Obama cierra el ciclo abierto el 11-S
El presidente visita la Zona Cero y afirma que EE UU demuestra que no olvida nunca a las víctimas - "Estamos juntos tras la tragedia y por encima de la política"
Barack Obama llevó ayer a las víctimas del 11-S el consuelo de que, finalmente, se ha hecho justicia y el responsable de aquellos crímenes ha acabado pagando con su vida. "Este es un mensaje a todo el mundo y a nuestro país de que, cuando decimos que nunca olvidaremos, lo decimos en serio", afirmó el presidente en una jornada que cierra un capítulo de la historia de Estados Unidos y sitúa a Obama en un inesperado éxtasis de comunión con sus compatriotas.
"Espero que represente algún tipo de consuelo para todos vosotros saber que, cuando esos hombres asumieron extraordinarios riesgos para ir hasta Pakistán, lo estaban haciendo en parte en nombre de los sacrificios hechos antes en Estados Unidos, lo estaban haciendo en el nombre de vuestros hermanos perdidos", explicó Obama en un encuentro con bomberos de Nueva York, uno de los pocos actos de las ceremonias de homenaje en el que sus palabras sobre la reciente muerte de Osama Bin Laden fueron hechas públicas.
"Los americanos sabrán estar unidos hasta asegurarse de que se hace justicia"
El resto fue privado y en silencio, lo que añadió intensidad a una celebración de gran impacto simbólico cuyo hito fue la ofrenda por parte de Obama de una corona de flores ante el árbol que consiguió sobrevivir a los ataques de Al Qaeda y, replantado en el lugar donde se alzaban las Torres Gemelas, ha rebrotado con fuerza.
Estados Unidos necesitaba una ocasión como esta para cerrar un círculo abierto el 11 de septiembre de 2001 y sobre el que ha girado, no solo la política, sino las emociones nacionales durante todo este tiempo. Lo necesitaba, al menos desde su particular concepto de la justicia y de los valores que defiende, que no dejan margen para la contemplación ante un enemigo que ha intentado destruirle.
El acto de ayer fue, por tanto, una demostración de firmeza y de convicción en la causa que Estados Unidos dice representar. Ante los ojos de todos quienes pudieron seguir las imágenes quedó patente que mientras el cadáver de Bin Laden reposa en el fondo del mar Arábigo, en la Zona Cero empiezan a elevarse de nuevo majestuosos edificios que pronto ocuparán el lugar de los que fueron derribados.
Obama, que fue aclamado durante el recorrido con gritos de "¡USA, USA!", quiso acudir para certificar este momento de orgullo nacional y para compartir con los familiares de la víctimas el recuerdo y el dolor que trae consigo. Todos los lunes, de forma regular, Obama dedica un rato a leer las cartas que le envían ciudadanos anónimos. Una reciente iba firmada por Payton Wall, una muchacha de 14 años cuyo padre desapareció en el 11-S y que le pedía consejo para afrontar esa pérdida. Ella fue la primera persona a la que el presidente abrazó ayer en la Zona Cero y la que simbolizó ante las cámaras a la generación de norteamericanos crecida ante la sombra de aquel acontecimiento.
Como muestran las encuestas, Obama ha obtenido ya un gran rendimiento político de la muerte de Bin Laden. De la noche a la mañana, el país lo ve mucho más próximo, su figura ha ganado estatura, credibilidad y confianza. Es imprevisible anticipar cuánto tiempo puede durar esta fase dulce de su presidencia, sometida a otras amenazas económicas que enseguida volverán a ser prioritarias para los ciudadanos y que no son fáciles de resolver. Obama no puede enviar a un comando con la misión de bajar los precios del petróleo.
Lo que sí puede hacer Obama es lograr que este momento sea la base para reconstruir un consenso político perdido en los últimos años, y lo está intentando, en el mejor espíritu de Ronald Reagan, fomentando el optimismo y la unidad. "Los norteamericanos", dijo ayer a los policías de Nueva York, "incluso en medio de una tragedia, sabrán estar juntos, por encima de los años, por encima de la política, por encima de los partidos, por encima de los gobiernos, hasta asegurarse de que se hace justicia". "Cuando estamos unidos somos capaces de conseguirlo todo", declaró el domingo al anunciar la muerte de Bin Laden.
No será fácil. Estas horas de emoción siempre se prestan a excesos voluntaristas. Obama quiso, por ejemplo, estar acompañado en las ceremonias de ayer del ex presidente George W. Bush, a quien le ha concedido parte del mérito en la eliminación del líder de Al Qaeda, pero Bush rechazó la invitación. Sarah Palin, que representa a la oposición más radical, se ha sumado al pelotón de los escépticos sobre lo ocurrido en Abbottabad y ha pedido las fotos del cadáver de Bin Laden. Pero lo cierto es que el máximo dirigente republicano en la actualidad, el presidente de la Cámara de Representante, John Boehner, ha respaldado a Obama y su decisión de no publicar las fotos.
Operaciones especiales
- Uganda, julio de 1976. Fuerzas especiales de Israel liberan en el aeropuerto de Kampala a los 105 rehenes que habían sido secuestrado en un avión de Air France por miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina, que son abatidos.
- Irán, abril de 1980. Plan fallido de los comandos de EE UU para rescatar a los 52 rehenes que habían sido secuestrados en la Embajada norteamericana en Teherán por partidarios de Jomeini. El fracaso supuso un batacazo político para el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter.
- Londres, mayo de 1980. El Servicio Aéreo Especial (SAS) de Reino Unido irrumpe en la Embajada iraní en Londres, donde un grupo de separatistas iraníes mantenía secuestrados a 20 rehenes, de los cuales 19 fueron liberados con vida.
- Somalia, octubre de 1993. En la operación de los comandos de EE UU para capturar a los milicianos del caudillo Aidid, dos helicópteros norteamericanos son derribados en Mogadiscio. Se desata una batalla contra una multitud de somalíes que acaba con la muerte de 18 soldados de EE UU.
- Lima, abril de 1997. Las fuerzas de seguridad peruanas liberan a los 70 rehenes que habían sido secuestrados durante 126 días en la Embajada japonesa por miembros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
- Moscú, octubre de 2002. Fuerzas especiales rusas irrumpen en el teatro Dubrovka, donde un comando de chechenos mantenía secuestradas a 800 personas. En el asalto mueren 40 secuestradores y 129 rehenes, la mayoría por el gas paralizante que habían utilizado los militares rusos.
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