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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nace una nación

De la inevitable partición en dos del mayor país del continente, ha nacido Sudán del Sur, en el corazón de África. Que alcance a consolidarse es un enigma. Para sus pobladores (una cifra indeterminada entre 8 y 12 millones) la ruptura con el norte árabe y musulmán opresor representa el ansia de una vida. Dos millones de ellas se perdieron en una brutal guerra civil de décadas hasta llegar a la secesión.

El norte y el sur de Sudán han combatido por diferencias religiosas, étnicas, ideológicas y por el petróleo casi ininterrumpidamente desde la independencia del gigante africano, en 1955. Ni la fanfarria multinacional organizada en Juba, la flamante capital, ni las declaraciones solemnes, incluyendo la buena vecindad que promete el presidente norteño Omar al Bashir o la nueva fuerza de cascos azules que asegura la ONU, pueden esconder las apabullantes circunstancias del país desperdigado y tribal, más o menos del tamaño de Francia, que nace como uno de los más subdesarrollados del mundo, pese a su riqueza petrolífera y mineral y la fertilidad de buena parte de su suelo.

Sudán del Sur está minado por media docena de milicias rebeldes, la violencia tribal se cobra miles de vidas al año y tiene garantizada la enemiga de un norte, sumido a su vez en conflictos bélicos, que le duplica en tamaño y cuya frontera común está por delimitar. Jartum no solo se siente históricamente humillado, sino que pierde con la secesión las tres cuartas partes de sus reservas petrolíferas.

Manejar semejante realidad, mantener unido Sudán del Sur, sería un desafío formidable para un poder fuerte. No es el caso del presidente Salva Kiir, de la etnia dinka dominante, heredero devaluado del líder guerrillero John Garang, fallecido en 2005. Kiir dirige desde hoy un Gobierno de excombatientes, tan dogmático como débil y con todas las carencias imaginables. Edificar un Estado viable sobre estos cimientos requerirá un ininterrumpido milagro.

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