De la Triple A al lado oscuro
España debe dar el abrazo del oso a Italia y Francia, y no soltarse para esquivar condiciones del rescate más duras
Se impone una nueva modalidad de decadencia europea: echarse atrás de las decisiones ya tomadas. No solo no se avanza, sino que se retrocede. Las declaraciones hechas hace unos días en Helsinki por los ministros de Finanzas de Alemania, Holanda y Finlandia (los países que conservan la valoración de Triple A en las agencias de calificación de riesgos) suponen convertir en papel mojado los acuerdos a los que se llegó en la pasada cumbre del Consejo Europeo de junio. Alemanes, finlandeses y holandeses estiman ahora que es precipitado poner en marcha el supervisor bancario (en el seno del Banco Central Europeo) a partir del próximo 1 de enero y opinan que las ayudas a la banca deben surgir del marco de la nueva supervisión (que quedaría sine díe), pero no deben cubrir las necesidades heredadas del pasado.
Ello abriría nuevos interrogantes a los esquemas de recapitalización bancaria en España, una vez que la consultora Oliver Wiman ha definido su cuantía y se ha tomado la decisión política de crear un banco malo que aglutine la mayoría de los activos tóxicos de las entidades privadas. El Consejo Europeo de junio determinó que el mecanismo europeo de rescate podría prestar dinero directamente a los bancos, sin el aval de los Estados, con lo que esa cantidad no devendría en deuda pública.
No se respetan los acuerdos a los que muy dificultosamente se llega porque Alemania y su glacis sacan continuamente de la chistera nuevas exigencias que los hacen imposibles. En este contexto (en el que se va a desarrollar el Eurogrupo de hoy y previsiblemente el Consejo Europeo informal de los próximos días 18 y 19) se explican mejor las continuas declaraciones y contradeclaraciones sobre el rescate español. De uno y otro lado. Las mismas oscurecen el panorama, no lo aclaran. Se trata de que los ciudadanos no perciban los desacuerdos, y que no dispongan de un criterio nítido sobre si ese rescate es favorable o no para sus intereses. Dado el cariz de las cosas, los funcionarios han decidido que la opacidad y la contradicción permanentes son la mejor estrategia.
A pesar de su tendencia a surfear de forma sistemática sobre los problemas importantes, Rajoy hubiera pedido ya el rescate (es imposible que sus técnicos no lo consideren necesario con una prima de riesgo permanentemente por encima de los 400 puntos) si tuviese la seguridad de que se lo iban a conceder. En los sueños del presidente de Gobierno debe haber dos pesadillas simultáneas: la primera, pasar por el trago político de pedir un rescate para la deuda soberana y que este entre en las sentinas de Bruselas con los mismos retrasos y contradicciones que el rescate bancario; la segunda, que Italia (y más allá, Francia) se descuelgue de los problemas españoles y tenga que aparecer, al día siguiente de la demanda del dinero, en el lado oscuro de Europa junto con Grecia, Irlanda y Portugal.
De ahí la significación de la reunión de Rajoy en la isla de Malta, junto a Hollande y Monti, la pasada semana. Los intereses españoles pasan por formar una segunda línea Maginot con países como Francia e Italia, para que las modalidades europeas de ayuda, si se complica la coyuntura en este último trimestre de 2012 y durante 2013, sean distintas de las de la primera ronda de austeridad (Grecia, Irlanda y Portugal), tan fracasadas y al tiempo tan dolorosas para los ciudadanos. En todo caso el rescate a España será diferente al de los tres países ya intervenidos. El BCE parece la única institución europea funcionalmente activa y su práctica consistirá en activar una línea de crédito con condiciones reforzadas, siempre que España la pida explícitamente. Entre estas condiciones, quizá esté la de que el mecanismo de rescate proporcione una especie de aval con el que los inversores queden cubiertos de una hipotética quita del valor de la deuda emitida.
Cada día que pasa sin que se despejen estas incógnitas, la factura de la deuda pública engorda: porque los tipos de interés son más altos y porque una parte de la deuda privada (que supone tres cuartas partes de la deuda total española) se va socializando y convirtiéndose en deuda pública.
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