_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Treinta años

No sé cuándo fui por primera vez a los toros. Debió de ser al principio de los ochenta, pero no recuerdo ni el año exacto ni quiénes toreaban. En mi memoria solo permanecen de esa época las tardes de triunfos, la famosa corrida de los victorinos, con Esplá y compañía, y una de Antoñete creo que en el San Isidro siguiente. Sí recuerdo, en cambio, la última a la que asistí: hace dos temporadas, otra vez en San Isidro, para ver a Morante de la Puebla. Recuerdo, nítida, su faena con el capote. Desde entonces no he vuelto. Ninguna decisión me lo ha impedido, solo las prisas de la vida y los compromisos.

Durante casi 30 años he sido un aficionado irregular, convencido de que la tauromaquia es un arte y entregado a su causa, pero intermitente en mi fidelidad. Estaba en Las Ventas la histórica tarde de Rafael de Paula en la Feria de Otoño del 87 y lo seguí días después a Sevilla y luego al Puerto de Santa María, esperé en innumerables ocasiones a Curro Romero sin más premio que el de capturar aquí y allá algunos retazos de su genio, tuve la suerte de estar donde debía para gozar de la humilde maestría de Curro Vázquez, vi a Joselito con seis toros y al Julio Aparicio de los inicios, pero hubo años en los que el tedio de muchas tardes me robó las ganas. No he visto a José María Manzanares -al padre sí-, ni a Talavante ni a José Tomás. Estoy seguro, sin embargo, de que si los viera y estuvieran inspirados, la experiencia estética que me llevaría no sería inferior a la que proporcionan otras artes. Sería distinta, nada más, ya que cada género artístico concita emociones diferentes.

Más información
Un gatito y un tostón

Siento que haya gente que se cierre a priori a esa experiencia. Reconociendo la nobleza de sus motivos, me compadezco de ellos igual que me compadezco de alguien que se priva de la lectura de una buena novela o que lamento, en lo que a mí atañe, no haber sabido hacerme con el bagaje que me permita disfrutar en su plenitud de una ópera o del teatro nô japonés.

Marcos Giralt Torrente es escritor.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_