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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Maratón, no 'sprint'

Reducir el déficit cuatro puntos en un año es difícil e inconveniente. La recesión sería más profunda y larga

Joaquín Estefanía

Una interpretación ajustada del informe sobre las previsiones económicas de invierno hecho público estos días por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las palabras de su economista jefe, el francés Olivier Blanchard permite deducir -más allá de las cifras- dos mensajes sobre el ajuste fiscal que ha de hacer el Gobierno español para cumplir con las exigencias de Bruselas (pasar de un déficit público en 2011 que oscilará entre el 8% y el 8,4% del PIB a otro del 4,4% a final del ejercicio en curso).

El primer mensaje es que hacer un esfuerzo fiscal (mezcla de aumento de ingresos y de reducción de gastos) de alrededor de cuatro puntos en un solo año en un país en recesión es una tarea imposible, si no se quiere resquebrajar el mismo desde el punto de vista político y, sobre todo, social. Ello solo lo pueden sostener los fanáticos de la ingeniería social que no conocen las condiciones reales de la población.

Segundo, que es inconveniente, pues conducirá irremediablemente a una recesión más profunda -tal vez a una depresión- con los efectos macroeconómicos ya conocidos: menos crecimiento, menor consumo, menor inversión, más paro, etcétera. Está viéndose cómo aquellos países que han hecho más ajustes durante esta crisis son los que peor se han recuperado. Es por ello por lo que una institución tan poco heterodoxa como el FMI demanda una flexibilización de los plazos para reducir el déficit, y que Blanchard diga que ese proceso "es un maratón y no un sprint". ¡Hasta el FMI!

Es muy lógico que Rajoy y sus ministros insistan en que ellos cumplirán el objetivo de llegar a un déficit del 4,4% este año (y al 3% en 2013) mientras la meta no cambie, dada la agresividad de los mercados ante cualquier duda sobre el asunto. Pero un mes de gobierno ha servido para que el PP se caiga del caballo del populismo que pregonaba en la oposición y coincida con el diagnóstico del FMI: imposible e inconveniente.

Hay en las declaraciones públicas y privadas de los dirigentes gubernamentales el mismo cambio de ambiente intelectual que comienza a detectarse en Europa: se necesita una especie de moratoria de austeridad (reducir el ritmo de los recortes, aunque no la tendencia) para estimular el crecimiento, como han hecho EE UU, China, la mayor parte de los países de América Latina, etcétera.

Todo ello por una motivación económica -la cifra de parados y de trabajadores pobres que no consumen no cesa de aumentar- y por una creciente inquietud política: la desafección que amplias capas de la población muestran hacia los políticos que los representan, de quienes piensan que -en el mejor de los casos- son impotentes para resolver las dificultades colectivas porque las decisiones auténticamente importantes y que afectan a la vida cotidiana de la gente se toman en sitios cada vez más opacos y más alejados de los Parlamentos.

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