"No puede ser que los fondos no vayan de verdad a sanidad"
Marciano Sánchez-Bayle (Plasencia, 1949) es tajante: "Por mucho que digan, la sanidad pública es sostenible". Sin embargo, el portavoz de la Federación de Asociaciones por la Defensa de la Sanidad Pública admite que hay problemas. Muy crítico con la gestión y la forma de hacer las cuentas de las autonomías, Sánchez-Bayle cree que la única solución es más financiación. Y que esta sea "de verdad" para sanidad.
Pregunta. ¿En qué estado se encuentra el sistema de salud?
Respuesta. La sanidad pública es perfectamente sostenible. España tiene un gasto sanitario bajo en comparación con los países de su entorno. Pero tiene una serie de problemas, ese gasto bajo es a expensas del gasto sanitario público. Además, se presupuesta por debajo de lo que se va a gastar. Ese es el motivo de las deudas que sufre. También influye que el modelo de financiación de las comunidades no es finalista. Son ellas las que deciden lo que dedican a sanidad. Hay una diferencia de unos 550 euros por habitante y año entre la comunidad que más destina a salud y la que menos. Y son estas últimas las que encabezan la deuda.
"Gran parte del gasto farmacéutico se va en 'marketing'. Ahí se puede ahorrar"
P. ¿Qué se puede hacer para cambiar esta situación?
R. Primero, incrementar el gasto público y adecuarlo a las necesidades reales. Y que ese ajuste vaya unido a que la financiación sea finalista. Lo que no puede ser es que se incremente el presupuesto, pero luego no vaya a sanidad. El fondo debe ir de verdad para esto. También hay que controlar el gasto farmacéutico, se han hecho avances, pero sobre el gasto en recetas; nada se sabe del gasto farmacéutico hospitalario, y ahí aún hay márgenes.
P. ¿Esa partida aún admite recortes?
R. Sí, hay opciones. De recortes y de medidas de eficiencia. Hay que incrementar el uso de los genéricos, la prescripción por grupos terapéuticos y fomentar que los nuevos fármacos solo entren en la cartera pública si suponen una mejora terapéutica y sus costes son proporcionales a ella. Y un punto importantísimo: hay que controlar las labores de marketing y promoción de las empresas farmacéuticas, especialmente las destinadas a los profesionales de salud. Una parte fundamental del gasto farmacéutico se va en eso. Ahí se podría ahorrar.
P. Pero ese es dinero de las empresas.
R. Se lo gastan las farmacéuticas, pero lo pagamos todos en el precio del medicamento, no nos engañemos. Alrededor del 30% del precio de venta al público de un fármaco se dedica a promoción. Si eso no se hiciera se podía reducir el precio.
P. En España se consumen muchos fármacos.
R. Sí. El gasto en recetas es alto, un 0,3% mayor que el de los países de nuestro entorno. Si lo ajustáramos a la media europea ahorraríamos cinco millones de euros al año. Hay que sumar que algunas comunidades se han embarcado en procesos privatizadores, y eso no es gratis. Tiene unos sobrecostes. Madrid, por ejemplo, va a pagar 7,1 veces más por sus nuevos hospitales que lo que le hubieran costado hacerlos por la pública.
P. ¿Son suficientes las medidas del Gobierno para garantizar la estabilidad del sistema?
R. Lo que se ha puesto en marcha para atajar el gasto en farmacia tiene un recorrido limitado. Sería conveniente un gran acuerdo para la mejora y el mantenimiento del sistema de salud. Y hay que poner en práctica de verdad la famosa central de compras; se aprobó hace un año y aún no se ha visto ni un atisbo de la compra conjunta de vacunas que anunciaron algunas comunidades. Usando una economía de escala se pueden conseguir ahorros importantes.
P. ¿Qué otros márgenes de ahorro hay?
R. Hay fórmulas, pero hay que repensar ciertas cosas. Hay que racionalizar el uso de la tecnología sanitaria. A corto plazo, esto tiene poca capacidad de ahorro, pero si se evalúa sistemáticamente el uso de la tecnología en el diagnóstico y el procedimiento terapéutico se puede ahorrar. Además, hay que volver a que la Atención Primaria sea el eje de la atención sanitaria, es más cercana, más eficaz y más barata. Pero hay que darle recursos y mejorar su autonomía para que los profesionales tengan capacidad suficiente para atender a los pacientes y hacer promoción de las campañas de salud.
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