_
_
_
_
Reportaje:

Cuando el fútbol sirve para dejar atrás la pobreza

'Hermano' retrata la actual sociedad venezolana por medio del balompié

Gregorio Belinchón

Oliver y Benji, pero en pobre y en Venezuela. "¿Era esa serie de dibujos en la que no se veía el final de los campos de fútbol, que se confundía la hierba con el horizonte?". Esa, Campeones. "Solo he visto alguna imagen, nunca un capítulo entero". Marcel Rasquin, venezolano de 34 años, ha debutado en la dirección con Hermano, y tras un fructífero paso por festivales como el de Los Ángeles, La Habana, Moscú o Huelva, llega ahora a las salas españolas. Rasquin es un apasionado del fútbol —"me gusta muchísimo, pero si leen esta entrevista mis amigos, todos fanáticos, se van a reír de mí, te dirían que no lo vivo lo suficiente"—, y con muy poco dinero y mucho ojo al usar el deporte más universal ha logrado una película que engancha con el público a través de la vida de dos hermanos, uno adoptado, que sueñan con ser futbolistas profesionales. Para su desgracia, juegan en el equipo de su barrio, La Ceniza, en los arrabales de Caracas, rodeados de pandillas, de asesinatos y droga, "y en un país que prefiere con mucho el béisbol".

Aun así, Rasquin ha querido huir del manido drama con mensaje político. "Es un género demasiado habitual en Latinoamérica, y no quería caer en el tópico". En cambio, reconoce que le ha salido un análisis sobre la vida en Venezuela nada complaciente, que enseña sin tapujos la miseria y la alegría que circundan la cancha de tierra: "Porque hablo de personajes, es cine humano y no social". ¿Eso no acarrea problemas en un país cuyo presidente, Hugo Chávez, controla férreamente la imagen? "Como artista individual no he tenido ningún problema. Otra cosa sería que un creador metiera el dedo en la llaga con una obra política; su vida se complicaría. Yo he contado con mucha ayuda. Los cineastas de generaciones anteriores lucharon en Venezuela por un fondo económico que ahora sostiene los filmes por encima de los cambios de Gobierno".

Gracias a esas ayudas, Rasquin, por ejemplo, pudo estudiar cine en Melbourne (Australia): "Cuando me fui mis amigos me dijeron que estaba loco, que adónde iba. Cuando volví, mis amigos me recibieron acusándome de loco, que por qué retornaba. En fin, creo en cambiar las cosas desde dentro, en que pase lo que pase con mi carrera no abandonaré para siempre Venezuela". Lo dice porque ya tiene muy avanzado el guion de su segundo largometraje, al que ha llegado contratado por una productora estadounidense: "Estoy revisando el libreto en Los Ángeles. Es un drama sobre un superdotado, un tipo con gran cociente intelectual que en un momento de su vida se pierde".

Antes de que Rasquin se vaya al preestreno con famosos, una última duda: ¿cómo rodó las secuencias de los partidos? El fútbol ha tenido muy mala suerte en su reflejo en el cine, y el mejor ejemplo es que la primera imagen que recuerda cualquier cinéfilo es a Sylvester Stallone parando un penalti. "Fue lo más difícil. Solo teníamos una cámara, y la metí lo que pude dentro de la cancha. Tenía escritas todas las jugadas, coreografiadas con los jugadores del Caracas Fútbol Club. Pero nadie es un robot. Recuerdo al final del rodaje, presionados porque se nos acababa el tiempo. Gato [uno de los hermanos] robaba la pelota, driblaba a dos o tres defensas, tiraba al larguero, el balón caía en extraña parábola y Julio [el otro hermano] lo cabeceaba a milímetros del poste. Yo quería rodar, la script me pidió un ensayo previo y accedí. La coreografía salió perfecta, y todos nos quedamos con la boca abierta... y la cámara apagada. Nunca pudimos repetirlo igual".

Marcel Rasquin, ayer en Madrid.
Marcel Rasquin, ayer en Madrid.S. SÁNCHEZ

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_