La 'dolce vita' de Robbie Robertson
El fundador de The Band vuelve a las canciones con 'How to become clairvoyant'
Hete aquí que Robbie Robertson publica a principios de abril un nuevo disco, How to become clairvoyant (Fontana / Universal). Una noticia que se hacía desear: en los 35 años después de su marcha de The Band, el canadiense (Toronto, 1943) solo ha editado cinco álbumes; el anterior, Contact from the underworld of Redboy, data de 1998.
No se puede decir que Robbie sea un estajanovista de su música ¿verdad? Se ríe: "Soy afortunado de tener otras fuentes de ingresos. Y no siento la necesidad de demostrar nada. Solo me implico en un disco cuando empiezo a acumular canciones sólidas y veo que pueden integrar algo coherente". El origen de How to become clairvoyant fue una sesión de composición con Eric Clapton, que provocó unas grabaciones a las que se incorporaron Stevie Winwood, Tom Morello o Trent Reznor. "Tengo una buena agenda y me gusta añadir nuevos colores a mi paleta. Trabajo como un artesano, capa a capa".
Es el brazo musical de Martin Scorsese en 'Casino' o 'Toro salvaje'
"En los sesenta se trataba de sobrevivir a la hostilidad de parte del público"
Asegura que es la primera vez que canta en primera persona y que comparte sus vivencias: "He firmado contrato para escribir una autobiografía y necesito ejercitarme". Así, When the night was young evoca los años sesenta, cuando Robbie estuvo en el ojo del huracán, como guitarrista del Bob Dylan eléctrico: "No pensábamos en revoluciones culturales, se trataba de sobrevivir a la hostilidad de parte del público". Hoy, todo lo que grabaron tiene tratamiento de reliquias. Solo falta una edición íntegra de The basement tapes, las cintas que The Band improvisó con Dylan en un sótano de Woodstock como terapia musical: "Ese sí que sería un trabajo bonito. El sonido es cavernoso, pero ahora se podría sacar algo audible".
The Band salió de la oscuridad con Music from Big Pink (1968), un elepé que sirvió de purgante: figuras como Clapton se replantearon su dirección estética. En plena resaca psicodélica, ellos aportaban unas canciones sobrias y una imagen arcaica: "Era música plantada en la tierra, sin la ira o las alucinaciones de aquella época. Excepto Levon (Helm, baterista), todos éramos canadienses y asimilamos unas tradiciones que los estadounidenses, por cercanía, no solían apreciar. Una cultura que era más profunda y más exótica de lo que parecía. Tardaron 30 años en buscarnos una etiqueta: ahora dicen que tocábamos americana music".
En This is where I get off, Robertson se refiere a la separación de The Band, un drama en el que suele ser retratado como el villano. Sube el tono de la voz: "Psicológica y físicamente, necesitábamos parar. Dimos un concierto titánico, que se transformó en película (El último vals). El plan era vivir otras experiencias y volver con las pilas recargadas. Pero nadie acudió a la siguiente cita. Pensé: 'me doy por enterado'. Más tarde, como no habían funcionado en solitario, ellos se juntaron, con mis mejores deseos pero sin mi presencia. Me había pasado 20 años tocando y no quería más giras. Yo estaba en otro mundo".
Se refiere a Hollywood. Compañero de Martin Scorsese durante los años de excesos, Robertson probó como actor antes de convertirse en el brazo musical del cineasta neoyorquino. Responsabilidad suya son las extraordinarias bandas sonoras de Toro salvaje, El color del dinero, Casino o la reciente Shutters Island, dominada por la vanguardia del siglo XX: "Usé El resto es ruido, el libro de Alex Ross, como mapa de carreteras: analicé centenares de piezas de Cage, Ligeti, Penderecki, Adams, etcétera. Cuando Marty escuchó mis selecciones, se quedó asustado: esa música se adhería mágicamente a la historia".
Robertson no participa en esa serie televisiva asociada con Scorsese, Boardwalk empire: "¡No podían pagarme! Bueno, fue una cuestión de presupuesto y que yo estaba con este nuevo disco". Unos minutos después, vuelve sobre el tema de su caché: "El dinero no es necesariamente el argumento decisivo. Neil Diamond y yo éramos vecinos en Malibú pero realmente no nos conocíamos cuando su abogado sugirió que debía producirle. La discográfica empezó a poner dinero encima de la mesa. Como yo me resistía, subieron las cantidades. Mis asociados me decían que era un disparate, que no había un punto de encuentro, que hundiría mi reputación. Acepté por llevar la contraria, aparte de saber que Neil representaba una parte muy valiosa de la música estadounidense: el pop del Brill Building. Hicimos dos discos y fue una colaboración enriquecedora para ambos".
Una curiosidad final. Dado que se halla en las antípodas de ese estilo de vida ¿puede entender los motivos de Bob Dylan para pasarse la mayor parte del año tocando? "Es su forma de mantener la cordura. Sencillamente, se volvería loco si no tuviera algo que hacer, un calendario repleto de conciertos. Aparte de que le encanta actuar. Como le ocurre a Willie Nelson, que está cerca de los 80 años. No hay que cuestionar sus motivos, basta con celebrar su compromiso con la carretera".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.