Australia reaviva la lucha contra el calentamiento al gravar el CO2
El país fija un pago de 17 euros por tonelada a las 500 firmas que más emiten - El mayor exportador de carbón espera recaudar 7.000 millones en tres años
La mortecina lucha internacional contra el cambio climático recibió ayer un empujón en Australia. El Gobierno que preside la laborista Julia Gillard anunció que a partir de julio de 2012 las 500 empresas que más dióxido de carbono emiten pagarán un impuesto de unos 17 euros por tonelada (algo más de lo que marca el mercado actualmente en la UE). El anuncio tiene una parte muy simbólica, ya que Australia es un gran exportador de carbón, la fuente de energía que más emite.
Gillard defendió el sistema: "Como nación, debemos poner un precio al carbono y generar un futuro de energía limpia". La primera ministra, en el cargo desde hace un año, insistió en que su intención es impulsar una inversión gigantesca en renovables y sostuvo que el nuevo impuesto permitirá conseguir "miles de millones de dólares de nuevos recursos para construir un futuro de energía limpia para Australia".
La UE saluda la llegada de otro mercado de derechos de emisión
El Gobierno espera recaudar unos 7.000 millones de euros en los próximos tres años, momento a partir del cual el precio del CO2 dependerá de un mercado como el que existe en la UE. Gillard señaló que más del 50% de lo recaudado a esas grandes empresas contaminantes irá destinado a "la inversión en energías renovables", aunque las plantas más expuestas a la importación -como las fábricas de aluminio- recibirán gratis la mayoría de sus derechos de emisión.
El tema del cambio climático es muy sensible en Australia desde hace años. La coalición que dirige Gillard tiene una precaria mayoría en el Parlamento y el líder de la oposición, Tony Abbott, criticó la medida: "Un impuesto unilateral al carbono supone un daño económico autoimpuesto".
El país es el mayor exportador mundial de carbón y el 84% de su electricidad procede de esa fuente de energía. Tal es su dependencia que la emisión por habitante es de 28 toneladas por habitante al año, casi el triple que la de un europeo. Desde hace años hay un fuerte debate entre izquierda y derecha sobre el cambio climático, sobre si realmente la actividad humana es la responsable, y sobre el impacto económico de atajar el problema.
Según la mayoría de los científicos, el CO2 retiene parte del calor que emite la Tierra y calienta el planeta. Y calculan que con el ritmo actual de emisiones el calentamiento superará el nivel de seguridad antes de final de siglo.
Australia calcula que la medida le permitirá reducir la emisión de CO2 en 159 millones de toneladas al año en 2020 (menos de la mitad de lo que emite España en un año). "Esto equivale a sacar unos 45 millones de coches de las carreteras", apuntó gráficamente Gillard. El objetivo del país es emitir en 2020 un 5% menos que en 1990 y con el impuesto del CO
2 cubre el 60% de las emisiones del país. En la misma rueda de prensa, Gillard anunció un recorte de impuestos a las rentas más bajas.
La UE estableció un sistema de mercado de CO2 en 2008 (el periodo 2005-2007 se puede considerar de prueba y acabó con el precio del CO2 casi a cero). Aparte de eso, en el mundo solo Nueva Zelanda tiene un impuesto sobre las emisiones. En EE UU, el presidente Barack Obama abandonó el año pasado la intención de aprobar una ley federal contra el cambio climático este mandato.
La Comisaria europea de Cambio Climático, Connie Hedegaard, saludó el anuncio australiano: "Deseamos que Australia camine en la misma dirección [que la UE] y convierta el mercado de carbono en el centro de su respuesta política al desafío del cambio climático", dijo en un comunicado. La UE ve que EE UU no sigue su estela en el mercado de carbono, pero sí espera sumar a países como Australia o China, y Estados como California, que creen una corriente mundial en ese camino.
La convulsa bolsa europea
El mercado de derechos de emisión de la UE vive semanas convulsas. Desde comienzos de junio, el precio de la tonelada de CO2 ha caído un 25% y se sitúa en niveles de 2009. Las causas son múltiples pero los analistas de Deutsche Bank lo resumieron en una: miedo. Miedo a la economía de la UE (la emisión de CO2 va ligada a la actividad económica). Miedo a la directiva de eficiencia que propone Bruselas y que puede dejar en papel mojado el mercado de derechos de emisión. La bolsa ha sufrido otros problemas, como el robo informático de derechos que obligó a suspender el mercado en enero pasado.
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