Carrie Bradshaw tiene hijos
Trece años después de agarrar el papel por el que su carrera será recordada, Sarah Jessica Parker sigue disfrazada de Carrie Bradshaw. Una película tras otra, los productores y ella misma parecen encantados de seguir presentando sosias de la protagonista de Sexo en Nueva York. La última, la hiperactiva mujer trabajadora y, he ahí la novedad, madre de familia de Tentación en Manhattan, solvente producto no tan molesto como seguramente creerán los detractores de Sexo en Nueva York (ahora está mal visto lo que en su día era pura sofisticación), aunque bastante más superficial de lo que ese fanatismo literario-bloguero que arrasa entre cierta mujer contemporánea querría y, sobre todo, merecería.
TENTACIÓN EN MANHATTAN
Dirección: Douglas McGrath.
Intérpretes: Sarah Jessica Parker, Pierce Brosnan, Greg Kinnear, Christina Hendricks.
Género: comedia. EE UU, 2011.
Duración: 89 minutos.
Douglas McGrath, forjado en el Saturday Night Live de los ochenta, coguionista de Balas sobre Broadway y director de Historia de un crimen, siempre unos cuantos palmos por encima de la mediocridad, establece con su puesta en escena diversas estrategias de colegueo con el espectador que, a fuerza de repetición, están perdiendo efectividad. A saber: gráficos y frases sobreimpresionados en la pantalla; formato de falso documental con entrevistas ficticias; personajes mirando a cámara para dirigirse al público, y congelados de imagen con explicaciones en off. Mientras, Alice Brosh McKenna, aspirante a Nora Ephron del nuevo milenio tras sus libretos para las vulgares El diablo se viste de Prada y 27 vestidos y la notable Morning glory, presenta a una mujer con dos vidas (la laboral y la familiar), incapaz de disfrutar de ninguna de ellas, en la que chirría una excesiva dosis de histerismo que puede resultar cargante.
Tentación en Manhattan, como su protagonista con su propia vida, anda todo el tiempo en pleno ejercicio de malabarismo: por un lado, el progresismo de la nueva mujer trabajadora; en el otro, el conservadurismo afectivo de la familia. Contentar a unos y otros no era fácil, pero lo consigue, aun a costa de resultar condescendiente, con un desenlace funambulista en el que los platos no caen hacia ninguno de los extremos.
Babelia
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