incluso de que pueda tocarse. “No hay ningún plan para modificar la reforma hacendaria. Ha sido ya aprobada por el Congreso de la Unión, y hoy es la ley”, zanjó contundente Videgaray.

Pero los patronos ven en los Acuerdos de Estabilidad un espacio de negociación, para modificar las normas fiscales que según ellos perjudican la inversión y el empleo. Gerardo Gutiérrez Candiani y Juan Pablo Castañón, presidentes del Consejo Coordinador Empresarial y de la Confederación Patronal de la República Mexicana, adelantaron, según informa el diario Excelsior, que reclamarán la deducibilidad del cien por cien de las inversiones productivas y de las prestaciones sociales pagadas a los trabajadores, y la reducción progresiva de la tasa del impuesto sobre la renta que grava el reparto de dividendos de las empresas a las personas físicas.

Estas reclamaciones no son nuevas. En su día empresarios nacionales y extranjeros se quejaron de la reforma por la pérdida de competitividad que podía ahuyentar las inversiones hacia otros países. Muchas de las quejas llegaron de las zonas fronterizas, donde IVA subió del 11 al 16% al homogeneizarse este impuesto en todo el país. Pero el sector privado también se quejó del incremento en las tasas de tributación o de la no deducibilidad de las prestaciones laborales como el seguro social.

La reforma hacendaria es, además, la que más dudas ha generado entre los analistas de las emprendidas por el Gobierno de Peña Nieto. Y es precisamente la que tendría que tener más alcance, porque persigue aumentar los ingresos tributarios en uno de los países de la OCDE con menor presión impositiva. La modificación legislativa en su momento no convenció tampoco del todo al Fondo Monetario Internacional. El pasado noviembre el organismo dio un fuerte espaldarazo a la política económica mexicana al calificar de “pasos impresionantes” los cambios estructurales para mejorar la educación, flexibilizar el mercado laboral y fomentar la competencia en las telecomunicaciones. Pero lamentó que la reforma hacendaria fuera menos ambiciosa de lo planteado inicialmente.

Ante las críticas, el Gobierno accedió a suavizar, en plenas Navidades y a pocos días de su entrada en vigor, algunos puntos de la reforma, en especial en forma de compensaciones para los sectores más afectados. Los empresarios no se conformaron y parece que tampoco van a quedarse contentos con el anuncio de Videgaray. Sin embargo, ante el inmovilismo de las posiciones algunos analistas atisban una posible salida, una transacción satisfactoria para ambas partes: que Hacienda ofrezca nuevos estímulos para atraer capitales sin necesidad de modificar la ley.

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Sobre la firma

Bernardo Marín
En EL PAÍS desde 1997, es jefe de boletines en el equipo de Estrategia Digital. Antes fue integrante de la Unidad de Edición, redactor jefe de Tecnología, director de Retina, subdirector de las ediciones impresa y digital, y responsable y fundador de la redacción de México. Es profesor de la Escuela de EL PAÍS y autor de 'La tiranía del clic'.

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