Una carta del cardenal Pacelli
La carta colectiva del episcopado español a favor del Alzamiento es sin duda el documento eclesiástico español más famoso y el más controvertido. La documentación secreta vaticana recientemente abierta a los investigadores ha revelado detalles interesantes sobre cómo la recibió el Vaticano.
Franco estaba muy quejoso de ciertos católicos extranjeros que, aun condenando la persecución religiosa desencadenada en la zona republicana, rechazaban el título de cruzada que los insurrectos se arrogaban y denunciaban la severa represión que se daba en la zona llamada "nacional". El 10 de mayo de 1937 pidió al cardenal Gomá que, ya que todos los obispos estaban de su parte, publicaran "un escrito que dirigido al episcopado de todo el mundo, con ruego de que procure su reproducción en la prensa católica, pueda llegar a poner la verdad en su punto". Gomá, después del fracaso de la instrucción pastoral por él redactada pero firmada por los obispos de Pamplona y Vitoria contra los nacionalistas vascos católicos que luchaban al lado de la República, era decididamente contrario a todo documento colectivo, pero atendió al ruego de Franco. Consultó al cardenal Pacelli, secretario de Estado, y a todos los obispos. Éstos aceptaron con entusiasmo la propuesta, con la excepción de Vidal y Barraquer, y Múgica, pero el secretario de Estado contestaba a Gomá sobre otras cuestiones sin decir nada del documento. Gomá seguía informando, y Pacelli callando. Finalmente, el 5 de julio Gomá envía a Pacelli las pruebas de imprenta del texto definitivo. Entonces, el 31 de julio, Pacelli escribe a Gomá acusando recibo de las pruebas de imprenta, y le dice: "Esta Secretaría de Estado sería del parecer que para la publicación de un documento de tanta importancia, como es la citada carta, sería deseable la unanimidad de ese Excmo. Episcopado. Puesto que el Emmo. Señor Vidal y Barraquer, como Vd. observa en su mencionada carta N. 88, no estima conveniente la publicación de dicho documento, y por otra parte S. E. Mons. Múgica y tal vez con él otros Obispos españoles no desean firmarlo, esta Secretaría deja a la conocida prudencia de Vuestra Eminencia ver si no sería el caso de suspender por ahora su publicación". Pero esta importante carta no llegó a enviarse. No se envió, pero no se destruyó, sino que el original, no firmado, se archivó en la Secretaría de Estado, con una anotación en lápiz, a mano, encerrada en un círculo, que dice: "Sospeso".
El Vaticano nunca aprobó la carta de los obispos españoles en la que se consideraba la Guerra Civil una cruzada
La carta colectiva lleva la fecha de 1 de julio, y así suele citarse, pero en realidad no se divulgó hasta fines de agosto. Gomá dice que había que asegurarse de que antes la habían recibido los obispos, que eran sus destinatarios formales, pero además hasta el último momento trató de convencer a Vidal y Barraquer de que firmara. En la carta con la que enviaba a Pacelli las pruebas de imprenta, respondiendo a la principal objeción de Vidal y Barraquer al documento (o sea, que podía provocar represalias contra clero y fieles de la zona republicana), aseguraba que "se procederá a su envío a los Sres. Obispos de todo el mundo en forma reservada", para que puedan orientar a la prensa católica de sus países, pero de hecho los servicios de la propaganda franquista ya estaban trabajando frenéticamente en la traducción y edición del documento. ¿Dijo alguien a Pacelli que aquello ya no tenía marcha atrás? Con razón había dicho Vidal y Barraquer: "Muy propio para propaganda, pero lo estimo poco adecuado a la condición y carácter de quienes han de suscribirlo".
Gomá había evitado en la carta todo lo que sabía que no gustaría al Vaticano. Aunque en repetidos documentos anteriores había proclamado que aquella guerra era una cruzada, en éste no solo no lo sostiene sino que afirma expresamente que no lo es, y también se abstiene de dar una adhesión incondicional al nuevo régimen, antes bien dice que de momento ayuda mucho a la Iglesia pero no se sabe cómo puede evolucionar. Por eso algunos obispos habían dicho que era demasiado floja. Pla y Deniel, por ejemplo, aprobaba el proyecto si decía lo que los obispos ya habían estado afirmando (como él en su famosa pastoral Las dos ciudades, o sea, que aquella guerra era una cruzada). Pero ni con tanta moderación obtuvo Gomá la deseada aprobación. De hecho, el Vaticano no la prohibió pero tampoco la aprobó. Tardó nueve meses en acusar recibo, y entonces lo hizo en tales términos que provocaron una enérgica protesta del embajador Yanguas Messía.
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.
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