La década prodigiosa de Bill Gates
Con su aire candoroso y tímido, podría ser el personaje de cualquier comedia norteamericana de los años cincuenta, de esas que narraban la vida plácida en un pueblo de provincia, en el que los jóvenes se daban el lote a bordo de un viejo Buick en cualquier rincón del motocine y luego acudían endomingados a los oficios de la parroquia para arrepentirse de sus pecados. Como la mayoría de sus compatriotas, Bill Gates parece sorprenderse de la imagen irremediable de prepotencia que su país despierta en las conciencias de más de medio mundo, y ha aprendido a describir su vida en una frase que, de tan sencilla, resume todo un entendimiento de la existencia, y hasta podría convertirse en una especie de ideario cosmogónico: es un hombre enamorado del software. He ahí todo el secreto. El software es el paradigma de nuestra civilización, la nueva fuente creadora de conocimiento y riqueza, que mueve el mundo casi sin que lo percibamos. El que lo domine enseñoreará la Tierra. A sus 14 años, William Gates III se quedó maravillado ante la gran cantidad de cosas que se podían hacer y desarrollar a base, simplemente, de combinar códigos binarios (ceros y unos, detrás de unos y ceros) y decidió poner manos a la obra. Desde entonces no ha parado, aunque, como él mismo reconoce, hay cosas que soñó en su adolescencia y todavía no ha podido conseguir. Eso le ayuda a mantenerse en forma, con lo que no cesa de anunciar que la primera década del nuevo milenio, esta en la que ya estamos embarcados, acarreará grandes cambios en el comportamiento de la sociedad digital. (...)
"El problema es que tenemos que lograr que las herramientas de Internet sean más sencillas y baratas"
"Podría asegurar que a finales de esta década habrá más personas que lean los periódicos en formato digital"
"Los discos son incómodos, pero si contáramos con un disco digital que pudiéramos llevar en el bolsillo..."
Durante casi hora y media mantuvimos un diálogo sobre cuestiones relacionadas con el futuro previsible en la Red, la sociedad de la información y el impacto social de las nuevas tecnologías, pero también sobre el poder de Microsoft y las acusaciones de monopolio a que tiene que hacer frente. He aquí el resultado.
Juan Luis Cebrián. Muchos teóricos, yo incluido, y en cierta medida usted mismo, hemos aventurado que la sociedad digital anuncia el nacimiento de una nueva civilización, una nueva cultura, en la medida en que nuestras costumbres, nuestros hábitos, se van a transformar sustancialmente. Recuerdo su opinión, reiterada muchas veces, en el sentido de que las consecuencias de la revolución digital serán comparables o mayores a las de la industrial. ¿Sigue pensando lo mismo ahora, después de todos los problemas surgidos en este sector y del escepticismo creciente frente a la nueva economía? ¿Sigue creyendo que nos encontramos ante una nueva civilización, que afectará al mundo tanto como, en su día, lo hizo la invención de la imprenta?
Bill Gates. No creo que yo haya sido nunca tan rotundo como para hablar de una nueva civilización. Son palabras excesivas, y no acostumbro a ir tan lejos. Desde luego, el impacto generado por el mundo digital es equivalente al de la revolución industrial. La diferencia, que magnifica la situación actual, es que el industrialismo se desarrolló durante muchas generaciones, mientras que el cambio digital se está llevando a cabo en solo una generación y media o dos. El proceso está mucho más comprimido, de modo que la impronta laboral, los conocimientos adquiridos con que uno se inicia en los primeros estadios de la vida tendrán que cambiar durante el transcurso de su carrera profesional. Si las cosas se movieran más lentamente no sufriríamos ese tipo de impacto que, por lo demás, sigo creyendo que es muy grande. Entre los años 1988 y 2000 había una especie de manía, ya se sabe, un ambiente de locura parecido al de la fiebre del oro, respecto de las promesas digitales. Marzo de 2000 marcó un hito. En realidad, Microsoft no estaba de moda en aquel tiempo; nosotros seguíamos diciendo que la rentabilidad económica importaba, lo mismo que la investigación y el desarrollo a largo plazo. Por eso alguien de nuestra gente decidió marcharse a correr esas nuevas aventuras, pero ahora sabemos que es difícil hacerse ricos de la noche a la mañana, y una empresa que solo se dedica a hacer un sitio web no genera una situación comercial sostenible. Nosotros -insisto- no creíamos que lo que pasaba fuera tuviera ningún sentido, y esperábamos que siguiera siendo importante contar con una perspectiva más tradicional sobre la investigación, el desarrollo a largo plazo y la rentabilidad. Por eso creo que los términos "nueva civilización" y "nueva cultura" son demasiado contundentes. Habría que matizarlos. Las herramientas digitales se configuran de acuerdo con los deseos de las personas sobre su uso, no comportan en sí mismas ninguna civilización.
J. L. C. Sin embargo, usted solía hablar de la existencia de un estilo de vida en la web: una nueva forma de hacer, de aprender, de producir, de entretenerse. Me pregunto si esa visión sigue siendo válida.
B. G. Cuando hablo del estilo de vida en la web me refiero a un ambiente en el que damos por hecho el acceso a la información, y en el que las comunicaciones son más fáciles. No tiene que ver con los intereses fundamentales de las personas, que no han cambiado en absoluto, sino más bien con la idea de que demos por supuesto ese acceso a la información en la misma medida en que también lo hacemos respecto a la existencia de coches, o a que la electricidad funciona todos los días. Hoy organizamos nuestras vidas sabiendo que tenemos la capacidad de viajar a distintos lugares en automóvil, que podemos llamar por teléfono a la gente..., ese tipo de cosas. El problema, por el momento, es que la utilización de las herramientas de Internet de forma habitual solo atañe todavía a un pequeño porcentaje de la población debido a que tenemos que lograr que sean más sencillas y baratas. (...)
J. L. C. He visto un artículo suyo en donde predice que, más o menos en la próxima década, contaremos con el libro electrónico como algo de uso corriente. También asegura que desaparecerá la mayor parte del papel en la facturación y en la información interna de las empresas. ¿De verdad cree que el libro electrónico tendrá éxito? ¿Y qué pasará, entonces, con los periódicos, con el soporte papel en general? Usted adora los libros tradicionales, he visto la biblioteca que tiene en su casa, y es casi un fanático de ellos, pero empiezo a pensar que acabaremos comprándolos, primordialmente, en los anticuarios.
B. G. Los libros de ficción son los que menos afectados se verán por el ordenador personal, o lo que podemos llamar la perspectiva digital. En cambio, en las enciclopedias esta perspectiva aporta mucho. Podemos obtener con rapidez enlaces, artículos relacionados, efectuar búsquedas. Si hoy preguntáramos a los colegiales españoles qué tipo de enciclopedias utilizan, nueve de cada diez responderían que es una digital, frente a solo uno que utilice otra en papel. Hace una década, las cosas eran muy distintas.
J. L. C. Estoy de acuerdo en que los libros de referencia y consulta, quizá los de texto también, serán los que primero se vean sustituidos.
B. G. Las enciclopedias digitales tendrán un precio razonable, se podrán actualizar, y se podrá acceder a ellas también razonablemente. Incluso ahora es algo evidente. ¿Qué desventajas tienen todavía? La principal es que se precisa un ordenador, y tenemos que saber cómo utilizarlo. Hay que conseguir que los ordenadores tengan un funcionamiento sencillo y sean más baratos. Desde luego, las enciclopedias son lo primero, y después vendrán los formularios, un impreso comercial que haya que rellenar constituirá el siguiente paso. Podría tratarse de un informe con las cifras de ventas de mi empresa: al tenerlas en pantalla puedo examinarlas y buscar más información, escribir anotaciones, y enviárselas a otra persona. Ser digital tiene el valor añadido de que podemos movernos, interactuar, como hacemos ahora con los periódicos. Si hablamos, en cambio, de las obras de ficción, yo las pondría al final del proceso porque no necesitamos efectuar búsquedas, ni hacer apuntes en ellas, ni tampoco tienen enlaces o cosas que se puedan señalar y ampliar, ni nada por el estilo. El valor añadido de lo digital para las obras de ficción es muy bajo, y los libros son hermosos, el papel es barato, portátil, no precisa baterías ni ningún otro artilugio. Por lo demás, no pretendo hacer ninguna predicción, pero podría asegurar que a finales de esta década habrá más personas que lean los periódicos en formato digital de los que lo hagan en papel. Si tomamos, por ejemplo, un diario de información financiera, nos moveremos un poco hacia la izquierda del espectro, en el sentido de que se transformará antes, porque nos gusta pulsar sobre el nombre de una empresa y ver cuál es su cotización actual, o sus bonos, o cuestiones de ese género. La necesidad de que esa información se entregue puntualmente es mayor que en ningún otro caso. También los anuncios por palabras pasarán a ser básicamente digitales. Las obras de ficción, en cambio, solo adoptarán ese formato si, por ejemplo, alguien compra los nuevos blocs digitales como soporte de otros documentos y, por comodidad, opta ocasionalmente por leer obras de ficción en ese formato. Pero sería lo último, y no nos aportaría mucho esa experiencia.
J. L. C. Ha mencionado los blocs digitales, a los que yo miro como el terminal que acabará por transformar las relaciones del usuario con la sociedad digital. Ahora imagino que podrían servir como soporte a las colecciones de bolsillo. ¿Piensa lanzar esos nuevos blocs pronto?
B. G. Para el próximo otoño.
J. L. C. O sea, que en dos años, por decir algo, en lugar de tener esta libreta en la que tomo notas de nuestra conversación, o cuando esté en una reunión o en un consejo, acudiré con un bloc digital.
B. G. Efectivamente, así es.
J. L. C. ¿Seguro?
B. G. Me estoy gastando cientos de millones de dólares para hacer que suceda. Evidentemente no soy objetivo en esto, pero no creo estar cometiendo ninguna locura, y me juego mi credibilidad. Sí, estamos consiguiendo que el bloc electrónico sea una realidad. Tenemos socios que se ocupan del hardware y nosotros producimos el software. Es un cambio bastante radical porque supone poder tener algo en la mano y moverlo, no mantenerlo fijo, cambiar de punto de vista. O sea, que podremos leerlo casi en cualquier postura, con cualquier perspectiva, hacer lo que se denomina lectura de inmersión, y olvidarnos de todo lo demás, centrándonos exclusivamente en el contenido. Eso no puede hacerse en una posición fija. Hemos realizado múltiples pruebas con pantallas maravillosas, de increíble resolución, a las que colocamos en una posición concreta y pedimos entonces a la gente que lea en ellas. Pues bien, por mucho que sea la pantalla más bonita del mundo, el usuario piensa que no es tan buena. Sin embargo, si le damos algo que pueda tener en sus manos, con lo que pueda cambiar de punto de vista inconscientemente, sin que se fatiguen los músculos del cuello, sin cansancio ocular, la gente podrá sumergirse por completo en la lectura, y eso es lo importante. El bloc digital es un milagro de la miniaturización, de los microprocesadores de bajo consumo, de las baterías, de las pantallas de cristal líquido... Los últimos cinco o seis años han traído consigo grandes avances en este campo. De modo que no se trata ahora de si es algo que ha de suceder o no, sino solamente de cuándo sucederá. Ese cuándo será aproximadamente dentro de un año. (...)
J. L. C. Otra cuestión trascendente es el futuro de la música. Estamos de acuerdo en que Internet y las redes digitales serán el primer mecanismo para su distribución. ¿Qué va a pasar con los discos compactos, los equipos sofisticados, hermosos y carísimos que tenemos en casa?
B. G. En este caso, mis argumentos son de lo más sólido, y están a favor de que nos moveremos rápidamente hacia una perspectiva puramente digital. Me gustan los libros, tienen belleza y tradición. Los discos de plástico no incorporan, en cambio, ese tipo de valor que pueda redimirlos. Me entusiasma el hecho de que uno pueda coger sus canciones y organizarlas sin tener que escucharlas en el orden que la compañía discográfica quiere, y que no tengamos después que levantarnos, y sacar el disco, e intentar no estropearlo, y colocarlo en su cajita. Además, si nos trasladamos no podemos llevarnos nuestros discos con nosotros. (...) Los discos son artefactos absolutamente incómodos, pero si contáramos con un pequeño disco digital que pudiéramos llevar en el bolsillo y enchufarlo al coche, o a un reproductor portátil, o... (...)
J. L. C. De modo que se siente seguro, cómodo, con la idea de que somos capaces de limitar y controlar Internet, y de someterla a ley. ¿Qué ocurre entonces con los derechos de autor y la propiedad intelectual? Usted es una víctima de la piratería, igual que tantos.
B. G. Internet hace que sea más fácil compartir la propiedad intelectual, o sea, que siempre habrá alguien que intente distribuir o vender cosas ilícitamente. También hay contrabando de cigarrillos, o loterías falsas, de modo que es necesaria una cierta vigilancia permanente en ese tema. Con todo, creo en la honradez básica de las personas, e Internet no va a cambiar la idea fundamental de que un escritor, o un poeta, quien sea, debe ser pagado por el uso de su propiedad intelectual. La mayoría de los Estados han firmado ya un acuerdo para protegerla. El grado de comprensión de las normas por parte de los ciudadanos, así como el grado de cumplimiento, varía muchísimo de un país a otro; pero, como principio político, el valor de la creatividad no se rechaza en ningún país desarrollado. Hoy la situación no es perfecta, y no creo que jamás vaya a serlo, aunque habrá un equilibrio y se podrá controlar.
Charla premonitoria
Y llegó la manzana. Quizá lo más relevante que le ha ocurrido a Windows en estos años ha sido la ascensión de su competidor Apple. En mayo de 2010 se produjo el gran vuelco del sector: la compañía de Steve Jobs superaba a la de Bill Gates, convirtiéndose en la tecnológica con mayor capitalización de Wall Street.
¿Bloc o tableta? Paradójicamente, este vuelco en el liderazgo se produjo poco después de que Apple lanzara al mercado un artilugio que, en esta premonitoria entrevista, Bill Gates y Juan Luis Cebrián denominaban "bloc digital" y cuyo nombre más extendido hoy es "tableta": el iPad, del que se vendieron 25 millones de unidades en sus primeros 14 meses Papel digital. También hablaron Gates y Cebrián del futuro halagüeño para los libros digitales. Entonces apenas se habían soñado. Hoy, un 25% de los lectores habituales de Estados Unidos (los que leen un libro o más a la semana) emplea el formato electrónico.
A la zaga. En España aún estamos en camino. Solo un 6% de quienes se consideran lectores habituales leen libros Y serán de texto. Continuando con los augurios, un detalle: en la entrevista se decía que el trasvase digital lo liderarían los libros de texto y de consulta. Por ahí iban los tiros: en España, el 70% del negocio del libro digital es atribuible a materias sobre derecho y economía.
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