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El Greco 'vuelve' a la casa toledana que nunca habitó

Reabre el museo dedicado al pintor tras una renovación de 6,2 millones de euros

Resulta que El Greco (Candía, 1541-Toledo, 1614) nunca vivió aquí. No, en contra de la creencia generalizada, no paró el genial pintor en este lugar, que desde hace un siglo era su casa museo y que ayer reabrió tras una ambiciosa restauración como museo a secas. Han sido cinco años de obras en el antiguo palacete del Marqués de la Vega-Inclán para el renacimiento de unas salas de exposiciones totalmente reformadas y enriquecidas que encierran una revelación historiográfica: el autor de El entierro del conde Orgaz vivía enfrente.

Tras su llegada a Toledo en 1576 se instaló en una vivienda mucho más modesta situada a unos 200 metros. De ella no se conservan ni los cimientos; un incendio se los llevó por delante. Sea como sea, allí vivió El Greco hasta el final de su vida junto a su compañera (con la que no llegó a casarse) Jerónima de las Cuevas y su único hijo, Jorge Manuel.

El Prado ha cedido 25 cuadros de la escuela del genial artista cretense

Consolación Pastor, directora del museo desde 1990 explicaba ayer que la confusión se venía barruntando desde hace años. Y por fin ha sido aclarada. Pese a tanta revelación histórica, no todo el mundo parecía ayer satisfecho con el descubrimiento: el presidente del Gobierno autónomo, José María Barreda, anunció que él pensaba seguir hablando de "casa museo", porque "emocionalmente" lo sentía así. Por su parte, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, acaso con la cabeza en otros asuntos más propios de la propiedad intelectual que de la inmobiliaria, excluyó el término "vivienda" en su intervención.

Lo cierto es que el palacio reabre sus puertas con una nueva imagen y un nuevo plan museológico destinado a destacar las piezas que atesora. Enrique Varela, subdirector general de museos, señaló que los 6.200.000 euros destinados a este centro propiedad del Ministerio de Cultura han pretendido mostrar obras esenciales de El Greco con los más modernos medios arquitectónicos y tecnológicos.

La exposición central tiene como obras cumbre la serie del Apostolado y el lienzo Vista y plano de Toledo. La nueva disposición e iluminación hacen posible que los azules, rosas, dorados y pardos característicos de los cuadros destaquen como nunca. Además, los seguidores y los miembros de la escuela del pintor cretense están ahora ampliamente representados gracias a contribuciones como las 25 obras depositadas por el Museo del Prado.

En el nuevo museo hay lugar también para el resonar de otros ecos, como el de la historia del marqués de la Vega-Inclán, uno de los mecenas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Tanto, que fue responsable también de la Casa de Cervantes en Valladolid (1915), el Museo Romántico en Madrid (1924), la restauración de la Sinagoga del Tránsito en Toledo y el Patio del Yeso en el Alcázar de Sevilla.

Hoy se ha reinugurado el Museo del Greco en Toledo, con la presencia de Ángeles Gonzalez-Sinde, titular de Cultura. Las obras, íntegramente financiadas por el ministerio, han supuesto una inversión de más de seis millones de euros.
Hoy se ha reinugurado el Museo del Greco en Toledo, con la presencia de Ángeles Gonzalez-Sinde, titular de Cultura. Las obras, íntegramente financiadas por el ministerio, han supuesto una inversión de más de seis millones de euros.GORKA LEJARCEGI

Un cubo entre agua y tomillo

La intervención en el Museo de El Greco no afecta solo al interior. El envoltorio creado por los arquitectos Fernando Pardo y Bernardo García Tapia arranca en el cubo que da acceso al recinto. Los servicios prácticos como taquilla, acogida de grupos o guardarropa se organizan entre esas paredes acristaladas. Aquí están también los primeros audiovisuales interactivos que el público podrá utilizar a lo largo del recorrido y que además de ayudar a ver en detalle obras maestras de Doménicos Theotocópoulos, El Greco, ofrece todo tipo de información destinada a enriquecer el conocimiento sobre el genial pintor.

Y entre el cubo y el palacio, unos relajantes jardines en los que las fuentes de origen árabe se mezclan con los parterres y macizos cargados de arbustos mesetarios. El olor de la lavanda, el tomillo y el romero, con el sonido del agua al fondo crean un ambiente propicio para que el visitante se adentre por el camino escoltado de cipreses hasta un mundo en el que lo humano y lo divino siguen manteniendo el pulso que hace más de cuatro siglos planteó el autor de Adoración de los pastores.

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