_
_
_
_

La Barcelona de la brecha social

La desigualdad aumenta en la ciudad - Nou Barris no llega al 60% de la renta media - En Can Peguera viven con seis veces menos que en Les Tres Torres

Cristina Delgado

Entre el barrio de Les Tres Torres, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, y Can Peguera, encajado en Nou Barris, hay en coche menos de ocho kilómetros. Sin embargo, un abismo se abre en medio: la distancia entre las rentas, una brecha que crece cada año a pasos agigantados. Las medias tintas se están esfumando y en Barcelona se encuentran cada vez menos barrios de clase media. Los ricos son más ricos, y los pobres, más pobres. Les Tres Torres es el barrio con mayor renta: una familia contaba en 2010 con 2,26 veces la renta media de un hogar barcelonés. En Can Peguera, en cambio, se las apañan con el 0,36 de la media, según datos del Ayuntamiento de Barcelona.

Esto, cotidianamente, se puede traducir en euros: suponiendo una familia media de la ciudad cuenta con 100 euros, en Can Peguera sobreviviría con 36 euros y en Les Tres Torres dispondría de con 226. Son los ejemplos más extremos, pero no los únicos. En Trinitat Nova, Baró de Viver, Bon Pastor y Ciutat Meridiana la renta no llega ni al 60% de la media. En Pedralbes, Sant-Gervasi o Sarriá superan la media por encima del 150%. En muchos barrios, para colmo, en dos años se han perdido hasta el 20% de los ingresos.

En la Trinitat Vella estaban en 2008 en el 76,4% de la renta media, y en 2010, en el 58,1%

En 50 de los 72 barrios de la ciudad la renta cayó entre 2009 y 2010. En una veintena de ellos, desde 2008, se ha perdido más del 10% de los ingresos medios. Y el golpe más fuerte se lo llevan precisamente los barrios más humildes. Por ejemplo, los hogares de la Trinitat Vella contaban en 2008 con el 76,4% de la renta media. Ahora disponen del 58,1%. Los números rojos tiñen casi todas las esquinas del distrito de Nou Barris y buena parte de las de Ciutat Vella. En el otro extremo están los barrios más pudientes. En el distrito de Sarrià-Sant Gervasi se vive por encima de la renta media. Y la distancia entre los ricos y los pobres ha crecido en dos años. En 2009 los habitantes de Les Tres Torres vivían con cuatro veces más que los de Can Peguera. La distancia entre rentas ahora es de casi seis veces.

A las dos de la tarde de un día laborable, en Can Peguera se respira casi lo mismo que en un pequeño pueblo: tranquilidad. Por allí todo el mundo las llama "las casas baratas": construcciones de una planta de unos 50 metros cuadrados que se levantaron en 1929 para alojar a los trabajadores de la Exposición Universal, que hasta entonces vivían en barracas. "Que no te engañe lo tranquilo que se ve esto ahora. Esto en cuanto se hace de noche se pone imposible", explica María, que va enfundada en unas mallas con estampado de leopardo y no quita ojo a su hijo de unos tres años. Ella no vive allí, pero su madre y su abuela sí. "Me he tenido que ir del barrio, porque no me dejaban alquilar aquí ni pagando lo que hiciera falta", dice con fastidio. Las casas son todas propiedad del Patronato de la Vivienda y solo se las ofrecen a familias en situación económica muy precaria. En el barrio ahora se mezclan personas como la abuela de María, Maruja, de 80 años -que nació en el barrio, al que se mudaron sus padres, murcianos- con familias sin recursos, muchas de ellas llegadas del extranjero. "Antes las casas en alquiler se podían pasar de padres a hijos o a personas que habían cuidado de los ancianos que las habitaban. Ahora, cuando alguien de los de siempre se muere, la reforman y se la dan a otra familia", apunta Maruja. Por eso la renta baja año tras año. De pensionistas pasa a manos de personas con recursos muy bajos. Y con la tasa de paro por encima del 20%, la escasez en el barrio se nota. La convivencia no siempre es fácil. "Por la noche los taxistas no quieren entrar muchas veces en el barrio, porque les han robado. A las abuelas les decimos que no salgan con joyas, que hay muchos tirones", dice María mirando de reojo a su abuela. "Yo por las tardes mejor no salgo. Y si lo hago, me tapo la cadenita con la chaqueta. Llevo a la Virgen y no me la quiero quitar", se disculpa Maruja. "Aquí siempre hemos vivido gente humilde. Cuando era niña, si hacía mucho calor, sacábamos los colchones a la calle para dormir. Nos conocíamos todos. Ahora, si saco un colchón de noche, no me dura ni cinco minutos", lamenta la mujer.

A menos de ocho kilómetros se respira otra tranquilidad: la de Les Tres Torres. Es oficialmente el barrio con la renta más alta de la ciudad. "Pero aquí también se nota la crisis", apunta Marta, una vecina que vigila a su hijo a las puertas de la biblioteca del barrio. "Aquí vivimos muchos empresarios, médicos, abogados... Mucha gente tenía su negocio relacionado con la construcción y han notado un bajón de ingresos", explica. Aun así, apunta Julián, otro vecino, no hay pisos vacíos ni se ven viviendas desahuciadas. Todas las fincas tienen jardín interior, donde se entrevé a los jardineros trabajando. Mujeres con uniforme acceden por la puerta de servicio de los edificios. Y en solo dos horas pueden contarse cuatro coches de los Mossos patrullando la zona. "Es que ha habido algunos robos últimamente", dice un vecino. "Por la crisis, ya sabe", explican en el mercado.

CARMEN: Pescadera

"Siempre ha sido un barrio bien y lo sigue siendo"

Su familia llegó a tener 12 puestos en el mercado de Les Tres Torres. Carne, fruta, pescado... Dolores lleva en allí despachando tres décadas y hoy controla una pescadería. Dos pasos más adelante, su hijo tiene otra casi igual. "En Navidad se vendió bien, pero ahora la cosa está más floja. La gente sigue comprando, pero en otros sitios que no son el mercado", explica bajo la atenta mirada de su hijo pequeño. Al girar el pasillo su otro hijo, Xavier, arregla una dorada. "Aquí antes no se podía caminar porque los pasillos estaban completamente llenos", señala. Ahora hay un goteo constante de clientes, porque el barrio no tiene demasiado comercio y el mercado es el punto álgido. "Siempre ha sido un barrio bien y sigue siéndolo", dice Dolores, que se pone el delantal y da por terminada la conversación. Se acerca una clienta vestida con abrigo de pieles y acompañada por una joven latinoamericana con un uniforme rosa.

GUILLEM: Peluquero

"Yo tengo incluso más clientes ahora que antes de la crisis"

La peluquería que regenta Guillem, de 36 años, lleva 40 años abierta. Antes que él, la llevó su padre. No vive allí y cada día se traslada desde L'Hospitalet de Llobregat. Pero pasa el día entre los habitantes de Les Tres Torres. "Lo mejor de este barrio es la tranquilidad", señala. El comercio, dice, es muy estable. Aunque por la tarde, para su gusto, hay poca vida. "Hay algunos bajos, sobre todo de inmobiliarias, que van cambiando de manos, pero la mayoría de los comercios llevamos toda la vida", explica. ¿Se ha notado la crisis? "Pues supongo que habrá quien la note, pero yo incluso he subido en clientes", reconoce. Ha modernizado un poco la peluquería y ha captado a clientes algo más jóvenes. "Aquí vive gente de dinero y en muchos bajos hay despachos de abogados, dentistas y cosas así", repasa. "La crisis yo creo que se ha notado poco; sobre todo, me imagino, si se compara con otras partes de la ciudad", opina.

JUANA: Activista vecinal

"Hay que luchar cada día para mantener la calidez del barrio"

Un grupo de niños se paran y miran embelesados el Belén. Juanita sonríe. "Este es el mejor momento", dice. El pesebre lo han fabricado a mano en el Casalet, la asociación enclavada en el medio del Turó de la Peira, donde Juana vive desde hace décadas. Son un centenar de vecinos y organizan actividades y excursiones. "Este barrio siempre ha estado unido. Ahora hay que seguir trabajando cada día, sobre todo con los recién llegados, para que no se pierda la calidez que ha caracterizado el barrio", dice. No es fácil.

El Turó de la Peira dispone de una de las rentas más bajas de la ciudad, el 54% de la media. En él se enclavan las "casas baratas", Can Peguera, todavía más humilde. "El barrio ha ganado mucho, pero queda por hacer", dice. "La inmigración llegó rápido, de golpe. Hay que hacer un esfuerzo para que ellos se integren con nosotros y nosotros con ellos. Y ahí, encontrar un punto de equilibrio", apunta.

Fotografías de Javier Corso

ÁNGEL: Pescadero

"Del comercio de toda la vida ya quedamos muy pocos"

Ángel lleva en su pescadería tantos años como la finca que se asienta encima de ella. "Desde los setenta", cuenta mientras guarda el género en la cámara, a punto de cerrar por hoy. La tienda está enclavada en el Turó de la Peira, en Nou Barris, uno de los barrios más humildes de la ciudad. Su mujer y su hija se afanan en retirar el hielo del mostrador. "Esto ha cambiado mucho", masculla Ángel. "Del comercio de siempre quedamos muy pocos. Cada vez que cierra alguno, o no abre o lo cogen inmigrantes y montan otra cosa. Y el problema es que se mezclan poco". La mayoría van solo a bares de sus compatriotas y no a los de toda la vida, opina. Un joven latinoamericano se asoma a la tienda y saluda a toda la familia. "También hay gente maravillosa, como este chico", sonríe Ángel. Sale a la calle y mira el barrio. "Aquí se hacían unas verbenas espléndidas por Sant Joan. Ahora por la noche siempre hay jaleos y falta seguridad", lamenta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristina Delgado
Es subdirectora y se encarga de la edición digital de EL PAÍS. Antes fue redactora jefa de Economía, sección en la que se incorporó al periódico, en 2008. Licenciada en Periodismo y en Comunicación Audiovisual, ha realizado el máster UAM-ELPAIS y posgrados de información económica y gestión.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_