Frente a la violencia, sin odio
Cuando el tiempo permita revisar con más perspectiva la trágica locura de ETA, habrá quien destaque un aspecto que entre nosotros ha pasado a escondidas pero que refleja como un espejo la asimetría radical de la agresión terrorista: la práctica ausencia de actos de venganza o respuesta por parte de las víctimas de ETA contra sus asesinos. Muy al contrario, si algo ha caracterizado a quienes han sufrido, directamente o en su entorno familiar, el zarpazo del terrorismo ha sido la contención, la dignidad y, en algunos casos, una emocionante generosidad.
Han sido muchas las víctimas que se han resistido a que su incurable dolor se agravara con el veneno del odio. Iñaki García Arrizabalaga es de los que ha dado un paso más. Al avenirse a participar en un programa piloto de mediación entre exmiembros de ETA y víctimas de su sinrazón, este profesor de Deusto aceptó el vértigo de revivir el desgarro del asesinato de su padre en 1980, mirando a los ojos y conversando con un terrorista arrepentido. Con plena consciencia y firmeza, sin renuncias buenistas. Quizá por ello, el gesto de este vasco íntegro tiene mayor valor. Nos señala que hay esperanza en nuestra lastimada sociedad. Que el derecho inalienable de las víctimas del terrorismo a la justicia y la memoria no va a ser un obstáculo para que Euskadi afronte la gran tarea que deja el fin del terrorismo: la convivencia democrática.
Patxi López es 'lehendakari.
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