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Nacional de Poesía para Francisca Aguirre

Javier Rodríguez Marcos

La poeta Francisca Aguirre, alicantina de 81 años, o sea, niña de la guerra, ha pasado tanto tiempo en la sombra que cuando ayer recibió en su casa de Madrid la llamada en la que la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, le anunciaba que había ganado el Premio Nacional de Poesía por Historia de una anatomía (Hipe-rión) le contestó que no eran horas de bromas. "Soy la ministra, en serio", cuenta que le dijo Sinde.

Para Aguirre, el galardón, dotado con 20.000 euros, no es ninguna compensación. Servirá, eso sí, para ampliar el número de lectores de una autora de limitada presencia en las antologías pero gran prestigio entre sus colegas. Dos de ellos son, por cierto, su marido -Félix Grande- y su hija -Guadalupe Grande-. Ella se ríe cuando se le pregunta si hablan en verso en las comidas: "¡Qué va! Somos muy materialistas en esta casa. Pero muy enamorados de la cultura, muy disfrutadores. No hay contraposiciones entre nosotros. Cada cual elige un territorio y navega por él".

Conciencia y memoria

El territorio de Francisca Aguirre es el de una poesía clara y directa, en el que la conciencia convive con la memoria. Así es también el libro premiado ayer, que recoge un grupo de versos dedicados a las distintas partes del cuerpo junto a otros descarnadamente autobiográficos. Su marido y su hija conviven en ellos con el recuerdo de su padre, pintor, fusilado en 1942 por el régimen franquista. "La poesía es el paño de lágrimas", decía ayer la galardonada, que recuerda que su madre le enseñó a recordar sin resentimiento -"el odio es la muerte ambulante"-, pero a recordar: "Sin memoria no podemos elegir. Hay quien sostiene que el olvido aplaca las heridas. Es falso. Lo único que produce tranquilidad es el conocimiento".

Francisca Aguirre empezó a publicar tarde -con 42 años-, pero no ha parado. En 2000 Calambur recopiló en un volumen su poesía completa hasta entonces. Luego vendrían tres títulos más, uno de ellos, La herida absurda, centrado en el sinsentido del terrorismo: "En ese libro incluí una frase de Unamuno que me parece definitiva: 'Tinieblas es la luz donde hay luz sola'. Es la definición perfecta de fanático ¿no?". Ayer Aguirre citaba otra sentencia del autor vasco: "Yo soy mi mayoría y no siempre tomo las decisiones por unanimidad". "A mí me pasa igual", añadía ella. El jurado del Nacional tuvo menos dudas.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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