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Reportaje:

Un verano en alemán

Las academias de idiomas se llenan de jóvenes en busca de una oportunidad laboral en el país germano

Los jóvenes le han tomado la palabra a Angela Merkel. La canciller de Alemania anunció a principios de año que su país necesitaría en la próxima década más de 100.000 ingenieros del extranjero. Los interesados, no obstante, deben cumplir con un requisito básico: saber alemán.

Por ello, las matriculaciones en los cursos intensivos de verano se han disparado. "Merkel nos da la posibilidad de trabajar. Aquí es imposible, así que hay que ir a por todas. El destino es Alemania", explica convencido Marcos Estel, de 23 años, estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones, mientras sujeta dos libros de alemán y un diccionario usado.

El Goethe Institut de Barcelona, lo más parecido al Instituto Cervantes al estilo germano, ha tenido un incremento del 69% de alumnos respecto al verano pasado y ha agotado las plazas.

"Merkel nos da la posibilidad de trabajar. Aquí es imposible"

"Hemos llegado al máximo de nuestras capacidades", admiten en el centro. Aun así, han abierto tres cursos superintensivos más del primer nivel, A1, y uno del A2, los más requeridos.

Gerard López, recién licenciado en Ingeniería Mecánica, empezó a tomar clases de alemán con un amigo. "Pero si no tienes una buena base es difícil avanzar, y el tiempo se me echa encima", dice. Y mira resignado la pila de fotocopias con las que se entretendrá este verano. "La playa deberá esperar", lamenta.

Las academias buscan adaptarse a las demandas de los estudiantes. Los intensivos de verano suelen durar 50 horas lectivas, repartidas en tres o cuatro semanas, y se realizan los meses de julio y septiembre en horarios de mañana o tarde. Los superintensivos doblan el esfuerzo y alcanzan las 100 horas.

Las escuelas oficiales de idiomas que dan alemán este verano también están superadas por la demanda. Es el caso de la de Drassanes, que ha creado dos grupos más, que se suman a los 14 existentes, y de 280 alumnos ha pasado a 320. Tampoco pueden ofrecer más plazas. "No tenemos aulas", informan.

Andrea Llopart empezó el lunes un intensivo de iniciación. A la dificultad de aprender un idioma se unió la de encontrar una silla disponible. "Voy a una escuela que está a 40 minutos de casa porque las cuatro que miré estaban llenas". Le falta un año para acabar una ingeniería informática y la mente ya la tiene en Alemania, "por desgracia", manifiesta. "Después de hablarlo con la familiar, los pasos que seguir son clavar los codos con el idioma y emprender el vuelo", detalla.

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