El precio del sueño australiano
El país ofrece puestos de trabajo bien remunerados pero pone muchas trabas con el visado Los altos precios son un obstáculo para los que llegan sin ocupación
A las antípodas de Europa y de su crisis económica, Australia crece a ritmo rápido y sólido. La amplia oferta de trabajo, los salarios altos, la buena calidad de vida y el clima cálido la convierten en el lugar de destino de miles de españoles que huyen del paro y la austeridad que asuelan el viejo continente. Australia es un país joven y hoy, 250 años después de la llegada de los primeros británicos, apenas 22 millones de personas viven en un territorio equivalente al continente europeo.
El tapicero Jordi Coll y su esposa, Maria Lluïsa Juliench, emprendieron su aventura australiana en 1982. Huían de otra España en crisis, la de los ochenta, y llegaron a Australia con 30 años, dos hijos y ningún conocimiento del idioma. “Sabíamos del país solo por referencia de alguna gente y no hablábamos ni una palabra de inglés, solo lo que habíamos oído en los discos de los Beatles”, recuerda ahora Juliench. La familia regresó a España a finales de los ochenta, pero esta última crisis ha vuelto a empujar a Coll y a Juliench a las antípodas. “Llegué el pasado noviembre con cuatro duros en el bolsillo y mi visado”, explica Coll, que a los 62 años conserva intactas sus ganas de trabajar.
Cuenta que en su pueblo, Caldes de Montbui, junto a Barcelona, la gente le tomaba por loco. “Me decían que ¿cómo iba a encontrar trabajo en Australia? y yo les respondía que es un país normal y civilizado, que da trabajo a la gente que sabe hacerlo”, explica. Coll recuerda su primera semana con claridad: “El lunes llegué, el martes me lo tomé de descanso después del largo viaje, el miércoles un amigo me enseñó a buscar trabajo en Internet, el jueves busqué y el viernes comencé a trabajar. Así de claro y bestia”, zanja. El tapicero subraya que en un país tan joven como Australia “la experiencia es un grado, y una persona con 62 años y un oficio está valorada”, mientras que en España “solo esperan que una persona mayor se convierta en un vegetal, o que se vaya al bar a tomar un café”.
Australia en corto
- Tasa de desempleo actual: 5,3%.
- Crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB): 2,9%.
- Españoles censados en 2013: 15.818.
- El número de españoles ha crecido un 22,23% entre 2008 y 2013.
- Requisitos para trabajar: Existe una lista de actividades y sectores en los que el personal cualificado es insuficiente en Australia, publicada en la página de Inmigración del Gobierno australiano. En estos casos, en principio se concede un tratamiento especial a la hora de otorgar visados con permiso de trabajo.
- Para más información se puede visitar la página web del Departamento de Inmigración de Australia.
Encontrar un trabajo cualificado en Australia es el sueño de los centenares de jóvenes españoles que cada año cruzan el planeta en busca de nuevas oportunidades. No en vano el salario mínimo en Australia son 2.500 dólares al mes (unos 1.758 euros) y el salario medio alcanzó los 4.552 euros al mes en noviembre de 2012, un 4,8% más que el año anterior. El programa de migración para 2012 y 2013 ofrecía un total de 190.000 puestos de trabajo para inmigrantes, 5.000 más que el año anterior, y todo indica que el programa para 2014 alcanzará cifras similares.
Australia ofrece además la posibilidad de nacionalizarse a quienes hayan residido en el país durante al menos dos años. Hoy, uno de cada cuatro ciudadanos de nacionalidad australiana ha nacido fuera del país y solo entre julio de 2010 y junio de 2011 se nacionalizaron 127.460 personas de más de 200 países distintos, según los últimos datos oficiales.
Sin embargo, tras estas cifras tentadoras para quien huye de la sequía laboral en España se esconde una realidad muy distinta. Conseguir un permiso de trabajo en Australia no es fácil; y sin él, es prácticamente imposible acceder a un trabajo cualificado y bien remunerado.
Los recién llegados suelen optar por el visado de estudiante, que permite trabajar a media jornada, pero que obliga al inmigrante a inscribirse a cursos el resto del día. Las clases y los alquileres de espanto suelen llevarse la mayor parte del salario de estos falsos estudiantes, que aspiran a conseguir que una empresa les contrate y les ayude a conseguir un visado de trabajo cualificado.
Ignacio Arnas lo intenta desde hace casi un año. Este aparejador de 37 años abandonó su Zaragoza natal por las calles bulliciosas de Sidney, donde trabaja en un restaurante de la bahía del Darling Harbour, una de las zonas más turísticas de la ciudad australiana.
“Encontrar trabajo de camarero, limpieza o en la obra es muy fácil, yo tardé dos semanas”, asegura antes de reconocer que su salario alcanza justo para pagar los estudios, el alquiler y poco más.
Arnas lleva meses intentando encontrar trabajo como aparejador y, aunque de momento no lo ha conseguido, asegura que ni se le ha pasado por la cabeza volver a casa. “No sé si en unos meses estaré aquí o en otro sitio, pero sé que no voy a volver a España”, afirma mientras contempla cómo los yates amarrados al embarcadero de la bahía se balancean al ritmo de las olas ante la mirada atenta de un grupo de turistas orientales.
David Roca, en cambio, cree que volverá a España, pero ve el regreso cada vez más lejos. “Llevo años huyendo de la crisis, primero en China y luego en Latinoamérica: México, Panamá, Costa Rica…”, enumera.
Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, Roca trabajó durante años para empresas españolas con negocios en el extranjero. En enero de este año llegó a Australia con la intención de dar un giro a su carrera. Haciendo acopio de ahorros y de un préstamo, se inscribió a un máster en administración de negocios (MBA en sus siglas en inglés).
“Quería hacer un máster de habla inglesa y vivir en un sitio como este, donde se puede ir en bicicleta al trabajo, con una gran cultura del deporte, con un tiempo magnífico y playas espectaculares”, afirma Roca. Para este trotamundos veterano, el primer choque son los precios: “Ir al supermercado o buscar alojamiento es recibir un bofetón en la cara”, asegura.
Roca confía en que el máster que estudia le abra las puertas a un visado de trabajo y a un puesto en una gran empresa. Sentado en el corazón del distrito financiero de Sidney, contempla el ir y venir incesante de los ejecutivos entre los rascacielos acristalados y afirma sin asomo de duda que “Australia como imagen paradisíaca sí, pero siempre con un respaldo económico detrás”.
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