"Cuanto más cínico soy, más cariñoso soy con mis personajes"
Una leyenda envuelve al finés Aki Kaurismäki (Orimattila, 1947). La del santo bebedor. Tanto en esta entrevista, realizada durante el Festival de Cannes, como en estos días en San Sebastián, tampoco Kaurismäki hace mucho por desdecirla. Si en Donostia pasa largas horas con una copa de cerveza o de vino en la mano, en el certamen francés uno sabía dónde se sentaba el cineasta finés, autor de obras maestras como La chica de la fábrica de cerillas, La vida de bohemia o Nubes pasajeras, porque en el suelo se amontonaban las botellas vacías de cerveza. La cerveza llena estaba en su mano de tamaño oso, mientras que todo rojo y sudoroso buscaba un poco de sombra en un pantalán en mitad de La Croisette. El sol es peor para un cineasta finlandés que para un vampiro.
"Los buenos políticos ya estuvieron y no volverán"
"Recorrí toda la costa europea buscando el puerto perfecto"
En los dos certámenes Kaurismäki presenta Le Havre, otro drama salpimentado con su socarronería habitual y algún tono de thriller, en el que recupera al protagonista de La vida de bohemia, devenido aquí en parsimonioso limpiabotas al que la vida le lanza dos requiebros: su dulce esposa descubre que tiene una enfermedad mortal y en su casa aparece un inmigrante subsahariano sin papeles, que quiere llegar como sea a Inglaterra para reunirse con su familia. El finés disfruta haciendo sufrir a unos personajes a los que en el fondo ama, de ahí el buen sabor de boca que su cine deja. Entremedias, frases lapidarias, inteligentes, escritas por un tipo que nació al norte de Europa y vive muy al sur: a San Sebastián ha llegado en su propio vehículo, con su esposa y sus dos perros.
Pregunta. ¿Sigue cómodo en Portugal?
Respuesta. Llevo 20 años allí, en el norte, muy cerca de Galicia. El tiempo es maravilloso.
P. Estará rodeado de buenos vinos y mejor comida.
R. Y está muy, muy lejos de Finlandia.
P. Le Havre envía un claro mensaje al público.
R. Y ese mensaje fue la génesis del filme. Europa no está reaccionando a un problema gigantesco: la inmigración, que no solo afecta a zonas más obvias como Italia, Grecia o España. Estamos atontados. África está marcada con unas fronteras falsas gracias a Reino Unido. De aquellos polvos vienen estos lodos. Los políticos viven acunados en sus Mercedes, sus vuelos privados... No es que merezcamos mejores políticos, es que los buenos ya estuvieron y no volverán. Ahora solo les interesa el dinero y el poder. La corrupción, más que crematística, es mental.
P. ¿Tiene fe en la humanidad?
R. No, en absoluto. Cero.
P. Pero en sus películas los protagonistas suelen formar hermandades, apoyarse unos a otros.
R. Soy tan cínico y mentiroso. Cuanto más cínico soy, y con la edad se me está acentuando, más cariñoso soy con mis personajes. Sí, ruedo dramas más suaves. No tengo cura... y estoy borracho.
P. Su personaje era el protagonista de La vida de bohemia. ¿Por qué una segunda parte?
R. Porque nadie vio La vida de bohemia, así que sospecho que esa pregunta solo vale para usted y para mí. Bueno, quería repetir ese personaje. Me siento muy cercano a él. Puede que sea el papel que he escrito pensando más en mí.
P. Las mujeres que saca en su cine son siempre más inteligentes que los hombres.
R. Como en la vida real.
P. Le Havre se desarrolla en la ciudad homónima francesa. Y sin embargo su estilo de colores contrastados, de diálogos secos y chocantes no varía aunque salga de Finlandia. ¿Un estilo está por encima de un paisaje?
R. Por supuesto, y porque mi humor es el que es. Si ves algún tono rojo llamativo es que ese día me había levantado con buen humor. Si no, los grises y los marrones triunfan en mi cabeza. En cuanto a la ciudad, recorrí toda la costa europea buscando el puerto perfecto para el rodaje, con una atmósfera nublada. Estuve a punto de hacerlo en Vigo, que era el más cercano a mi casa... y la película se hubiera llamado así, Vigo.
P. ¿Europa es tan deprimente como la pinta usted?
R. No sé, porque hay muchos sitios donde no he estado. Finlandia desde luego sí, con ese frío hasta en verano. Me hartaba: el viento sopla por los cuatro costados. ¿He dicho ya que me siento muy bien sabiendo dónde está Finlandia? Ahí al norte, alejada.
P. ¿Se sintió cómodo rodando en francés?
R. A mí me da igual. Yo me fijaba en la composición y si ellos tiraban para adelante y no tartamudeaban, perfecto. Además, me encanta la cultura francesa. Y su cine, Marcel Carné, Jean Gabin, Jacques Tati... En general, prefiero ver películas más y más viejas, así que cada vez voy menos al cine y tengo más DVD.
Durante media hora, el finés pasa del fútbol a la política, saltando por el hastío vital. Todo suena a chanza, por las risas con las que acompaña sus frases. El tiempo se acaba y el mejor cronómetro ha sido su tercio: ha durado exactamente 30 minutos. Ni más ni menos. Otra botella al suelo de madera del embarcadero.
Babelia
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