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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La desigualdad pone en riesgo la recuperación económica

Guy Ryder

A primera vista, podría parecer que la cumbre de Davos de este año comenzará bajo un buen auspicio, con la noticia de que la economía mundial se está recuperando más rápidamente de lo previsto. Sin embargo, un análisis más detenido de la situación revela un desajuste potencialmente peligroso entre las ganancias y las personas.

Los beneficios de las empresas están en alza y los mercados de valores mundiales esperan otro año de abundancia, mientras que al mismo tiempo el desempleo y los ingresos de los hogares están detenidos.

El informe Tendencias Mundiales del Empleo 2014 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que será publicado esta semana, muestra con claridad que la modesta recuperación económica no se ha traducido en una mejoría de los mercados laborales en la mayoría de los países.

Las empresas han preferido acumular efectivo o recomprar sus propias acciones, en vez que invertir en la capacidad productiva y en la creación de empleo. En parte, este es el resultado de una debilidad prolongada de la demanda agregada, tanto a nivel nacional como mundial. Esto se ve agravado por la incertidumbre sobre dónde se originarán las nuevas fuentes de demanda y la incertidumbre sobre las políticas públicas, por ejemplo sobre la reforma del sector financiero.

El incremento de los flujos de ganancias y de liquidez en los mercados de valores en vez que en la economía real no solo aumenta el riesgo de las burbujas bursátiles y del sector inmobiliario, sino que también perjudica las perspectivas del empleo a largo plazo.

En los países en desarrollo, el empleo informal sigue estando muy extendido, y el ritmo con que progresa la calidad del empleo está disminuyendo. Esto significa que un número menor de trabajadores está saliendo de la pobreza.

Si sumamos a esto el hecho de que en la mayoría de los países los trabajadores están recibiendo una parte más pequeña del ingreso nacional y de los beneficios de la productividad, mientras que una cantidad mayor del ingreso es destinada a las ganancias, estamos frente a un problema grave.

La desigualdad se refleja en los ingresos deprimidos de la mayoría de las familias y por lo tanto frena el crecimiento del consumo, lo cual a su vez limita el crecimiento económico. También genera una frustración en la población, aumentado el riesgo de inestabilidad; la tensión actual en muchos países es alimentada por la percepción de injusticia. El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo reconoció cuando recientemente definió la desigualdad como “el mayor desafío de nuestro tiempo”.

Impulsar la demanda de bienes y servicios contribuirá en gran medida a crear los incentivos necesarios para que las empresas se desarrollen y creen empleos. Esto implica distanciarse de la consolidación fiscal agresiva adoptada por muchos países. También supone que los trabajadores reciban un mayor parte del ingreso nacional, así como abordar el estancamiento de los salarios y el alto desempleo que han mantenido bajo el gasto de los hogares.

El incremento de los salarios produce un aumento de la demanda, de manera que una parte esencial de la solución es establecer salarios mínimos adecuados y adoptar políticas que fortalezcan los vínculos entre la productividad y los salarios. De hecho, el Presidente Obama instó a aumentar el salario mínimo y una propuesta similar está siendo discutida en Gran Bretaña, mientras que el nuevo Gobierno de Alemania decidió crear un salario mínimo nacional por primera vez.

Debemos concentrarnos en la economía productiva, y comprometernos firmemente a invertir en las personas, las competencias y los empleos, y a reducir la disparidad económica.

Si no logramos superar la crisis del empleo juvenil, el desempleo por largo tiempo, las tasas elevadas de abandono y otros problemas apremiantes del mercado laboral, estaremos destruyendo la esperanza de un crecimiento sostenible y sembrando las semillas de nuevas tensiones sociales, quizás aún más graves.

Guy Ryder es Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)

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